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| sábado abril 20, 2024

Los cristianos amenazados en Siria


Daniel Brode, Roger Farhat y Daniel Nisman*

28 de junio, 2012

The New York Times

Tel Aviv, Israel – Durante el mes pasado, llegaron informes desde la ciudad siria de Qusayr, acerca de una advertencia de mal presagio para los cristianos de la ciudad: O se unen a la oposición (liderada por los sunitas contra Bashar al-Assad) o deben abandonar el lugar. Poco después, miles de cristianos huyeron de la ciudad. Luego de décadas de protección, por parte de una dictadura de tendencia secular, el ultimátum de Qusayr advirtió acerca de un futuro oscuro para la comunidad cristiana de Siria. Dado que el conflicto, de 15 meses de duración, embravece sin un final a la vista, muchas minorías de Siria tuvieron que enfrentarse, cara a cara, con la emergente amenaza planteada por los islamistas sunitas radicales. Esos elementos se establecieron como el factor principal en el futuro de Siria, con el inmenso apoyo político y económico del mundo árabe y la indiferencia de Occidente.

A través de los años, los cristianos, como muchas otras minorías en la región, prestaron  su apoyo a aquellos regímenes que garantizaban su seguridad y libertad religiosa. En Irak, los cristianos ascendieron  a las más altas esferas de la sociedad bajo el régimen de Saddam Hussein, mientras que, en Egipto, los cristianos coptos fueron protegidos de los ultraconservadores Salafistas, bajo el mandato de Hosni Mubarak. Como líderes seculares de la hermética secta Alawita, la dinastía Assad preservó  la vida cristiana, protegiendo las minorías en Siria de lo que se percibía como una amenaza colectiva de la mayoría sunita del país.

Viendo cómo van cayendo como fichas de dominó a través de la región, sus dictadores – en algún momento protectores -, los cristianos se hallaron, de repente,  del lado incorrecto de la historia. Enfrentados a una creciente marea de Islam Sunita radical, los cristianos en Irak y Egipto abandonaron, de a miles,  sus lugares. En Siria, la preocupación respecto a la represión cristiana cayó  en oídos sordos,  ahogada por el apoyo popular por la oposición del país frente a la brutal ofensiva del régimen de Assad.

En marzo pasado, unos meses antes del ultimátum de Qusayr, militantes islamistas de la Brigada Faruq de la oposición fueron puerta por puerta en los vecindarios de Homs – Hamidiya y Bustan al-Diwan, expulsando a los cristianos locales. Después de esas incursiones, alrededor del 90 por ciento de los cristianos – según los informes – abandonaron  la ciudad hacia áreas controladas por el gobierno, países vecinos o un trecho de tierra cerca de la frontera libanesa, llamado el Valle de los Cristianos (Wadi al-Nasarah). De más de 80.000 cristianos que vivían en Homs antes de la revuelta, unos  400 permanecen allí actualmente.

La limpieza de vecindarios cristianos de Homs ocurría mientras el ejército sirio bombardeaba el bastión de la oposición sunita de Baba Amr, logrando  que los medios internacionales focalicen naturalmente en historias de niños mutilados por los proyectiles de artillería y las balas de francotiradores de Assad. En las Naciones Unidas, los oponentes de Assad no lograron destacar la persecución cristiana en Homs, ya que de ese modo arriesgaban satisfacer una campaña, encabezada por los rusos, para preservar el gobierno del dictador a través de la deslegitimación de los rebeldes sirios por sus atrocidades.

Mientras las fuerzas rebeldes continúan debilitando el control de Assad sobre el país, los cristianos de Siria continúan siendo expulsados o quedan a merced de una oposición sunita cada vez más extremista.

Para la nueva generación de jihadistas sunitas, Siria se convirtió  en el último frente en la lucha por arrancar el control de la región de las sectas religiosas rivales y la ocupación extranjera. Muchos de esos combatientes provienen del Norte de África y el Golfo, llegando a Siria con armas, fondos y una ideología radical.

Dentro de Siria, la reticencia de la comunidad internacional por contrarrestar el ataque de Assad dejó  a la población sunita con sentimientos de aislamiento y abandono,  llevando a grandes grupos de jóvenes hacia las armas de clérigos radicales. Esa ideología intransigente deja poco espacio para varias minorías del país en el futuro de Siria – incluyendo a los cristianos.

Salvar a la comunidad cristiana siria es coherente con los intereses estratégicos de Occidente. Si las experiencias de Irak y Egipto sirven, de alguna manera,  de indicador, la intolerancia religiosa engendra inseguridad y efervescencia. El caso de Siria no es diferente. Los oponentes de Assad de ambos lados del Atlántico deben evitar que los islamistas radicales se alojen en la oposición siria y deberían adoptar una postura firme contra sus patrocinadores en el Golfo.

Como dijera en alguna ocasión Kamal Jumblatt,  ex líder de la minoría drusa libanesa: “En Medio Oriente hay lugar para todos los hombres, pero no para sus ambiciones”. Jumblatt mismo fue asesinado eventualmente en manos de Hafez al-Assad, pero sus palabras suenan, hoy,  sinceras.

La destitución del régimen de Assad se convirtió  en una obligación moral mundial, pero también tiene el deber de garantizar que el futuro de Siria guarde un lugar para todas las minorías.

*Daniel Brode, Roger Farhat y Daniel Nisman son analistas de inteligencia en Max-Security Solutions, una empresa consultora de riesgo geopolítico en Medio Oriente. Se especializan en asuntos sirio-libaneses.

 
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