La carta fundacional de Naciones Unidas NO tiene fuerza legal más que una potestad plenamente declarativa. Aunque la ONU se pronuncie (a favor o en contra) del intento de la justificación iraní, ningún ataque contra Israel se volverá lícito.
Las consecuencias de un posible ataque iraní, a través de sus escenarios proxys (Líbano, Siria, Gaza, Irak y Yemen), va a depender casi exclusivamente de las circunstancias, el o los objetivos y la forma que tome esa ofensiva. Este es un punto también muy importante.
La eliminación de Ismail Haniyeh en Teherán expone al Medio Oriente a una amenaza iraní que se viene presumiendo (no sin temor) desde el régimen de los Ayatollah en las últimas horas. Los escenarios varían en tres con mayor y menor probabilidad.
Un primer escenario de inacción total por parte de Irán y sus proxys. Esto quedó descartado con los lanzamientos de misiles desde las 20hs de España (21hs de Israel) al norte del estado judío y dando inicio así a la venganza persa. La ola de ataques no causó daños significativos.
Un segundo escenario es replicar un ataque como el de abril cuando el 99% de los ataques lanzados desde territorio iraní fueron repelidos por la seguridad israelí y la coordinación con aliados estratégicos incluidos árabes. Esta es una apuesta probable para Teherán.
Fundamentalmente porque una «respuesta controlada» le da al régimen de los Ayatollah la posibilidad de mantener la farsa hacia los acéfalos que los siguen e incita a la comunidad internacional a reclamarle a Israel que no responda otra vez y la cosa no se descontrole.
Apuntando de esta forma a una complicidad directa de la administración demócrata de Joe Biden con una Kamala Harris que faltó al protocolo en la visita del Primer Ministro de Israel, Bibi Netanyahu, y las históricas y únicas presiones a Israel en momentos tensos en Medio Oriente.
El tercer escenario, tan poco probable como el primero, es un ataque desproporcionado que eleve la cantidad de víctimas humanas y ocasione un daño muy importante en la infraestructura de Israel. Esto sería contestado muchísimo más fuerte y rápido por la Fuerza Aérea Israelí.
Si Israel sufre un ataque a enorme escala, el Líbano e Irán serían arrastrados junto a la Franja de Gaza a un viaje sin retorno a la Edad de Piedra. El delirante régimen de los Ayatollah y Hezbollah serían los únicos responsables de las enormes pérdidas humanas en todos lados.
Por lo tanto, invocar el artículo 51 de la ONU es tan ridículo como pretender invocar a la misma organización para estabilizar la situación en Medio Oriente, algo imposible dado el nivel de inseguridad que hoy inspira Washington en distintos actores claves y otros importantes.
Israel viene notificando a Naciones Unidas desde el 2006 de las constantes violaciones y ataques por parte de Hezbollah al territorio del Río Litani transgrediendo así lo convenido tras la retirada de Israel después de la guerra. FPNUL, los cascos azules, no hacen nada.
Por lo tanto, los acontecimientos se precipitan en una región donde Israel parece haber puesto el pie en el acelerador y retomar, mediante ataques precisos y muy contundentes, el tan necesario poder disuasorio contra Irán dañado el 7 de octubre de 2023.
También se han cumplido ya los 300 días desde el 7-O cuando Hamas, por orden de Irán, cometió una masacre sin precedentes. Esa mañana quedará recordada como el día en que más judíos han sido asesinados desde el Holocausto.
No olvidemos quién empezó esta guerra.
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