Pierre Klochendler
TEL AVIV, may (IPS) – En el Colegio Gymnasia Herzliya, en esta ciudad de Israel, 20 estudiantes de noveno y décimo grado desarrollan formas simples, baratas y rápidas de resolver el problema de la desnutrición.
Bajo la guía del director del centro de estudios y del profesor de biología, estos adolescentes cultivan el alga azulverdosa espirulina, que contiene una amplia gama de vitaminas, minerales y nutrientes.
Miri Wolozhinski, de 14 años, dijo que su participación en el experimento responde a un deseo a ayudar a «aquellos que lo necesitan». Ella y su compañera de clase Anouk Savir-Carmon denunciaron «lo absurdo de que en el siglo XXI aún haya niños hambrientos».
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas divulgado en octubre pasado, cerca de 870 millones de personas, o una de cada ocho en el planeta, sufrieron desnutrición crónica entre 2010 y 2012.
Los estudiantes de Gymnasia Herzliya están convencidos de que pueden ayudar a cambiar esta situación.
Tras haber estudiado varias de las propiedades del alga, Savir-Carmon explicó a IPS: «Entre 60 y 70 por ciento de su masa es proteína. El resto contiene carbohidratos, antioxidantes, incluyendo grasas omega- 3, vitaminas, minerales… En resumen, todo lo que se necesita para la nutrición».
Un estudio publicado en 2008 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), basado en un experimento realizado en México, concluye que el consumo diario de 10 gramos de espirulina en polvo es suficiente para combatir la desnutrición infantil.
El mismo estudio destaca que los niños severamente desnutridos admitidos en una clínica de salud de una aldea de Togo se recuperaron a las pocas semanas de ingerir dosis diarias de entre 10 a 16 gramos de ese suplemento alimentario mezclado con mijo, agua y especias.
Se estima que esta alga, conocida en la comunidad científica como cianofícea, existe en agua salada y en algunos lagos de agua dulce desde hace más de 3.000 millones de años.
Es considerada una «proteína completa», pues contiene los nueve aminoácidos esenciales para la supervivencia de los seres humanos.
La espirulina, popularmente llamada «supercomida», eclipsa a todos los otros alimentos, como frijoles, frutas, verduras y productos lácteos.
El alga crece naturalmente en lagos tropicales de África central y oriental, pero como suplemento nutricional es vendido en forma de hojuelas, polvo y píldoras en negocios específicos y a un precio alto.
Convencidos de que esos costos son consecuencia de métodos inadecuados de cultivo, que requieren equipos caros, los estudiantes de Gymnasia Herzliya están decididos a hallar formas más baratas de cultivar la cianofícea.
Comenzaron cultivando una muestra obtenida de la granja de algas «Adamá», ubicada en el desierto del Neguev, con químicos como bicarbonato de sodio, nitrato de potasio, cloruro de sodio, fosfato, y sulfato de magnesio. Todo esto permitió «un cultivo óptimo», explicó Fea Hadar, de noveno grado. Usando Internet como guía, los estudiantes aprendieron todo lo que pudieron sobre la taxonomía, estructura, beneficios nutricionales y condiciones de crecimiento del alga.
Al comienzo, a cada alumno se le asignó el cuidado de una botella de plástico reciclada conteniendo una muestra de cultivo. Como la espirulina, al igual que cualquier otra planta, necesita carbono para la fotosíntesis, ellos solo tenían que «sacudir la solución cada dos horas», explicó Savir-Carmon.
Hace cuatro meses, el experto en algas Boris Zlotnikov, quien los asesora, diseñó un sistema más eficiente, organizando las botellas en una plataforma de madera y conectándolas a un sistema eléctrico de bombas, cañerías y finos tubos que sopla aire en la solución y mueve las algas constantemente. «Ahora crecen muy rápido», destacó Elad Dvash, de décimo grado.
La semana pasada, cuando la solución adquirió un denso color esmeralda, celebraron su primera cosecha, secando la biomasa al aire libre.
«Con 650 litros de algas cultivadas, produjimos el equivalente de 65 kilos de materia seca», indicó Dvash.
Los estudiantes también guardaron algunas algas en un depósito improvisado para cultivarlas con métodos más tradicionales, sin usar electricidad.
«Ahora estamos elaborando un protocolo para el cultivo de espirulina en estanques y botellas, en diferentes condiciones climáticas y económicas, con o sin electricidad, instrumentos o recursos», dijo a IPS el alumno Ori Shemor, de 15 años.
«Todavía tenemos que realizar varios experimentos que tengan en consideración la luz, la temperatura y las variaciones de la humedad», explicó.
El proyecto ya está dando que hablar. Investigadores del Centro de Biotecnología en Algas de la Universidad Bar-Ilan se ofrecieron para ayudar a los estudiantes a diseñar un modelo que incremente la concentración de proteínas del alga.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ofreció ayuda a los adolescentes para difundir su protocolo a través de su Proyecto de Escuelas Asociadas, una red mundial que conecta a casi 10.000 instituciones educativas en más de 180 países.
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