Al principio Rabí Yotam de Nehardea fascinaba a todo el mundo por el tono de su voz, por la melodía que infundía a sus frases. Sus palabras llamaban la atención en la misma medida en que su pensamiento coincidía con el de los demás, pero el día en que decidió ampliarlo, llenarlo de los ángeles de Babilonia y de las delicadezas botánicas de la India, poblarlo de sinuosidades y extender sus dominios mentales, ese mismo día lo hallaron incomprensible y ...