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| viernes noviembre 22, 2024

La raíz de la gracia


Gracia

-La gracia es la raíz del alma*-dijo el Rabí  Yosl Hakatán a su amigo y discípulo Lo Iadúa, el Desconocido-. Buscarla fuera, esperarla más allá de nosotros como si consistiera en un advenimiento súbito y no en lo que es, un despertar lento y hacia dentro, es soslayar el trabajo que nos compete.

            Estaban en el  Bosque de Jerusalén, situado a las afueras de la ciudad, en uno de esos paseos que hacían para estirar las piernas y la mente. El día era invernal y soleado y como Rabí Yosl Hakatán adoraba los pinos y sabía todo sobre ellos, le explicaba a su amigo la sociedad, el trenzado de raíces que por debajo sostenía el bosque.

-Lo que vemos tiene una individualidad ilusoria-prosiguió el mayor de los hombres-, pues las copas y los troncos que ni se tocan ni se rozan  mantienen, por debajo, en sus raíces,  un diálogo constante de vellos y diminutos filamentos que se buscan, besan, interrogan e intercambian pareceres. Incluso el más aislado de los árboles posee una delgada línea de comunicación con el resto. Así también es la gracia con que el alma enraíza en el cuerpo: está hecha de nexos insólitos, conjunciones sorprendentes, abrazos a distancia y amores intangibles. Ya sabes lo que dice nuestro Zohar de la gracia, que es como un ´´rocío de luz para la resurrección´´. En cierto modo, resucitar es despertar, abrirse a la luz, hacerse creador con la Creación. Todo lo que miramos con atención nace bajo nuestros párpados para festejar la elasticidad de nuestras pupilas.

            Se oyeron unas voces cercanas y apareció una familia. El padre buscaba caracoles para sus hijos más pequeños. La madre sonreía. Un retazo de cielo azul afloró entre los árboles.

-Los pinos dejan las agujas con que tejen sus tapices a sus pies-dijo el Rabí Yosl Hakatán-.La gracia dibuja huellas que nuestros pasos corroboran, de modo que seguir su camino es retornar al sitio del que nunca nos habíamos ido.

            Inclinándose a recoger una piña, Lo Iadúa, el Rabí Desconocido, comentó:

-Lo que no entiendo es por qué la gracia despierta hacia abajo y no hacia arriba.

-Por la misma razón-dijo el maestro-que el rocío desciende del cielo a la tierra y no al revés.

 

( * ) Consciente de la guematria o equivalencia numérica entre el ´´hálito viviente´´ o nishmat jaím  ,   aeróbico regalo del Creador a su criatura, y la ´´raíz de la gracia´´, shoresh jen  (} x $ero$   = 858 =  {yiyax tfmº$in ), el maestro sostiene que el tesoro es interior y que, la más de las veces, se halla sub terrae, bajo el suelo mismo que pisamos.  Por otra parte, la palabra hebrea para ´´debajo´´ es lematah  ( hf=amºl  =  ham  la+ ), que a su vez se compone de tal, ´´rocío´´, y mah, ´´qué´´. Pues efectivamente el rocío desciende para cumplir su humectante y preciosa labor.

 
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