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| viernes diciembre 27, 2024

La izquierda europea en el laberinto antisemita


Un ejemplo. Una encuesta reciente reveló que el 75% de los niños españoles no quieren tener a un judío como compañero de sala en la escuela, lo curioso es que dado el pequeño tamaño de la comunidad judía española –unas 35.000 personas en una población de 45 millones— lo más probable es que ninguno de los encuestados (2.500 muchachos) conozca judío alguno.

Otro ejemplo. En las multitudinarias manifestaciones en España contra Israel por la Operación Plomo Fundido en Gaza, hace ahora un año, se exhibió en ocasiones la parafernalia militarista del extremismo islamista. Es decir, que se pedía la «libertad para los palestinos» apoyando a una tendencia que niega de entrada derechos humanos mínimos, como los de igualdad, expresión o religión.

¿Cómo es posible que personas que se sitúan en la izquierda progresista no sientan contradicción alguna a la hora de preferir a organizaciones fundamentalistas que recurren al terrorismo antes que a gobiernos democráticamente elegidos por muy erróneas que consideren sus decisiones? Lamentablemente esto sucede porque Europa vive una especie de «tormenta perfecta» que tiene a Israel en su centro, y por extensión, a todo lo que pueda ser identificado con «lo judío».

La letal combinación de corrección política llevada al absurdo, el activismo de las organizaciones islámicas e islamistas y la abierta hostilidad de los medios de comunicación contra Israel han provocado en la opinión pública europea una potente corriente que considera que «nada de esto hubiera sucedido si no fuera por la creación de Israel». El último ingrediente que faltaba es, paradójicamente, la elección de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos. Por primera vez en décadas en las calles de Europa la izquierda radical ha dejado de quemar banderas estadounidenses y los medios de comunicación apenas han tardado unos minutos en dejar de culpar a la Administración estadounidense de cualquier catástrofe sucedida en las relaciones internacionales. El resultado es que Israel se ha quedado como único culpable a ojos de una mayoría. Y si a esto añadimos la lluvia fina constante que desde hace décadas relaciona el militarismo israelí con el judaísmo (son habituales en los medios europeos las fotos de soldados con el talit rezando junto a los Merkava) tenemos servido el plato del antisemitismo más activo que se ha visto en Europa desde los años treinta.

Y lo peor es que no se reconoce. «Nos falta mucho para llegar a ser una sociedad antisemita», declaraba impertérrito un responsable gubernamental español a un importante miembro de la comunidad judía internacional en presencia de quien firma estas líneas. Lo cierto, es que en Europa se han disparado las agresiones contra templos y las profanaciones de cementerios… judíos, claro. Uno no sabe donde está la línea para hablar de «sociedad antisemita», aunque es seguro que cuando se cruce ya será demasiado tarde para sesudas disquisiciones.

Porque el problema es que el antisemitismo no es percibido como una enfermedad de la sociedad que augura sufrimiento no sólo para la comunidad judía. No, el antisemitismo «es cosa de los judíos». Y lo que es peor es presentado como coartada intelectual de una reivindicación justa: la «causa palestina». La frase «yo no soy antisemita, sino antisionista» es un mantra que es posible escuchar y leer constantemente. Un mantra que está legitimado socialmente y del que curiosamente hacen gala personas que se consideran de izquierdas y progresistas. Muchos de ellos no saben que hace apenas cuarenta años el sionismo era precisamente una de las banderas de la izquierda democrática mundial. Y esas mismas personas que se declaran antisionistas, porque se consideran demócratas, cierran ojos y oídos a los constantes abusos que organizaciones como Hamas cometen contra los derechos humanos de la misma población palestina.

En el fondo, como casi todo en la vida, se trata de hacer un ejercicio de sinceridad. ¿Por qué prefiero una tiranía islamista a una democracia judía?

*Periodista, blogger

 
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