Zvi Ba´rel
“La marcha del Millón”, que llevó a miles de manifestantes a la Plaza Tahrir del Cairo, con sede en otras ciudades de Egipto, se convirtió en una vivencia nacional más que en una acción política. Si así fuera, debería expulsar al símbolo supremo, al Presidente Mubarak, aún sin saber hacia dónde conduce su salida.
El anuncio de Mubarak -interpretado como el final de su mandato- según el cual no se presentará en las próximas elecciones ni exigirá del Parlamento cambiar los ítems de la Constitución (que lo limitan al enfrentamiento para la presidencia) puede no satisfacer al público que exige su cabeza.
Mubarak, por su parte, intenta guardar su honor. Las medidas que, hasta el momento, propuso no liquidan la cuenta histórica (entre él y su público) ni la sensación de ira y decepción, dirigida a él de modo personal.
Pero, el dramático anuncio de Mubarak, deja aún un espacio político capaz de conducir a Egipto hacia un período de inestabilidad, que puede provocar una lucha, no exenta de violencia y de proyecciones en el equilibrio de fuerzas de todo Medio Oriente y en la cual, Egipto, puede convertirse en un factor conducente.
La consigna “El pueblo quiere que Mubarak se vaya”, dificulta la conformación de una conducción conjunta, una plataforma coordinada y objetivos claros. Un ejemplo de ello es posible ver en las palabras de las tres personalidades que representan a la oposición: Muhammad Al Baradei, la estrella surgida hacia el ámbito público egipcio, habló fluidamente sobre “La necesidad de expulsar primero al presidente y después empezar el diálogo”. Cuál será la base del diálogo, todavía habría que preguntarle. “Es posible hablar de cambios en la legislación y posible fijar una constitución temporaria” pero, Al Baradei, carece de plataforma política ordenada que pueda sumar al público a su alrededor”.
Said Badawi, líder del viejo partido opositor Al Wafd, carece de visión o estrategia. “Se debe desmantelar el Parlamento y realizar nuevas elecciones”, propone. Pero ¿quién conducirá el país hasta las elecciones? No hay respuesta.
Amr Musa, si bien no es un hombre definido de la oposición se ve, a sí mismo, como candidato a conducir Egipto y, en el pasado, se habló de él como candidato rival. Musa comprende la dificultad del traspaso de gobierno y propone mantener un diálogo con la conducción de Mubarak, antes de exigir su expulsión. “Se debe hacer eso de un modo civilizado. Es posible mantener un diálogo sobre las propuestas de Omar Suleiman y, si se expulsa a Mubarak, que sea solo a través del diálogo”.
Con respecto al movimiento de los jóvenes, ninguno tiene un claro proyecto político y pueden encontrarse frente a una dura batalla contra Los Hermanos Musulmanes por los derechos de autor del logro. ¿Acaso las corrientes laicas, engrosadas con Los Hermanos Musulmanes, estarán dispuestas a permitir el surgimiento de partidos religiosos? ¿Acaso el ejército permitirá su actividad o decidirá fijar, por sí misma, las normas? Sobre todo ello no hay respuesta.
Sin la corriente de un gobernante, existe el temor – entre los líderes de los movimientos que conforman la aparición pública – de declarar un líder o un grupo de lideres por temor a que uno empiece a neutralizar a otro, a culpar al otro de aprovechamiento y asalto y que al final de cuentas, sus diferencias puedan eliminar el enorme logro público.
CIDIPAL
Difusion: www.porisrael.org
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