A mí nadie me lavó el cerebro. Nací con él, ya prelavado. En mi bella Cuba, mi orientación política venía de serie, programada en mi ADN para odiar al enemigo que me impusieran, amar valores prefabricados, y defenderlos con la vida (la mía, por supuesto). El pack incluía la no creencia en religión alguna, un férreo odio hacia los Estados Unidos, que según los programadores de nuestras mentes, eran los causantes de todos los males mundiales, incluidos huracanes, terremotos y ...