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| viernes noviembre 22, 2024

Las Identidades de Israel


Ana Jerozolimski

Semanario hebreo

Uruguay

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Al cumplir 65 años de vida independiente, la sociedad israelí es tan heterogénea como las formas en que el Estado y su gente acostumbran festejar, distinguiendo a soldados sobresalientes por un lado y a veteranos investigadores académicos por otro, realizando un concurso de conocimientos bíblicos, aplaudiendo  las destrezas de la Fuerza Aérea por los cielos del país o llenando los parques en un sinfín de picnics familiares. De sus  aproximadamente 8.018.000 habitantes, el 75.3%  (o sea más de 6.040.000) son judíos, subdivididos por cierto no sólo entre seculares y religiosos sino en otros grandes  y pequeños sub grupos cada uno con una identidad muy definida. A ellos se suman 1.658.000 árabes ciudadanos de Israel, en su enorme mayoría musulmanes de distintas tendencias  y  una minoría de cristianos afiliados a  muy variadas iglesias .El 4% de la población, o sea casi 320.000 personas, son miembros de otras religiones, incluyendo cristianos no árabes.En medio de las quejas de distintos grupos acerca de la medida en la que hay o no igualdad de oportunidades para todos, el hecho es que su parlamento, la Knesset, es un mosaico que refleja la voluntad de representación de la ciudadanía israelí, con diputados judíos, árabes musulmanes y árabes cristianos, religiosos diversos y laicos, de origen ashkenazí  y de origen sefaradí, de familias pudientes y de otras mucho menos, nacidos en Israel y llegados del exterior como nuevos inmigrantes.

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Por otro lado, el hecho que tanto se sigue discutiendo sobre si acaso se puede hablar de una identidad única israelí, muestra la división, la multiplicidad de componentes que forman el Estado de Israel, pero al mismo tiempo, el deseo de todos y cada uno de sentir que son parte integral del país.El hecho que la quinta parte de la población son árabes que por cierto no pueden sentirse identificados con el himno nacional o la bandera por más respetuosos de la ley que sean y por más parte integral que quieran ser de la sociedad, no facilita las cosas. Menos que  menos mientras el conflicto entre el país del que son ciudadanos- Israel- y sus hermanos palestinos en Cisjordania y Gaza, aún no ha sido resuelto.Pero las diferencias entre judíos y árabes no son por cierto las únicas. Las protestas que surgen cada año cuando muchos “haredim” (ultraortodoxos) no se detienen en señal de respeto al sonar la sirena por los caídos en las guerras, se vieron acentuadas este año con informes sobre numerosas familias de ese sector que justamente en la jornada de recuerdo, salieron a un parque a hacer un picnic al aire libre, tradición típica del Día de la Independencia.  Es un país libre, podrá decirse, donde cada uno puede actuar según su criterio. Es cierto y por eso nadie va preso ni por no detenerse en la sirena ni por hacer un asado en un parque en un día de recuerdo a los caídos. Pero actuar de esa forma es un mal uso de la libertad, hiriendo los sentimientos del grueso de la población, y ni que hablar de las familias dolientes. Alegando que se trata de una costumbre de “no judíos”, violan la santidad de un día que es clave en la vida del Estado de Israel, el mismo del que reciben subvenciones para las “yeshivot” en las que estudian y desde las que alegan que con su dedicación a las Sagradas Escrituras  protegen al país más que los soldados en el frente.La generalización sería injusta,  pero la problemática de fondo, es un hecho. La participación de este sector  en la así llamada “carga nacional” lejos está de ser igual a la del resto de la población. Y la referencia no es sólo al servicio militar sino también al trabajo. Mientras más del  80% de los hombres israelíes de entre 25 años  y edad de jubilarse trabajan, entre los ultraortodoxos el porcentaje no supera el 45%, por dar solo uno de varios ejemplos complejos.Dentro de la población judía, claro está que la diversidad va más allá de ello.Veamos un caso concreto, el de la comunidad de origen etíope, el grueso de la cual llegó a Israel proveniente no solo de otro país sino también, de otra era…de zonas en las que la realidad estaba a años luz de la que vieron luego en  Israel.  Paralelamente a errores en la política de absorción que en muchos casos instaló a los inmigrantes juntos en un mismo marco y para colmo en zonas consideradas de bajo nivel socio-económico-lo cual eterniza en muchos casos el retraso y la imposibilidad de una buena integración- los años han demostrado que quien tiene el empuje de salir adelante no se topa con una sociedad que lo frena por el color o el origen sino que permite crecer.Aún en medio de los problemas Israel ha alcanzado logros impensables hace tan solo 65 años, al formarse un Estado con gente nativa y también procedente de más de 100 países, en una sociedad heterogénea por un lado, pero que también puede servir de referente para las distintas piezas del mosaico.Hoy en día, más del 70% de la población judía de Israel nació en el país, mucho más por cierto que el 35% del año de fundación del Estado, en 1948.No es casualidad entonces que tiempo atrás, en un artículo de opinión publicado en el sitio noticioso israelí Ynet, el periodista libanés Talal Salman, editor en jefe del periódico “A-Safir”, escribió con cierta envidia  sobre lo que veía desde afuera como la unidad de Israel. Aunque a lo largo de toda su nota manifiesta repetidamente juicios de valor sumamente negativos y críticos sobre Israel, es interesante leer sus apreciaciones sobre el país, a raíz de las elecciones de enero último. “La élite política árabe ciertamente miró las transmisiones sobre las elecciones en el “Estado enemigo” con gran interés”- escribió. “Y yo quisiera pensar que las elecciones probaron a algunos de sus miembros (de la élite árabe),que ellos son más racistas que los partidos políticos en Israel”. “A diferencia de Líbano”-continúa el autor – “el  proyecto del Estado de Israel ha logrado crear un Estado fuerte y centrista que promueve una política de crisol integrador para judíos que vinieron de cuatro rincones del mundo”. El periodista libanés se lamenta de la situación de falta de unidad en su país y sostiene que “nuestro enemigo israelí ha construido el país más fuerte de la región- un país que ha derrotado la voluntad de toda la nación árabe- un país formado por grupos de gente que antes eran ciudadanos de otros países”.

 
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