Siento una profunda pena por Gaza, sus gentes, sus casas destruidas, sus montañas de escombros, su desolación, su angustia. Pero no siento dolor. El dolor lo siento por los muertos del lado israelí, por los jóvenes soldados, algunos imberbes, otros llenos de fervor y orgullo judío. La pena es superficial, el dolor profundo. La pena es un dolor apenas, el dolor una realidad más profunda y carnal. No puedo simpatizar con un pueblo que se deja manipular por asesinos y ...