A diez millas al sur de Tel Aviv, estoy de pie en una pasarela sobre dos depósitos de concreto del tamaño de un campo de fútbol y veo verter agua en estos desde una tubería inmensa que surge de la arena. El tubo es tan grande que yo pusiese caminar a través de este de pie en posición vertical, si no estuviese lleno de agua proveniente del Mediterráneo bombeada desde una toma a una milla de la costa. “Ahora, eso sí ...