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| viernes noviembre 22, 2024

A Los 83 Años, Sara Kempinsky Sigue Buscando A Su Madre


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El 27 de enero, al realizar la Comisión Permanente del Parlamento la sesión especial de homenaje por el Día Internacional en memoria de las víctimas de la Shoá, la Diputada Daisy Tourné puso hincapié en el sufrimiento de las mujeres. Y de lo vivido por muchas de las víctimas en el campamento de concentración de Ravensbruck. Desde las barras la escuchaba, entre otros, Sara Kempinsky…que había estado allí personalmente.

Sara Kempinsky nació el 7 de abril de 1930, en Lodz. Tenía sólo 9 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Vivía con sus padres y su hermano menor. Un segundo hermano más pequeño había fallecido tiempo antes. En 1942, le arrebataron a su madre..y parecería que hasta ahora, ya bisabuela, recuerda aquel traumático momento, al que no se sobrepuso jamás.

Este es un resumen de su historia.

P: Sara, le agradezco que haya aceptado contarme su historia. Quisiera comenzar preguntándole cómo era su vida y la de su familia antes del comienzo de la guerra.

R: Tengo que decirle que nací en cuna de oro. Nuestra posición económica era buena. Mi padre trabajaba en vidrio  y esa época era el auge. Recuerdo que tenía amistad con ministros, venían a comer de noche a casa, salían juntos.  Mi mamá trabajaba para ayudar a la colectividad. Traía figuras de Estados Unidos y otros lados para el teatro, de lo mejor, a fin de poder vender las entradas y juntar dinero para ayudar a los pobres. Recuerdo que ella también le pedía mi papá que aporte de su propio dinero para apoyar. Y papá lo hacía.

P: Pero luego, al estallar la guerra, todo empezó a cambiar…¿Verdad?

R: Claro que sí. Yo me di cuenta que algo estaba pasando, aunque no sabía demasiado por qué. La niñera que nos cuidaba, nos llevaba a nuestro cuarto y nos decía: “no se preocupen, son cosas de grandes”. Pero se sentía algo raro. Papá decía que no nos preocupemos, dando a entender que sus amistades ayudarían y que todo terminaría pronto…Pero no fue así.

Recuerdo que un día vinieron los de la SS a mi casa. Todavía no habían entrado a Polonia y dijeron que querían ver la casa. Teníamos muchos buenos cuadros, que a mi padre le gustaban mucho. Recuerdo que en el dormitorio de mis padres había un cuadro inmenso del Juicio del Rey Salomón. Cuando los nazis lo vieron, dijeron: “Esto nos lo llevamos”. Yo había nacido con ese cuadro en casa…y ellos se lo llevaban..Entendí que algo estaba mal.

P: ¿Esa fue la primera vez que se topó con la imposición y el atropello nazi?

R: Exacto, porque vinieron allí y se llevaron algo que era mío, de mis padres, era nuestro. Te quiero decir que algo se movía, algo pasaba…pero no sé por qué mi padre tenía tanta fe, quizás porque conocía  tanta gente importante. Él entraba en el Palacio Presidencial como quería..Y nos decía: “No se preocupen, que a todos nosotros no nos va a pasar nada”. Pero poco después vinieron los amigos, los propios ministros, y le dijeron: “tenemos que irnos a Rusia porque nos están pisando los talones, ya van a entrar a Polonia”. Ellos ya sabían todo y después de un tiempo ya entraron los nazis.  Después vinieron y dijeron que dentro de poco íbamos a tener que irnos de la casa pero no podíamos llevarnos nada, solamente lo que se pudiera cargar en las manos o en una valijita, pero nada de joyas, nada de oro, nada de plata. Fue  un choque muy grande.

P: ¿Qué vivencias de la guerra son las que más recuerda?

R: Cuando sacaron a mi madre en el año 42. Nos pusieron a todos en la calle para vernos a todos, en una larga fila, muy larga…uno atrás del otro en la calle, de a cinco creo y mi madre estaba con nosotros dos. Mamá se dio cuenta que ahí agarraban solamente niños y los metían en esos camiones inmensos. Entonces  nos puso atrás y dijo: “Ustedes van atrás de la segunda fila pero no se pongan en el medio donde se traslucen sino detrás de las personas y busquen personas grandes y no se muevan… achíquense para que nadie los vea”. Como el lugar era para tres y ella estaba adelante, abrió la pollera como para tapar y ellos no sé lo que pensaron, que está loca o que quiere hacer un chiste ..Pasó el nazi y se la llevó.

P: ¿Y su padre?

R: Mi padre no estaba cuando se llevaron a mi madre. Los nazis  hacían trabajar a quienes les servían, así que todos los días  venían a buscarlo y lo traían después. Cuando él volvió a la noche le dijimos que se llevaron a mamá con ese transporte de niños. Mi padre preguntó a todo el mundo porque él pudo hablar con uno y con otro pero de este transporte nadie supo nada. Ahí me quedé yo, la grande de la familia y me fui con el último transporte cuando se limpiaba el gueto porque ahí venía gente de todos los lados, de otros guetos chicos y nosotros trabajábamos haciendo los uniformes. Ana Vinocur también me conocía de allá.

P: ¿Usted entendió entonces que no volvería a ver a su madre?

R: No, tenía esperanza que volvería. Yo siempre miraba la calle a ver si venía mi mamá. No podía imaginarme que no iba a venir. No era creíble, no podía ser. Los otros sí lo sabían pero mi hermano y yo no, siempre esperábamos que mamá vuelva..

P: ¿Hay un momento en el que uno se dice, aún de niño: entiendo que mamá no vuelve más?

R: No, era imposible. Cuando llegué acá y miraba las películas, siempre buscaba la cara de mi mamá, siempre la buscaba. Aunque sea debajo de un pañuelo, debajo de un sombrero, miraba solamente a ver si la veo. No podía creer que una persona tan especial termine así…No, no…ese fue un golpe impresionante. Y todos venían llorando, porque todos la adoraban, la querían, era la bondad  en persona. Hasta el día de hoy no me entra.

P: Hasta hoy, cuando está usted por cumplir 84 años….

R: Así es. Para mí, mi madre está por un lado todavía. Sé que no es lógico ni pensarlo..pero a mí me la sacaron, la arrancaron, ella no se fue, ella está y no sé cómo decir, nunca me tranquilicé con esto. Siempre la busqué en cualquier libro, en cualquier pedazo de diario a ver si voy a ver la foto de mi mamá. Después que se la llevaron poco a poco mi tío, su hermano, que vivía con nosotros,  se apagó como una vela, no quería vivir más sin ella. Y poco después falleció. Él no quiso vivir porque ya para él la vida no tenía sentido.

P: Perdió a su madre, a su tío…¿Y qué pasó con su papá?

R: Un día vino la Gestapo y se llevó a mi padre. No venía, no venía…Después de unos cuantos días volvió y era una cosa impresionante, algo horrible porque encontraron que él hizo un doble techo y tenía escondidas ahí muchas cosas. Mi padre medía como dos metros y lo metieron en una habitación de 2 por 2,30 y lo tenían ahí sin comer ni beber, no sé si dos o tres días y cuando salió y lo trajeron de vuelta al gueto estaba más muerto que vivo y tenía, por supuesto, pulmonía doble y otras cosas. Yo lo cuidé, me enseñaron a darle unas inyecciones que el médico le había mandado. Yo lo lavaba, lo peinaba,  lo afeitaba, le lavaba la ropa, aparte de lo que yo trabajaba porque si no, no recibía mi tarjeta de comida. Finalmente, se pudo sobreponer.

P: Sara, usted se fue en el último “transporte” que salía de Lodz y estuvo en el campo de concentración de Ravensbrück. ¿Creyó que era el camino final?

R: Le diré ante todo que mi  padre se fue del ghetto con mi hermano y yo pensaba que así lo podría cuidar. Yo  fui en unos vagones de animales, sin nada, uno al lado del otro con uno o dos baldes donde había que hacer las necesidades, no había nada de comer, todo era un llanto, unas plegarias, fue de todo, fue una cosa horrible y yo estaba sola, solita. Nadie de mi familia vivía, nadie vino conmigo.

Tenía una amiga con la cual estuvimos en los últimos años en el gueto en la misma habitación y con ella fui a Ravensbrück. Ella era cuatro años mayor que yo. Llegamos al campo,  en Alemania. Primero entramos con nuestras cosas,  lo que uno tenía puesto. Mi madre –que en paz descanse- en toda nuestra ropa, en el dobladillo ponía rublos y nos decía: si ustedes dan esto les van a dar de comer, no les va a pasar nada, cuídense que no les peguen. Siempre nos inculcó esto… como si hubiera servido para algo. Llegamos un lugar grande…recuerdo mesas largas… Antes que nada le sacaban todo lo que tenía puesto, la valijita, la ropa, todo y después había que ir a otro lugar, eran barracas y nos cortaban el pelo. Después nos mandaron a bañarnos y salíamos del otro lado, a una barraca llena de ropa. Cuando nos mirábamos, no nos reconocíamos.

En otro lado, mandaban a la gente a las cámaras de gas.  Había una mujer que preguntaba dónde estaba su marido y la otra gritaba por el hermano y ahí nos dimos cuenta que la mitad faltaba .Después nos pusieron en un lugar donde estaban los gitanos. Eran como tres pisos de camas. Yo era una chiquilina y no entendía nada.

P: ¿Cómo eran las condiciones diarias en el campo?

R: Era horrible ..Nos  daban medio litro que decían que era sopa, pero en realidad era agua sucia y 50 gramos de pan negro. Recuerdo que una de esas prisioneras quiso escaparse y se fue contra la pared…y era todo con electricidad, por lo cual  quedó pegada con manos y pies. Los nazis nos dijeron que por ella tendríamos que quedarnos parados sin movernos, hasta que saliéramos a trabajar. Había no sé cuántos grados bajo cero y algunos se cayeron muertos para adelante, otros para atrás y enseguida los sacaban ..¿Qué se puede decir sobre una situación así?

P: Creo que no existen las palabras para comentarlo a fondo Sara…

R: Así es. Te cuento que nos pusieron a trabajar para los alemanes haciendo partes de aviones y nos dieron barraca a los que trabajaban. Teníamos que caminar de donde estábamos hasta la fábrica no sé cuántos kilómetros pero no por el centro sino por el costado para que nadie nos vea. Nos obligaban a  cantar fuerte, que todos piensen que estamos felices porque vamos a trabajar ..Y quién no sabía cantar bien en alemán, ahí estaban puras mujeres con látigos… No sé cómo sobreviví esto.

P: Sarita, usted llegó a Uruguay en 1948..¿Recuerda cómo fue su llegada al país?

R: Llegué a la casa de unos familiares. El barco llegó antes de lo planeado y unos amigos de la Ciudad Vieja tuvieron que llamar de apuro a mis tíos, que vivían en 8 de Octubre, diciendo “¡Llegaron los niños, llegaron los niños!”. Es que mis tíos pensaron que llegaríamos al mediodía, pero al final fue de mañana  temprano…Ellos tenían que ir hasta allá en tranvía.

A mí al principio me  costó mucho porque no conocía a nadie. El idioma no era problema porque yo hablo varios idiomas y el castellano en tres semanas estando acá, ya lo hablaba. Mi tía, que aunque estaba hacía diez años no lo hablaba tan bien, me pedía a mí que hable cuando había que arreglar algo.

Me acostumbré, pero siento que no tuve suerte porque mi esposo falleció  antes de los 50 años de edad. Con mi marido siempre vivíamos bien, él era  muy generoso. Pero lamentablemente murió muy joven. Con él tuvimos dos hijos divinos y desde hace poco soy bisabuela.

P: Es una gran cosa poder hablar  de la descendencia después de haber vivido toda esa historia…No me gusta la palabra “venganza”, pero creo que el haber seguido, en parte lo es…Así que tiene dos varones…

R: Así es. También cinco nietos y una bisnieta.

P: Y hoy, tantos años después de aquella tragedia, el país que la acogió, honra cada año la memoria de las víctimas..Como se hizo hace poco en el Parlamento. Y  es oportuno recordar que la Diputada Daisy Tournée habló justamente de Ravensbruck, donde usted estuvo..Y de las mujeres..Para terminar quisiera preguntarle qué siente usted hoy por Uruguay, donde empezó hace décadas una nueva vida..

R: Uruguay es mi país.. Me siento agradecida, feliz que estoy acá y acá hice mi familia. La verdad que los uruguayos son muy generosos y muy bondadosos. Nunca se ríen de nadie. Muchas veces estuve en el correo en la calle Misiones para llevar o recibir cartas y venía gente de varios lugares. Yo hablaba con ellos y venían polacos, holandeses, todos felices y cada extranjero que sale de acá dice que los uruguayos somos gente de bien. Y eso es verdad.

P: Muchas gracias Sara.

R: Gracias a ti Ana.

 
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