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| martes marzo 19, 2024

Iran y el mundo: la nueva etapa


Semanario Hebreo. Uruguay

Parece inminente: las grandes potencias occidentales dan señales de estar por imponer fuertes sanciones a Irán. Aún no se puede afirmar que está todo cerrado, pero las declaraciones de las figuras más claves en la diplomacia occidental dan a entender claramente que se ha captado el punto central: Irán miente, no aspira sólo a energía atómica para investigación científica o para producción de electricidad sino que quiere, de hecho, armas nucleares. Eso, dicen ahora en Occidente, no se puede permitir.

Israel, como bien se sabe, lo advierte hace tiempo, no sólo porque el Presidente iraní Mahmud Ahmadinejad se ha manifestado directamente sobre la necesidad de eliminar al estado judío, sino porque Jerusalem , evidentemente, presta atención a tonos que salen de Teherán, que en otros lados quizás no captaban…o que antes preferían no escuchar.

En Israel quedan registradas las frases completas de Teherán, no sólo las citas parciales que se publican en el resto de Occidente. Como por ejemplo el hecho que la primera vez que el Presidente Ahmadinejad dijo que Israel debe ser borrado de la faz de la Tierra, agregó una segunda parte que al parecer no fue citada en ningún lado: «Eso será el comienzo de la lucha definitiva contra la cultura occidental».

Así lo recordó días atrás Menashe Amir, uno de los más destacados expertos israelíes en el tema de Irán, oriundo él mismo de allí y Director, desde hace años, del departamento persa de la radio pública israelí «Kol Israel».

En una conferencia ante periodistas y diplomáticos en el Jerusalem Center for Public Affairs en la que participamos, Amir destacó cuán clave es comprender el rol de la religión en el régimen iraní, si se desea comprender su política.

«Teherán considera que la religión correcta de la humanidad es el Islam y dentro del Islam, la vertiente correcta es el chiísmo. Los demás son falsos e impuros», explicó. «Por lo tanto, es un deber nacional esforzarse por devolver a los chiítas al liderazgo de los países islámicos, porque el objetivo final de Irán es reestablecer el califato islámico a través del liderazgo chiíta»-recalcó Amir.

Este experto, que sigue con precisión los discursos de Ahmadinejad, no comprende por qué en general en Occidente se publica sólo parte de su retórica, pero no tiene dudas de que es clave captarla toda, para comprender qué está detrás del esfuerzo nuclear de Irán.

«Ahmadinejad habla a menudo del día en que los chiítas tomen control del universo y por eso es clave para el régimen exportar la revolución islámica a todo el mundo musulmán y luego al mundo en general. Quieren ser los lideres del mundo», sostiene. «Y si tiene la bomba atómica, consideran que con ello podrán demostrar que son el país islámico más poderoso, el país al que le acompaña la razón. Los misiles ya los tienen. Ahora les falta la bomba».

El poderío militar les permitiría, según su concepción, controlar el mundo. Ya tienen misiles de 2200-2300 Kms. de alcance que llegan a Israel. Tienen de 6.000, capaces de llegar a Europa. Les faltan de 10.000, para llegar a la costa oriental de Estados Unidos.

En Israel, tanto autoridades políticas como expertos en seguridad y en la temática iraní, han advertido repetidamente que el problema central es la combinación letal entre la ideología fundamentalista islámica y el eventual poderío atómico que el régimen alcanzaría. No se trata solamente de la fuerza militar, sino de la «lógica» con que podrían utilizarlo (y el peligro no radica sólo en lanzar la bomba sino en cómo aprovecharían el poseerla para dominar la voluntad del mundo libre).Cuando esa «lógica»-que no es tal según los valores occidentales-está motivada por el enfoque extremista del Islam chiíta, el peligro es evidente. Un ejemplo más de ello fue dado por el ya citado Menashe Amir, al contar que en la apertura de una exhibición de pintura en Teherán, Ahmadinejad declaró que para él, las dos máximas expresiones de arte son «jihad y shahada», o sea la guerra santa y el martirologio.

En Israel todo esto se conoce hace mucho. Nadie aquí se sorprendió el domingo último cuando Ahmadinejad anunció que ordenó comenzar a enriquecer uranio a un nivel de 20%, muy superior por cierto, según los expertos, de lo necesario para la investigación científica y la producción de energía.

El enriquecimiento de uranio a este nivel ya ha comenzado e Irán necesitaría sólo medio año para pasar al 90% que permitiría luego llegar a la bomba.

Con todo esto de fondo, no sorprende que el Presidente de Estados Unidos Barack Obama, vaya ahora al frente de la coalición occidental que pide sanciones a Irán, secundado por la firmeza al respecto de la Canciller alemana Ángela Merkel, del Presidente de Francia Nicolás Sarkozy y del Premier italiano Silvio Berlusconi. Estos dos últimos recibieron este martes una prueba de la ira que han despertado en Teherán con sus posturas llamando a sanciones, cuando matones de los Basij, las milicias del régimen de los Ayatollas, atacaron sus respectivas embajadas en la capital iraní, haciéndose pasar por manifestantes espontáneos y populares.

En un principio, aunque comprendíamos la lógica diplomática de Obama, dudamos acerca de la posibilidad de que resultara fructífero su esfuerzo por agotar el recurso del diálogo. Temimos que Irán lo aproveche para avanzar en sus esfuerzos, riéndose de hecho de Occidente.

Pero lo que cuenta ahora es que habiendo quedado claro que eso es justamente lo que hizo Irán, Occidente parece comenzar a tomar las riendas del asunto con otro tono.

Y ahora está claro a los ojos de todos que Irán trató de burlar a Occidente, rechazó la propuesta de que se enriquezca su uranio afuera y rechazó-algo que Obama recién reveló- también la sugerencia de que pueda conseguir directamente de Occidente los isótopos que supuestamente desea para investigación médica, en lugar de enriquecer uranio para obtenerlos. «Irán rechazó todas nuestras propuestas. Suya es la responsabilidad por la situación»- recalcó el Presidente de Estados Unidos.

En Israel, como decíamos, nadie se sorprende. El mensaje que emanó desde un principio desde Jerusalem era que Israel podría ser el primer blanco en un eventual ataque iraní, pero no el último. Sería sólo la primera estación en la guerra contra el mundo libre y los valores de la civilización judeo-cristiana. Es clave que Occidente todo lo comprenda. No por Israel, sino por su propia supervivencia.

 
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