Primer día de Rosh Hashaná 2010
Sermón pronunciado por el Rabino Schlomo Lewis de Atlanta
Pensé larga y arduamente si pronunciar el sermón que estoy a punto de compartir. Todos queremos desearnos felicidades al salir de la sinagoga en las Altas Fiestas, plenos de un cálido mareo, dispuestos a devorar nuestra carne de falda, nuestros pasteles de miel y nuestro Kugel. Queremos ser sacudidos y emocionados – pero no demasiado. Queremos ser schlepped por la culpa – pero no demasiado. Queremos ser motivados, pero no demasiado. Queremos ser transformados, pero no demasiado.
Lo entiendo pero, como rabino tengo una obligación apremiante, una responsabilidad de articular lo que está en mi corazón y lo que creo apasionadamente que hay que decir y que debe ser escuchado. Y así, estoy siendo guiado, no por lo que es fácil de decir, sino por lo que es doloroso de expresar. Yo no estoy siendo guiado por la frivolidad, sino por la seriedad. Estoy siendo guiado no por la delicadeza, sino no por la urgencia.
Estamos en guerra. Estamos en guerra con un enemigo tan salvaje, tan voraz, tan despiadado como los nazis, pero nadie lo sabría por nuestro comportamiento. Durante La Segunda Guerra Mundial no nos referíamos a las tropas de asalto como luchadores por la libertad. No llamábamos militantes a la Gestapo. No veíamos los ataques a nuestra Marina Mercante como actos de marineros granujas. No justificábamos el ascenso de los nazis al poder considerándolo nuestra culpa. No nos postrábamos ante los nazis, golpeando nuestros pechos y confesando que abusábamos, maltratábamos y humillábamos al pueblo alemán.
No nos disculpamos por Dresde, ni por La Batalla de las Ardenas, ni por El Alamein, ni por el Día D.
El Mal – absoluto, irreconciliable, el Mal nos amenazaba, y Roosevelt y Churchill tuvieron claridad moral y una exquisita comprensión de lo que estaba en juego. No se trataba sólo de los Sudetes, no sólo de Tobruk, no sólo de Viena, no sólo de Casablanca. Era todo el planeta. Lean la historia y horrorícense por lo terriblemente cerca que estuvo Hitler de crear una Pax Germana en cada continente.
No todos los alemanes eran nazis – la mayoría eran decentes, muchos estaban asqueados por el Tercer Reich, la mayoría eran buenos ciudadanos elevando una jarra de cerveza, ganándose la vida y arropando a sus hijos por las noches. Sin embargo, demasiados miraron hacia otro lado, demasiados clamaron con una pobre defensa-.
«Yo no sabía» Demasiados permanecieron en silencio. La culpabilidad recae, absolutamente, sobre los que cometieron las atrocidades, pero la responsabilidad y la culpa recaen también sobre aquellos que no hicieron nada. La culpa no fue sólo de los que marchaban con paso de ganso, sino también de los que cerraron las cortinas, y no dijeron ni hicieron nada.
En la Segunda Guerra Mundial ganamos porque lo entendimos. Entendimos quién era el enemigo y sabíamos que el final debía ser incondicional y absoluto. No dábamos traspiés alrededor de preocuparnos de no ofender a los nazis. No medíamos cada palabra para no disgustar a nuestros enemigos. Construimos aviones, tanques y buques de guerra, y fuimos a la guerra para ganarla… para librar al mundo de la maldad.
Estamos en guerra… sin embargo muchos, obstinada y tontamente, no juntan las piezas y se rehúsan a identificar a los malhechores. Somos prudentes y, desgraciadamente, políticamente correctos
Permítanme no andar con rodeos y decir que, desde Fort Hood hasta Bali, desde Times Square hasta Londres, desde Madrid hasta Bombay, desde 11/9 hasta Gaza, los asesinos, los bárbaros, son los islamistas radicales.
Camuflar su identidad es sedición. Justificar sus acciones es despreciable. Enmascarar sus intenciones es inescrupuloso.
Hace unos años visité Lituania en una gira sobre genealogía judía. Fue un viaje sorprendente y una muy personal y espiritual peregrinación. Cuando visitamos Kovno, oramos Maariv en la única sinagoga que queda en la ciudad. Antes de la guerra había treinta y siete sinagogas para 38.000 judíos. Ahora sólo una declinante y gris congregación. Hicimos Minyan para el puñado de ancianos feligreses en la Sinagoga Choral, una vez joya majestuosa de Kovno.
Después de mi regreso a casa visité Cherry Hill para Shabat. En el Oneg, un amigo de la familia, de edad avanzada, Joe Magun, se acercó a mí.
«Shalom», dijo. «Su padre me dijo que acaba de regresar de Lituania». «Sí», respondí. «Fue una experiencia muy poderosa». «¿Visitó la Sinagoga Choral en Kovno? ¿La del gran arco en el patio?» «Sí, lo hice. De hecho, les ayudamos a hacer Minyan». Sus ojos se abrieron ampliamente con la alegría de nuestra memoria compartida. Por un momento su mirada se perdió en la distancia y, entonces, regresó. «Shalom, yo crecí a tan sólo unos metros de distancia del arco. La Sinagoga Choral fue donde oraba cuando niño».
Hizo una pausa por un momento y, una vez más, se perdió en el pasado. Su sonrisa se desvaneció. El dolor llenó su rostro arrugado. «Recuerdo un Shabat, en 1938, cuando Vladimir Jabotinsky llegó a la sinagoga» (Jabotinsky fue el mentor de Menahem Begin – era un orador fogoso, un inquebrantable sionista radical, políticamente estaba en la extrema derecha). Joe continuó: «Cuando vino Jabotinsky, pronunció el drash en la mañana del Shabat, y todavía puedo oír sus palabras ardiendo en mis oídos. Subió al estrado, nos miraba desde la Bimá, nos miraba con los ojos llenos de fuego y gritó. ‘EHR KUMT. YIDN FARLAWST AYER shtetl – Él viene. JudÍos, abandonen su ciudad».
«Pensábamos que, en Lituania, estábamos a salvo de los nazis, de Hitler. Habíamos vivido y prosperado allí durante mil años, pero Jabotinsky tenía razón – su advertencia, profética. Salimos, pero la mayoría no lo hizo».
No estamos en Lituania. No es la década de 1930. No hay Luftwaffe sobre nuestras cabezas. No hay submarinos en la costa de Long Island. No hay divisiones Panzer en nuestras fronteras. Pero no se equivoquen, estamos bajo ataque – nuestros valores, nuestra tolerancia, nuestra libertad, nuestra virtud, nuestra tierra.
Ahora, antes de que algunas personas vuelvan los ojos y la mirada a sus relojes, permítanme declarar enfáticamente, sin lugar a dudas – no tengo una patología de odio, ni soy un maníaco Paul Revere, galopando por el campo. No soy un pesimista, ni propenso a ataques de pánico. Soy un amante de la humanidad, de toda la humanidad. Ya sea que oren en una sinagoga, en una iglesia, en una mezquita, en un templo o que no oren en absoluto. No tengo ni una gota de intolerancia en mi cuerpo, pero lo que sí tengo es odio a los que odian, intolerancia hacia aquellos que son intolerantes, y una obsesión sin culpa e imparable, por ver el mal erradicado.
Hoy el enemigo es el islamismo radical, pero hay que decir, con tristeza y de mala gana, que hay involuntario co-conspiradores que fortalecen las manos de los malhechores. Permítanme decir que la inmensa mayoría de los musulmanes son buenos musulmanes, buenos seres humanos que no quieren nada más que un Jeep Cherokee en su entrada, un televisor de pantalla plana en su pared y una buena educación para sus hijos, pero estos buenos musulmanes tienen una obligación con el destino, con la decencia que, hasta ahora y en su mayor parte, han evitado. La Kulturkampf no es sólo exterior, sino también interior. Los buenos musulmanes deben patrocinar mítines en Times Square, en Trafalgar Square, en la Plaza de las Naciones Unidas, en los Campos Elíseos, en La Meca, condenando al terrorismo, denunciando de forma inequívoca la masacre de inocentes. Hasta el momento, no lo han hecho. Los buenos musulmanes deben colocar anuncios en el New York Times. Deben comprar tiempo en la TV, en estaciones de cable, en el Jerusalem Post, en Le Monde, en Al Watan, en Al Jazeera, condenando al terrorismo, denunciando de forma inequívoca la masacre de inocentes – Hasta el momento, no lo han hecho. Su silencio permite que los despiadados empañen el Islam y lo definan.
Brutales actos de comisión y enormes actos de omisión, ambos refuerzan la mano del diablo.
Recuerdo una conversación con mi padre, poco antes de que muriera, que me ayudó a entender cuán peligroso y cuán quebrado está nuestro mundo, que estamos viviendo en una estrecha veta de civilización y de inconsciencia moral. Sabiendo que le quedaba poco tiempo, compartió lo siguiente – «Shal. Estoy preparado para dejar esta tierra. Claro que me gustaría vivir un poco más, ver algunos amaneceres más pero, sinceramente, los he tenido. Estoy listo. Terminado. Espero que el Buen Dios me lleve pronto porque soy incapaz de vivir en este mundo, sabiendo en lo que se ha convertido».
Esta asombrosa admisión de agotamiento moral, de un hombre que fue testigo y vivió atravesando la Depresión, el Holocausto, la Segunda Guerra Mundial, el triunfalismo comunista, el Macartismo, el estroncio 90 y la poliomielitis. – Sin embargo, su observación en el crepúsculo fue – «Lo peor está por venir.» Y quería salirse.
Comparto la angustia de mi padre y el temor de que demasiados no ven la auténtica y existencial amenaza que enfrentamos, ni le hacen frente a la fuente de nuestro peligro. Tenemos que despertar y oler el narguile.
«Relájese, Lewis. Tome un calmante, algunos de ustedes están pensando tranquilos. Usted suena como Glen Beck. La cosa no es tan mala. No es tan real». Pero yo estoy aquí para decirles – «Lo es.» Pregúntenle al miembro de nuestra sinagoga, cuya hermana fue vaporizada en las Torres Gemelas y finalmente identificada por sus dientes carbonizados, si esto es real o no. Pregúntenles a los miembros de nuestra sinagoga que huyeron de un autobús en el centro de París, temiendo por su seguridad debido a una banda de matones musulmanes, si esto es una exageración. Pregúntenle al miembro de nuestra sinagoga, cuyo hijo sigue la pista de terroristas árabes infiltrados que tienen como blancos a pizzerías, guarderías, Seders de Pesaj, autobuses urbanos y áreas de juego, si esto es exageración drástica y paranoide
.
Pregúntenles, pregúntenles a todos ellos – pregúntenle a los soldados estadounidenses, al lado de los cuales nos sentamos en los aviones, que están aquí por un breve respiro, mientras nosotros volamos usando el paquete Delta de vacaciones. Pregúnteles si es malo. Pregúnteles si es real.
¿Alguien se imaginaba, en los 1920, cómo se vería Europa en la década de 1940?
¿Alguien pretendía saber, en los cafés de Berlín o en las salas de ópera de Viena, que el genocidio pronto se convertiría en la cultura celebrada?
¿Alguien pensaba que un pintor de aspecto ridículo llamado Shickelgruber, pasaría de las cervecerías de Munich y la cárcel, al Reichstag, como Fuehrer, en menos de una década? ¿Los judíos hicieron sus maletas y salieron de Varsovia, Vilna, Atenas, París, Bialystok, Minsk, a sabiendas de que pronto su nueva dirección sería Treblinka, Sobibor, Dachau y Auschwitz?
Los sabios enseñan – «Aizehu Jajam – haroe et hanolad – ¿Quién es una persona sabia? -. El que ve el futuro». No nos atrevamos a regodearnos en la autocomplacencia, en una equivocada tolerancia y en un ingenuo sentido de seguridad.
Debemos ser diligentes estudiantes de la historia y no sentarnos con ropas de cenizas en las aguas de Babilonia, llorando. No podemos ser hipnotizados por una retórica que suena elocuente y que alivia nuestro corazón, pero pone en peligro a nuestra alma. No podemos ser arrullados en la inacción por miedo a ofender a los delincuentes. El Islam radical es el flagelo y esto debe ser gritado desde cada cima de montaña. De mar a mar brillante, debemos mantenernos erguidos, orgullosos de nuestra impresionante decencia y de nuestra resiliencia moral. Inmediatamente después del 11/9 ¿Cuántas mezquitas fueron destruidas en Estados Unidos? Ninguna. Después del 11/9, ¿Cuántos musulmanes fueron asesinados en Estados Unidos? Ninguno. Después del 11/9, ¿Cuántas manifestaciones contra los musulmanes se llevaron a cabo en Estados Unidos? Ninguna. Y, sin embargo, nos disculpamos. Nos humillamos. Pedimos perdón.
La letanía desconcertante de nuestra locura continúa. ¿Debería haber una sinagoga en Hebrón, en el lugar donde Baruch Goldstein baleó a veintisiete árabes durante las oraciones del mediodía? ¿Debería haber un museo alabando a la caballería de EE.UU. en el sitio de Wounded Knee? Debería haber un centro cultural alemán en Auschwitz? ¿Debería construirse una iglesia en la ciudad siria de Ma’arra, donde los Cruzados sacrificaron a más de 100.000 musulmanes? ¿Debería haber una mezquita y Centro Islámico de trece pisos a sólo unos pasos de Ground Zero?
A pesar de toda la retórica, la esencia del asunto puede ser destilada muy fácilmente. La comunidad musulmana tiene el derecho absoluto y constituciona de construir su edificio donde quieran. Yo no compro el argumento – «Cuando podamos construir una iglesia o una sinagoga en La Meca, ellos podrán construir una mezquita aquí». Estados Unidos es más grande que Arabia Saudita. Y Nueva York es más grande que La Meca. La democracia y la libertad deben prevalecer.
¿Pueden construir? Por supuesto. ¿Debería permitírseles construir? Por supuesto. ¿Pero deberían construir en ese sitio? No – pero la decisión debe provenir de ellos, no de
nosotros. La sensibilidad y la compasión no pueden ser medidas en pies o en metros o en
cuadrass. Uno siente el dolor de los demás y se preocupa, o no lo hace.
Si aquellos que están detrás de este proyecto son buenos, amantes de la paz, sinceros, musulmanes tolerantes, como dicen, entonces deberían saber mejor, romper los permisos de construcción y construir en otro lugar.
Créanlo o no, yo soy un cotizante, miembro portador de la tarjeta de ACLU, sin embargo, de principio a fin, me parece inquietante este lamentable episodio, por decir lo menos.
William Burroughs, el novelista y poeta, en un momento irónico escribió – «Después de
observar este planeta, cualquier visitante del espacio exterior diría – «Quiero ver el gerente».
Entendamos que los ataques islamistas radicales, en todo el mundo, no son escaramuzas, peleas de fuego y señuelos despiadados. Cristo y anti-Cristo. Gog U’Magog. Los Hijos de la Luz y los Hijos de la Oscuridad, la colisión sangrienta entre la civilización y la depravación, están en la frontera entre Líbano e Israel. Están en la costa de Gaza y en las colinas de Judea de la Margen Occidental. Están en las playas de Tel Aviv y en el adoquinado centro comercial de la calle Ben Yehuda. Están en las escuelas subterráneas de Sderot y en los autobuses a prueba de balas del centro de la ciudad. Están en cada patio de escuela, hospital, guardería, salón de clases, parque, teatro – en cada lugar de inocencia y pureza.
Israel es el laboratorio – el mercado de prueba. Cada muerte, cada explosión, cada truculento encuentro, no es una orgía sangrienta al azar. Es una calculada investigación estratégica en el corazón, las entrañas y el alma de Occidente.
En la Guerra de los Seis Días, Israel fue el representante de los valores y estrategias occidentales, mientras que la alianza árabe fue el representante de los valores y estrategias orientales y soviéticos. También hoy, es una confrontación de representantes, pero los riesgos son mayores que Jerusalem Oriental y la Margen Occidental. Israel, en su lucha, representa al mundo civilizado, mientras que Hamas, Hezbollah, Al Qaeda, Irán, Jihad Islámica, representan al mundo del mal psicópata y detestable.
Mientras Israel, imperfecta como es, resiste la embestida, muchos en el Mundo Occidental han perdido su camino, no mostrando admiración, ni simpatía, ni comprensión, por la difícil y mortificante situación de Israel, sino hostilidad y desprecio. Sin claridad moral estamos condenados, porque la difícil y mortificante situación de Israel, finalmente, será la nuestra. Hannah Arendt, en su clásico «Orígenes del Totalitarismo», describe con precisión que el primer objetivo de la tiranía es el judío. Somos el globo de ensayo. El canario en la mina de carbón. Si se permite que el Judío/Israel sangre sin, ni siquiera, una protesta de los «chicos buenos», entonces la tiranía se ríe y sigue adelante con su programa.
La confusión moral es una debilidad mortal que ha alcanzado proporciones épicas en Occidente, desde la Oficina Oval hasta la ONU, desde la BBC hasta Reuters y MSNBC, desde el New York Times hasta Le Monde, desde los campus universitarios hasta los sindicatos docentes británicos, desde la Cruz Roja Internacional hasta Amnistía Internacional, desde Goldstone hasta Elvis Costello, desde la Iglesia Presbiteriana hasta el Arzobispo de Canterbury.
Se envía un mensaje, con sus consecuencias, cuando nuestro presidente visita Turquía, Egipto y Arabia Saudita, y no Israel.
Se envía un mensaje, con sus consecuencias, cuando la libertad de expresión en los campus es sólo para la defensa de los derechos de los palestinos.
Se envía un mensaje, con sus consecuencias, cuando los medios de comunicación, deliberadamente, adulteran y editan video clips para demonizar a Israel.
Se envía un mensaje, con sus consecuencias, cuando las Naciones Unidas atacan a Israel sin descanso, ignorando a Irán, Sudán, Venezuela, Corea del Norte, China y otros estados nocivos.
Se envía un mensaje, con sus consecuencias, cuando las iglesias liberales están motivadas por la Teología de la Liberación, no por la exactitud histórica.
Se envía un mensaje con sus consecuencias, cuando los asesinos y terroristas son defendidos con el transparentemente obsceno «un terrorista es otro luchador por la libertad del hombre». John Milton advirtió: «La hipocresía es el único mal que camina invisible».
Pocos días después del incidente del bloqueo de Gaza, en la primavera, un feligrés pasó por mi oficina, miró y preguntó en un tono amistoso – «Rabí. ¿Cómo le va?»
Miré hacia arriba, con una especie de sonrisa y respondí: – «He tenido días mejores». «¿Cuál es el problema? ¿Hay algo que pueda hacer para animarlo?», preguntó.
«Gracias por la oferta, pero hoy estoy desanimado«, y le mostré un
artículo del diario que estaba leyendo. «Desfile del orgullo gay de Madrid prohíbe a grupo israelí por Flotilla de Gaza». Le expliqué a mi visitante – «Al contingente israelí de orgullo gay de Tel Aviv no se le permitió participar en el desfile del orgullo gay español, debido a que el alcalde de Tel Aviv no se disculpó por la incursión del ejército israelí».
El único país, en todo Medio Oriente, donde existen derechos para los homosexuales, es Israel. El único país, en todo Medio Oriente, donde hay un desfile del orgullo gay, es Israel. El único país en Medio Oriente en el que hay barrios y bares gay, es Israel.
Los gays, en la Franja de Gaza, serían colgados, ejecutados por Hamas si salen a la luz y, sin embargo, Israel es vilipendiado y condenado al ostracismo. Su invitación al desfile, retirada.
¿Buscar lógica?
¿Buscar razón?
¿Buscar cordura?
Kafka, en su día más oscuro y más triste, no podría seguir el ritmo de este extraño espectáculo, y nosotros, «idiotas útiles», consentimos y adulamos a asesinos, hundiéndonos más y más en la decadencia moral, mientras el enemigo se ríe durante todo el camino hacia la Ribera Occidental y más allá.
Es agotador y desalentador. Vivimos en una época que está redefiniendo rectitud, donde aquellos con claridad moral son una especie en peligro y acosada.
Isaías nos advirtió hace miles de años – «Oye Lehem Sheh-Korim Layome, Laila v’Laila, yome – Ay de los que llaman al día, noche y a la noche, día». Vivimos en un planeta que es, a la vez, Chelm y Sodoma. Es un lugar aterrador y exasperante para estar.
¿Cómo convencemos al mundo, y a muchos de los nuestros, de que esto no es sólo antisemitismo, de que esto no es sólo antisionismo, sino un completo ataque de los islamistas impíos y radicales, para estrangular a todo lo que es moralmente valioso para nosotros?
¿Cómo convencemos al mundo, y a muchos de los nuestros, de que la conciliación no es una opción, de que el compromiso no es una opción?
Todo lo que somos. Todo lo que creemos. Todo lo que atesoramos, está en riesgo.
La amenaza es tan increíblemente clara, y el enemigo es tan increíblemente cruel, que es desconcertante cómo alguien en su sano juicio no lo comprende. Probemos con una analogía. Si alguien contrae una infección potencialmente mortal y no sólo lo reprendiéramos por usar antibióticos, sino que insistiéramos en que la bacteria tiene derecho a infectar su cuerpo y que, tal vez, si le diéramos a la infección invasora un brazo y algunos dedos de los pies, las bacterias estarían satisfechas y dejarían de propagarse.
¿Alguien compra ese consejo médico? Bueno, gente, ese es nuestro enfoque de la bacteria islamista radical. Esa bacteria es amoral, no tiene conciencia y se propagará, a menos que sea erradicada. – No hay negociación. El apaciguamiento es la muerte.
Yo no era fanático de George Bush – no voté por él. (De paso, sigo siendo un demócrata registrado). Estuve en desacuerdo con muchas de sus políticas, pero una cosa la tenía clara. Su claridad moral era impecable cuando se trataba de la guerra contra el terrorismo, la guerra contra el terrorismo islamista radical. No había término medio – ya sea que fueran amigos o enemigos. En el mundo de Bush no había lugar para una Suiza. Sabía que esta competición no era Toyota contra GM, ni Iphone contra Droid, ni los Bravos contra los Phillies, sino una guerra terriblemente seria, el ganador se lleva todo. Se parpadea y se pierde. Se subestima y se es aplastado.
Sé que, entre los que están hoy aquí sentados, hay quienes me han desconectaron. Pero también sé que muchos desconectaron a sus rabinos, hace setenta y cinco años, en
Varsovia, Riga, Berlín, Ámsterdam, Cracovia, Vilna. No me da satisfacción ese conocimiento, sólo una amarga sensación de que no hay nada nuevo bajo el sol.
Suficiente retórica – ¿qué tal un poco de «mostrar y contar?» Hace unas semanas, en la portada de la revista Time había una horrorosa imagen con una horrorosa historia.
La foto era de una mujer afgana de dieciocho años de edad, Bibi Aisha, quien huyó de su abusivo marido y de su abusiva familia. Días más tarde los talibanes la encontraron y la arrastraron a un claro de montaña, donde fue declarada culpable de violar la ley de la Sharia. Su castigo fue inmediato. Fue inmovilizada en el suelo por cuatro hombres, mientras su marido le cortaba las orejas, y después le rebanó la nariz.
Ese es el enemigo (muestra una copia ampliada de la portada de la revista).
Si ninguna otra cosa nos conmueve. Si ninguna otra cosa nos convence, permitamos que la cara mutilada de Bibi Aisha sea la cara del radicalismo islámico. Permitamos que su cara sacuda, incluso, al más complaciente e ingenuo de entre nosotros. En la cruzada santa contra este mal absoluto, las fotos de la desfiguración de Bibi Aisha deberían exponerse en los carteles a lo largo de todas las autopistas, desde la Ruta 66 hasta la Autobahn y la Autopista Transárabe. Su imagen debería ser colocada en cada pared de vestíbulo, desde Tokio hasta Estocolmo y Río. En todas las redes, en todos los cortes comerciales, la cara de Bibi Aisha debe aparecer con el título – «salvajes islámicos radicales hicieron esto». Y por debajo – «Este anuncio fue aprobado por Hamas, por Hezbollah, por los talibanes, por la Guardia Revolucionaria de Irán, por la Jihad Islámica, por Fatah al Islam, por Magar Nodal Hassan, por Richard Reid, por Ahmadinejad, por el jeque Omar Abdel Rahman, por Osama bin Laden, por Edward Said, por la Hermandad Musulmana, por Al Qaeda, por CAIR».
«El sentimiento moral es la gota que equilibra el mar», dijo Ralph Waldo Emerson. Hoy en día, mis amigos, el mar está, lamentablemente, desequilibrado y nosotros podríamos, fácilmente, ahogarnos en nuestra miopía moral y en el culto de lo políticamente correcto
Escudriñamos arriba en los cielos, enviando sondas a distantes galaxias. Escudriñamos abajo en los quarks, descubriendo partículas que asombrarían a Einstein. Creamos computadoras que rivalizan con la mente, tecnologías que superan a la ciencia ficción. Lo que nos imaginamos, con asombrosa rapidez, se convierte en realidad. Si lo soñamos, es, llega realmente. Y, sin embargo, estamos en un punto crítico en la historia de este planeta, que podría enviarnos de vuelta a la cueva, a una cultura que ruborizaría de vergüenza al Hombre de Neanderthal.
Nuestros padres y abuelos vieron la esvástica y retrocedieron, comprendieron la amenaza y destruyeron a los nazis. Vemos la bandera del islamismo radical y no podemos hacer menos.
A un rabino, una vez, sus alumnos le preguntaron… «Rabino. ¿Por qué sus sermones son tan severos?», Respondió el rabino, «Si una casa está incendiándose y optamos por no despertar a nuestros hijos, por temor a molestar su sueño, ¿eso sería amor? Kinderlach, ‘di hoyz brent’. Niños nuestra casa está en llamas y tengo que despertarlos de su sueño».
Durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, ¿el trabajo de los sacerdotes, ministros y rabinos, fue como de costumbre? ¿Pronunciaban benignas homilías y preciosos sermones mientras caía Europa, mientras caía el Pacífico, mientras el norte de África caía, mientras Medio Oriente y América del Sur se tambaleaban, mientras Inglaterra sangraba? ¿Ignoraron al gigante monstruo y al repugnante aliento del mal? No lo hicieron. Había claridad, coraje, visión, determinación, sacrificio, y salimos victoriosos. Hoy podría ser nuestro mejor momento también. No nos atrevamos a retirarnos a la banalidad de nuestras rutinas, ojear los titulares y suponer que los buenos prevalecerán.
Las democracias no siempre ganan.
Las tiranías no siempre pierden.
Mis amigos – el mundo está en llamas y debemos despertar de nuestro sueño. «EHR KUMT».
AMEN
http://www.israpundit.com/archives/28347
Traducción para porisrael.org por Jose Blumenfeld
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