B’H
Levítico 9:1-11:47
En el octavo día luego de los “siete días de inauguración” Aarón y sus hijos comienzan a oficiar como Kohanim (sacerdotes); un fuego Divino aparece para consumir las ofrendas del Altar y la Presencia Divina viene a morar en el Santuario.
Los dos hijos mayores de Aarón, Nadav y Avihú ofrecen “un fuego extraño frente a Di-s, que Él no les ordenó” y mueren en el Santuario. Aarón permanece en silencio frente a la tragedia. Moshe y Aarón están en desacuerdo al respecto de un punto específico de una ley de las ofrendas, pero Moshe da la razón a Aarón.
Di-s entrega las leyes de cashrut – comida apta para ser consumida, identificando las especies de animales que pueden ser consumidas y aquellas que no. Los animales terrestres están permitidos sólo si tienen las pezuñas partidas y son rumiantes; los peces deben tener escamas y aletas; una lista de aves no casher es dada, y una lista de insectos casher (cuatro tipos de langostas).
También son dadas algunas leyes de pureza ritual, incluyendo el poder de purificación de la mikve (una pileta de agua con características especiales) y de los manantiales. Con lo cual el pueblo judío recibe el mandamiento de “diferenciar entre los impuro y lo puro.”
Reticencia vs. Impetuosidad
Rav Jonathan Sacks
Debería haber sido un día de alegría. Los israelitas habían completado el Mishkán, el Santuario. Durante siete días, Moshé hizo los preparativos para su consagración.(1) Ahora, en el octavo día, el primero de nisán (Éxodo 10:2), un año después del día en que los israelitas habían recibido su primer mandamiento dos semanas antes del Éxodo, el servicio del Santuario estaba por comenzar. Los Sabios dicen que en el Cielo fue el día más dichoso desde la Creación (Meguilá 10b).
Pero ocurrió una tragedia. Los dos hijos mayores de Aharón «ofrendaron un fuego extraño que no había sido ordenado» (Levítico 10:1) y el fuego del cielo que debería haber consumido a los sacrificios, también los consumió a ellos. Murieron. La alegría de Aharón se transformó en duelo. Vaidom Aharón, «Y Aharón permanecio en silencio» (10:3). El hombre que había sido el vocero de Moshé ya no pudo hablar. Las palabras se convirtieron en ceniza en su boca.
En este episodio hay muchas cosas que son difíciles de entender, mucho que tiene que ver con el concepto de santidad y las poderosas energías que esta libera, que como la energía nuclear hoy en día, puede ser mortal si no se la usa de la forma debida. Pero también hay una historia más humana sobre dos enfoques del liderazgo que siguen resonando hasta la actualidad.
Primero está la historia sobre Aharón. Leemos cómo Moshé le dijo que comenzara con su rol como Sumo Sacerdote. «Moshé le dijo a Aharón: ‘Acércate al Altar y realiza el servicio de tu ofrenda de ascensión, y haz expiación por ti y por el pueblo. Luego realiza el servicio de la ofrenda del pueblo y haz expiación por ellos, como Dios ha ordenado» (Levítico 9:7).
Los Sabios sintieron un matiz en las palabras «Acércate al Altar», como si Aharón estuviera parado a cierta distancia de él, temiendo acercarse. Los Sabios dijeron: «Inicialmente, Aharón estaba avergonzado de acercarse. Moshé le dijo: «No tengas vergüenza. Para esto fuiste elegido».(2)
¿Por qué Aharón estaba avergonzado? La tradición da dos explicaciones, ambas presentadas por Najmánides en su comentario a la Torá. La primera es que Aharón simplemente estaba abrumado de miedo de acercarse tanto a la Presencia Divina. La segunda es que Aharón, al ver los «cuernos» del Altar, recordó el Becerro de Oro, su gran pecado. ¿Cómo podría él, que había tenido un papel clave en ese terrible evento, asumir ahora el rol de expiar los pecados del pueblo? Sin duda eso exigía una inocencia que él ya no tenía. Moshé tuvo que recordarle que precisamente el Altar había sido construido para expiar los pecados, y el hecho de que él hubiera sido elegido por Dios como Sumo Sacerdote era una señal inequívoca de que había sido perdonado.
Pero quizás hay una tercera explicación, aunque menos espiritual. Hasta ese momento, Aharón había sido en todos los sentidos secundario a Moshé. Sí, él había estado siempre a su lado, ayudándolo a hablar y a guiar al pueblo. Pero hay una gran diferencia psicológica entre ser el segundo a mando y ser un líder por propio derecho. Probablemente todos conocemos ejemplos de personas que están dispuestas a servir como asistentes, pero que están aterrorizadas ante el prospecto de ser ellas mismas los líderes.
Cualquiera sea la explicación verdadera (y quizás todas lo sean), Aharón sentía reticencia de aceptar su nuevo rol, y Moshé tuvo que darle apoyo y seguridad. «Para esto fuiste elegido».
La otra historia, es la trágica, de los dos hijos de Aharón, Nadav y Avihu, que «ofrendaron un fuego extraño que no había sido ordenado». Los Sabios ofrecen diversas lecturas sobre este episodio, todas basadas en una atenta lectura de los diversos lugares de la Torá en donde se encuentran referencias a sus muertes. Algunos dicen que habían estado bebiendo alcohol.(3) Otros dicen que fueron arrogantes, que se sentían por encima de la comunidad; y por esta razón nunca se habían casado.(4)
Algunos dicen que eran culpables de dar dictámenes halájicos respecto al uso del fuego creado por el hombre, en vez de preguntarle a su maestro, Moshé, si estaba permitido (Eruvin 63a). Otros dicen que estaban inquietos ante la presencia de Moshé y Aharón. Ellos dijeron: ¿Cuándo morirán estos dos ancianos y podremos dirigir a la congregación? (Sanedrín 52a).
De cualquier manera que leamos el episodio, parece quedar claro que estaban demasiado ansiosos por ejercer el liderazgo. Llevados por su entusiasmo por tener una parte en la inauguración, hicieron algo que no les habían ordenado hacer. A fin de cuentas, ¿Moshé no había hecho algo por su propia iniciativa al quebrar las tablas cuando bajó de la montaña y vio el Becerro de Oro? Si él pudo actuar de forma espontánea, ¿por qué ellos no podían hacerlo?
Ellos olvidaron la diferencia entre un sacerdote y un profeta. Un profeta vive y actúa en el tiempo, en este momento que se diferencia de cualquier otro. Un sacerdote actúa y vive en la eternidad, siguiendo una serie de reglas que nunca cambian. Todo lo relativo a «lo sagrado», el reino del sacerdote, está descripto previamente de forma detallada. Lo sagrado es el lugar donde decide Dios, no el hombre.
Nadav y Avihu no lograron entender por completo que hay diferentes clases de liderazgo y que estos no son intercambiables. Lo que es apropiado para uno puede ser radicalmente inapropiado para otro. Un juez no es un político. Un rey no es un primer ministro. Un líder religioso no es una celebridad que busca popularidad. Si confundes estos roles, no sólo fracasas, sino que también dañas la misión misma para la cual fuiste elegido.
Pero aquí el verdadero contraste es la diferencia entre Aharón y sus dos hijos. Al parecer, eran opuestos. Aharón era demasiado cauteloso y Moshé tuvo que persuadirlo para que comenzara a actuar. Nadav y Avihu no fueron suficientemente cautelosos. Deseaban tanto poner su propio sello en el rol del sacerdocio, que su impetuosidad provocó su ruina.
De forma perenne, estos son los dos desafíos que deben superar todos los líderes. El primero es la reticencia a dirigir. ¿Por qué yo? ¿Por qué debo involucrarme? ¿Por qué debo asumir la responsabilidad y todo lo que viene con ella, los elevados niveles de estrés, la enorme cantidad de trabajo, las críticas constantes que siempre deben soportar los líderes? Además, hay otras personas más calificadas y más adecuadas que yo.
Incluso los más grandes fueron reticentes a aceptar su rol. Moshé en la Zarza Ardiente encontró una razón tras otra para mostrar que él no era la persona adecuada para esa tarea. Isaías y Jeremías se sintieron inadecuados. Al ser convocado a guiar, Ioná huyó. El desafío realmente es apabullador. Pero cuando sientes que eres convocado a cumplir una tarea, si sabes que la misión es necesaria e importante, entonces no hay nada que puedas hacer fuera de decir: Hineni – «Aquí estoy» (Éxodo 3:4). Como dice el título de un libro famoso, tienes que «sentir el miedo y hacerlo de todos modos».(5)
El otro desafío es exactamente lo opuesto. Hay algunas personas que se consideran a sí mismas como los líderes adecuados. Ellas están convencidas de que pueden hacerlo mejor que cualquier otro. Recordemos la famosa declaración del primer presidente de Israel, Jaim Weizmann, que dijo que él era la cabeza de una nación con un millón de presidentes.
Desde la distancia, parece muy sencillo. ¿No es obvio que el líder debe hacer X o Y? El Homo sapiens contiene muchos asientos de acompañantes que saben mejor lo que hay que hacer que aquellas manos que llevan el volante. Si los colocas en un puesto de liderazgo, ellos pueden provocar grandes daños. Al no haber ocupado nunca el asiento del conductor, no tienen idea de cuántas consideraciones deben tenerse en cuenta, cuántas voces de oposición se deben superar, cuán difícil es poder enfrentar a la vez las presiones de los eventos y no perder de vista los ideales y objetivos a largo plazo. John F. Kennedy dijo que el peor shock al ser elegido presidente fue que «cuando llegamos a la Casa Blanca descubrimos que las cosas eran tan malas como todo el tiempo decíamos que eran». Nada te prepara para las presiones del liderazgo cuando hay mucho en juego.
Los líderes demasiado entusiastas y con demasiada confianza en sí mismos pueden provocar grandes daños. Antes de convertirse en líderes, ellos entienden los eventos desde sus propias perspectivas. Lo que no entienden es que el liderazgo implica relacionarse con muchas perspectivas, muchos grupos de interés y puntos de vista. Eso no implica que debas tratar de satisfacer a todo el mundo. Quienes tratan de hacerlo terminan sin satisfacer a nadie. Pero tienes que consultar y persuadir. A veces necesitas honrar los precedentes y las tradiciones de una institución particular. Tienes que saber exactamente cuándo comportarte tal como lo hicieron tus predecesores, y cuándo no hacerlo. Todo esto requiere mucho juicio, y no un entusiasmo salvaje alentado por el ardor del momento.
Sin duda Nadav y Avihu eran grandes personas. El problema fue que ellos creyeron que eran grandes personas. No eran como su padre Aharón, quien tuvo que ser convencido para acercarse al Altar debido a su sensación de ser inadecuado. Lo que les faltaba a Nadav y a Avihu fue una sensación de su propia inadecuación.(6)
Para hacer cualquier cosa grandiosa, tenemos que tener conciencia de estas dos tentaciones. Una es el temor a la grandeza: ¿Quién soy yo? La otra es estar convencido de nuestra grandeza: ¿Quiénes son ellos? Yo puedo hacerlo mejor. Podemos hacer grandes cosas si: a) la tarea importa a más de una persona, b) estamos dispuestos a hacer lo mejor posible sin pensar que somos superiores a los demás, y c) si estamos dispuestos a aceptar consejo, algo en lo que Nadav y Avihu fallaron.
Las personas no se convierten en líderes porque son grandiosas. Se vuelven grandiosas porque están dispuestas a servir como líderes. No importa que pensemos que somos inadecuados. Moshé lo pensó. También Aharón. Lo que importa es la disposición, cuando se presenta el desafío, a decir Hineni, «Aquí estoy».
(Aishlatino.com)
NOTAS
- Como se describe en Éxodo 40
- Rashi sobre Levítico, citando a Sifra
- Vaikrá Rabá 12:1, Rambán sobre Levítico 10:9
- Vaikrá Rabá 20:10
- Susan Jeffers, «Feel the Fear and Do it Anyway», Ballantine Books, 2006
- El compositor Berlioz dijo respecto a un joven músico: «Él lo sabe todo. Lo único que le falta es inexperiencia».
Cómo mantener la cordura cuando el mundo parece estar fuera de control
Por Eliezer Shemtov
Es muy difícil no angustiarse cuando las cosas alrededor de uno parecen estar fuera de control. Cuanto más uno se expone a las noticias, más angustia le provoca.
¿Cómo se hace para lidiar con esto?
Empecemos por rever la premisa: ¿están las cosas fuera de control?
Yo diría que no cambió nada. Lo único que cambió es la sensación de predictibilidad. Todo sigue igual, ni antes estaba ni ahora está bajo nuestro control, cosa que no quiere decir que las cosas están fuera de control. Todo está bajo control; simplemente no bajo la nuestra.
¿No será motivo de más angustia aún?
¡Al contrario! Es un gran alivio.
Imagínate si todo estuviera bajo nuestro control. Sería una carga y una responsabilidad imposibles. ¿Cómo podríamos dormir de noche? Ahora que sé que todo está bajo control y no del mío, puedo dejar de preocuparme de lo que no depende de mí y ocuparme de las cosas que sí.
Uno de los fundamentos del judaísmo es el concepto de la Providencia Divina, o sea que todo lo que ocurre en el mundo está bajo control de Di-s. Absolutamente todo.
Si es así, ¿por qué ocuparme de las cosas? Igual, ¡Di-s hace y deshace lo que quiere, haga yo algo al respecto o no!
La respuesta es que si bien Di-s hace lo que quiere, una de las cosas que quiere es que nosotros hagamos nuestra parte. Arar y sembrar depende de nosotros; llover y crecer depende de Di-s. Si Di-s manda lluvia y uno no aró su campo y no lo sembró, tendrá nada más que un gran charco.
Las leyes de la naturaleza no compiten con Di-s; son Su creación y son las herramientas por medio de las cuales Él mismo obra. Una vez que Le hiciste caso e hiciste lo que la naturaleza indica, confía en que todo saldrá como Di-s quiere y tus esfuerzos se coronarán de éxito.
De hecho, esa precisión y detalle de la Providencia Divina no es tan evidente. Hay grandes pensadores judíos que no hablaron de la Providencia Divina sobre cada detalle de la existencia, sino de una providencia más general sobre las especies y únicamente en cuanto al género humano había una providencia individual sobre los quehaceres de cada individuo. El fundador del Jasidismo, el Baal Shem Tov enseñó que cada detalle, inclusive cada hoja que cae del árbol en otoño y donde llega a parar está guiada por Di-s y cumple una función específica. No existen las casualidades.
¿En qué se basa esa idea?
Rabí Schneur Zalman, autor del Tania y fundador de Jabad, señala que esta filosofía está claramente delineada miles de años antes del Baal Shem Tov, en el Talmud1 , en referencia al cormorán, una especie de ave mencionada en la lectura de esta semana, Sheminí , donde lista las especies de aves no Kasher.
El Talmud cuenta que cada vez que el sabio Rabí Iojanán se cruzaba con un cormorán citó el versículo de salmos que dice: “Tus juicios se extienden al inmenso abismo”.
¿Qué tiene que ver el cormorán con los juicios de Di-s en el abismo?
El exégeta Rashi explica que Di-s manda el cormorán para zambullirse a las profundidades del mar a pescar los peces que les toca morir.
Aquí vemos la idea de que hasta la muerte de un pez específico y el ave que lo va a pescar es orquestada por Di-s. Podemos deducir que esta providencia se hace extensiva también a todo lo que acontece con cualquier animal, planta y materia inerte y ni hablar con cada ser humano.
Al tener presente esta idea, que nada pasa por casualidad, y que nadie muere antes de su tiempo si no se expone al peligro en forma irresponsable esperando milagros, ayuda en gran medida a mitigar la ansiedad. Como dice el refrán: el dolor no depende de uno; el sufrimiento por la aparente injusticia, sí.
Así que la herramienta de esta semana es: ocúpate de lo que depende de ti; deja que Di-s se preocupe y ocupe del resto. Como dice mi colega el Rabino Aron Moss, cuando lavas las manos, acuérdate que estás en buenas manos. (www.es.chabad.org)
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