Esta semana, a raíz del asesinato hace unas semanas del rapero griego Pavlos Fissas, fue detenida la cúpula del partido Amanecer Dorado ya que el autor confeso del crimen no sólo es simpatizante del movimiento, sino que, al parecer, estuvo en contacto con los líderes locales antes y después del delito. Fue una decisión difícil para el presidente del país, ya que ese partido, de confesa tendencia xenófoba y reivindicativa del nazismo, tiene un apoyo creciente y se ha convertido en la tercera fuerza política del país. Seguramente la acción judicial responde a las presiones de muchos organismos internacionales. ¿Se habría actuado con la misma contundencia de no existir esos condicionantes?
Uno de los organismos que felicitó la decisión de los jueces griegos fue un congreso sobre antisemitismo celebrado estos días en Hungría, otro país europeo donde el nazismo ya ocupa una importante parte de los escaños legislativos a través del engendro Jobbik. A raíz del comunicado, el vicepresidente declaró por primera vez en 70 años que Hungría también fue responsable del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Lo habría dicho si no fuera por las continuas presiones internacionales y las sospechas de que el partido gobernante no lucha suficientemente contra el creciente antisemitismo en el país?
A menos de dos mil kilómetros, pero en otro continente y contexto, Siria ha demostrado las pasadas semanas que sólo la amenaza creíble de un ataque estadounidense hizo que reconociesen de repente la existencia de arsenal químico y su intención de traspasarlo a organismos internacionales para su eliminación. Por el contrario, a la hora de endurecer las sanciones económicas contra Irán, el presidente y los periodistas americanos se han dejado subyugar por las conciliadoras palabras del nuevo líder iraní, que es presentado como moderado aunque haya participado en la puesta en marcha de operativos terroristas antisemitas como el atentado contra la AMIA en Argentina (cuando formaba parte de la Comisión de Operaciones Especiales del Consejo Supremo de Seguridad Nacional). Eso sí: con palabras dulces y voz tierna.
En Occidente se ha instalado la falsa fe en la tolerancia por encima de otros valores, cuando la primera obligación de cualquier gobierno debería ser preservar la seguridad e integridad de sus naciones, aún a costa de tomar decisiones mediáticamente impopulares. Recordemos que fue la amenaza latente y creíble de la Guerra Fría la que en definitiva evitó una Tercera Guerra Mundial que hubiera significado el fin de la civilización y la muerte de cientos de millones de seres humanos.
Deberíamos tolerar todas las diferencias que no vayan en detrimento de las libertades y derechos de los demás. Pero, del mismo modo que sería absurdo y aberrante tolerar el asesinato o la violencia de género, debemos desechar y no tolerar la intolerancia de que se nutren tanto los nuevos nazis, como los autoritarismos de siempre, aunque se disfracen de demócratas y moderados.
Shabat Shalom
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