El problema es que da igual que seas pacifista o belicista, gay o heterosexual, ateo o cristiano, blasfemo o devoto, francés o iraquí: el terrorismo yihadista no hace distinciones. Cada uno de nosotros somos un objetivo: el terrorismo islamista es genocida. Cuando los terroristas islamistas van a por los blogueros musulmanes disidentes o, allá a lo lejos, a por las niñas israelíes o las mujeres yazidíes, en Occidente deberíamos sentirnos concernidos. Los islamistas sólo están afilando sus cuchillos antes de venir ...