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Las empresas israelíes de tecnología


¿Qué sigue para el país de nuevos emprendimientos?

Incluso en Israel, es difícil convertir empresas jóvenes en adultas

The Economist

21 de enero de 2012 | TEL AVIV

Los jóvenes deben gritar si quieren ser escuchados. En un hangar de piedra, en el antiguo puerto de Jaffa, 30 empresarios tienen cinco minutos cada uno para presentar sus empresas de nuevos emprendimientos, a un panel de luminarias digitales y a una audiencia que incluye posibles inversores. No todos en la sala están dispuestos a callar y escuchar, por lo que los aspirantes deben luchar contra el ruido. Feng-GUI, explica cómo, mediante la simulación de la visión humana, se les puede decir a los publicistas y diseñadores cuáles áreas de una página web son más propensas a captar la atención de la gente. CopyV se compromete a enviar grandes archivos de forma rápida y segura. Con Fooducate, «un dietista en su bolsillo», en su teléfono inteligente, se pueden leer códigos de barras en el supermercado y averiguar lo que realmente está entrando en su carrito.

Las legiones de jóvenes empresas de tecnología de Israel claman por atención y dinero. Eventos Rapid-pitch [Rápido lanzamiento] como éste, en DLD Tel Aviv, una conferencia de dos días en noviembre, son comunes. Más de 300 empresas solicitaron un espacio en DLD, 100 se presentaron, 30 afortunadas fueron elegidas por sorteo. Yossi Vardi, un empresario de tecnología que ha invertido en 75 empresas de nueva creación desde 1996, dice que recibe entre tres y ocho acercamientos cada día.

Dan Senor y Saul Singer, llamaron a Israel » Nación Nuevo Emprendimiento» ( Start Up Nation) en un libro de ese nombre en 2009. El rótulo se ha pegado porque se ajusta. Todo fulano y mengano parece estar lanzando una compañía con antiguos compañeros de colegio o colegas del ejército, en un cuarto sobrante o en la casa paterna. Comenzar un negocio es más fácil que nunca, gracias a los avances en la tecnología de la información. Diseñadores, en ciernes, de aplicaciones de teléfonos inteligentes, pueden alquilar un espacio, cuando lo necesitan, en un servidor remoto en lugar de comprar grandes cantidades de potencia de computación. «Internet ha democratizado el derecho a innovar», dice el Sr. Vardi.

Los israelíes innovan porque deben hacerlo. La tierra es árida, así que sobresalen en la tecnología del agua y la agricultura. Tienen poco petróleo, así que fruncen su frente para encontrar alternativas. Están rodeados de enemigos, así que su tecnología militar es espléndida y crea lucrativos productos derivados, especialmente en comunicaciones. Las relaciones forjadas durante el servicio militar promueven frenéticas interconexiones en la vida civil. Una avalancha de inmigrantes, en la década de los años 1990, le dio un poderoso impulso a la capacidad intelectual de la nación (ver artículo). Los resultados son la envidia de casi todo el mundo, fuera de Silicon Valley.

Pequeño país, grandes sueños

Pero, incluso en Israel, convertir nuevos emprendimientos tecnológicos en grandes empresas es difícil. A pesar de todas las comparaciones con Silicon Valley, Israel no ha engendrado una Hewlett-Packard, una Intel o un Google. Sus mejores empresas son, a menudo, compradas por gigantes estadounidenses, mientras aún están en su infancia. La empresa de tecnología más grande del país es Teva, una farmacéutica que cotiza en NASDAQ, un mercado de valores estadounidense orientado a la tecnología, con una capitalización de mercado de $43 mil millones. En tecnología informática, la más grande es Check Point, una especialista en seguridad fundada por veteranos de la Unidad 8200, un grupo de élite de inteligencia del ejército. También está en NASDAQ, donde Israel tiene más empresas que cualquier otro país extranjero excepto China, y está valorada en $11 mil millones – ningún pez pequeño, pero tampoco ninguna ballena.

Empresas muy jóvenes tienen un montón de apoyo, que es cada vez más fuerte. Están surgiendo aceleradores, en los cuales los empresarios pueden dar forma a sus ideas y conocer asesores e inversores: esta semana, por ejemplo, los laboratorios UpWest, que tiene la intención de llevar de cinco a diez nuevos emprendimientos israelíes a Silicon Valley por períodos de diez semanas, comenzó su primer programa. Así como conocer gente útil, los esperanzados empresarios reciben $20.000 en capital semilla.

«Hay por ahí una plétora de oportunidades, en una etapa muy temprana, para recaudar $20.000 o $100.000, para obtener un mínimo producto viable», dice Liat Aaronson, directora ejecutiva del Programa de Empresariado Zell, un plan para el último curso de licenciatura en IDC Herzliya cerca de Tel Aviv. Lo difícil es convertir pequeñas empresas en más grandes.

Un problema, comúnmente mencionado, es la falta de capital de riesgo en la fase inicial: sumas de $1 millón – $2 millones, más o menos. La Sra. Aaronson está de acuerdo en que este paso es «más peliagudo», aunque algunas empresas, surgidas del programa Zell, han atraído tales cantidades. Gente del curso fundó Gift Project, adquirido por eBay en septiembre, que le permite a la gente unirse para comprar regalos en línea para sus amigos, y Wibiya, una empresa de diseño de web que fue adquirida por Conduit, una empresa israelí bastante grande, por $45 m en julio. Alumni montó LabPixies, un desarrollador de web y aplicaciones para teléfono inteligente que fue secuestrado por Google por 25 millones de dólares en abril de 2010.

Israel atrae mucho más capital de riesgo por persona que cualquier otro país – $170 en 2010 contra los $75 de Estados Unidos (ver gráfico 1). Sin embargo, no parece ser suficiente dinero para la fase inicial de todos. Una razón es que, simplemente, hay muchísimas empresas jóvenes que luchan por una parte del tarro.

Otra es que las empresas de capital de riesgo en Israel, al igual que en otros países, han tenido algunos años magros. Eso podría estar cambiando: la inversión está subiendo de nuevo hacia su pico anterior a la crisis (ver gráfico 2).

Pero algunos fondos con sede en Israel, varios de los cuales fueron creados con dinero público en la década de los años 1990, siguen teniendo dificultades para recaudar dinero y vacilan en utilizar lo que tienen. Son más propensos que las grandes firmas internacionales para tratar con cantidades más pequeñas. De acuerdo con la Israel Venture Capital Research Centre, los fondos israelíes representan, en la actualidad, sólo una cuarta parte de la cantidad recaudada por empresas de alta tecnología del país, por debajo de las dos quintas partes de hace algunos años. Sea la firma israelí o extranjera, dice Adam Fisher, del grupo internacional Bessemer Venture Partners, el dinero viene del extranjero.

Erigir un negocio requiere más que dinero y tecnología. Las empresas necesitan clientes, y no hay muchos en un país de 7,6 millones de personas. Así que las empresas israelíes son, a menudo, globales prácticamente desde el principio. Por ejemplo, BillGuard, que alerta a sus usuarios sobre los errores y fraudes en sus tarjetas de crédito y de débito, tiene una oficina en Nueva York, que cuenta con Yaron Samid, su presidente ejecutivo y uno de sus fundadores, y con el jefe de desarrollo de negocios y ventas, y mantiene un fuerte equipo de 15 personas para desarrollo de productos en Herzliya.

Ahora que las empresas israelíes jóvenes están aplicando su brillantez técnica a productos de consumo, tanto como al diseño de semiconductores o al desarrollo de software de seguridad informática, las habilidades más amplias son más importantes. En una entrada de blog, en julio pasado, el Sr. Fisher las exhortó a reflexionar sobre todo sus modelos de negocios, incluyendo el diseño y comercialización de productos, desde el principio. Algunos nuevos emprendimientos, escribió, habían hecho este salto mental, pero la «muleta tecnológica», un modelo de centrarse únicamente en la tecnología y luego venderla a las multinacionales extranjeras, es «cada vez más insostenible» frente a la competencia de China, Corea del Sur y Taiwán.

Erigir negocios también requiere gente que esté dispuesta a ser, por ejemplo, el 50° empleado en una empresa de otra persona. Pero en una nación de nuevos emprendimientos, hay una gran cantidad de personas que quieren ser sus propios jefes. El riesgo de talentos finamente diseminados. La teoría del Sr. Samid es que después de su paso por el ejército, muchos jóvenes israelíes están hartos de que se les diga qué hacer. Calcula que tres cuartas partes de los miembros de TechAviv, una red de empresarios que fundó, son nuevos emprendimientos con menos de diez empleados.

Y hacer de un negocio algo no sólo grande, sino enorme, y resistir los halagos de empresas más grandes de unos pocos millones de dólares, o incluso de unos pocos cientos de millones de dólares. Teniendo en cuenta la compensación cierta por la venta y un incierto futuro yendo solo, no es de extrañar que mucha gente tome el dinero. Varias empresas han rechazado ofertas de cientos de millones de dólares sólo para fracasar unos años más tarde. Así que dejarle a otra persona la tarea de erigir una empresa, podría no ser tan mala idea.

El Sr. Vardi, ciertamente, cree que sí lo es. «Estamos desarrollando propiedad intelectual, no simplemente empresas», dice. Desgrana una lista de gigantes tecnológicos estadounidenses, desde Intel hasta Google, con operaciones en Israel en que han quebrado empresas locales. Varias han estado en Israel durante décadas. Son estas multinacionales, dice, que crean «el 30°, 40° y 500°» puesto de trabajo en nuevos emprendimientos israelíes. Intel emplea a más de 7.500 personas en el país, HP también cuenta con varios miles de personal, IBM cuenta con más de 2.000. Este mes, Apple hizo su primera adquisición en Israel, Anobit, un fabricante de partes para las unidades de memoria flash, por una suma informada de $390 m. Se dice que está también creando un centro de investigación.

Israel no es el único al que le cuesta decidirse sobre la venta de sus empresas de cosecha propia. En Gran Bretaña, el año pasado, la venta de Autonomy, una compañía de software, a HP, por $11 millones, provocó un breve lamento nacional. Algunos israelíes desearían que sus cultivos crecieran más en el campo, antes de la cosecha. La mayoría de los países se conformarían con sembrar la mitad de la semilla.

Fuente: The Economist
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión:
www.porisrael.org

 
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