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| jueves abril 25, 2024

El objetivo de la “historia” palestina


Welka Kotlar

Para PorIsrael

Jerusalem-mosque

La página de la Embajada Palestina en Malasia sostiene que “a lo largo de sus 50.000 años de historia, Jerusalén ha continuado prosperando como un importante centro político y cultural y una hogar para la fe para las tres religiones monoteístas. […] Hasta hoy, la ciudad sigue siendo el corazón del conflicto árabe-israelí.”

El terrorismo, la negativa a crear un estado árabe palestino al oeste del río Jordán en 1947; su silencio entre 1948 y 1967, su negativa para negociar la paz y obtener un estado en reiteradas veces (Camp David y Taba, como ejemplos paradigmáticos); ¿no forman estos puntos una misma causa para el conflicto?

Mas allá de esto, al parecer la ciudad de Jerusalén tiene una historia apócrifa de 47 mil años. ¿Quién gobernó durante ese lapso? ¿Qué religión predominaba? ¿Cuál era la moneda o el medio de cambio?

La embajada, continúa diciendo que Jerusalén “permaneció bajo el reinado del emperador romano oriental desde el año 400 D.C. hasta que abrió sus puertas para el califa Omar Ibn Al-Jattab…”

Es decir, que el recuento histórico que hacen comienza con los romanos… ¿Y la otra gran parte de esa historia apócrifa? Algo es seguro, los judíos han sido borrados, por los palestinos, de las páginas de la historia real.

Y, claro, la ciudad abrió sus puertas al Califa; Omar no conquistó. El arte palestino de reescribir la historia, de banalizar la realidad; de pervertir los hechos y los datos. En definitiva, la invención de una historia ancestral para un pueblo que nació como muy temprano en la década de 1950.

Esta aseveración no es un ardid difamatorio, es la realidad según la entienden los propios líderes palestinos; tal como lo expresó,  el 31 de marzo de 1977, en una entrevista al diario holandés Dagblad Verdieping Trouw, Zahir Muhsein, miembro del comité ejecutivo de la OLP: “El pueblo palestino no existe. La creación de un estado palestino es sólo un medio para continuar nuestra lucha contra el estado de Israel. Sólo por razones políticas y tácticas hablamos hoy de la existencia de un la existencia de un pueblo palestino. Jordania, que es un estado soberano, con sus fronteras definidas, no puede reclamar Haifa y Jaffa, en tanto que como palestino, puedo sin duda demandar Haifa, Jaffa, Beer-Sheva y Jerusalén.”

En el interesantísimo artículo El mito del Pueblo Palestino, Pancracio Celdrán, Dr. en Filosofía y Master en Historia Comparada afirma que Los que se hacen llamar llegaron al actual Israel en el primer tercio del siglo XX procedentes de Jordania, Siria y Egipto, “porque la presencia cada vez más numerosa de los judíos sionistas creó fábricas, saneó el suelo, creó mano de obra: al reclamo de la actividad judía se arracimaron en una tierra que nunca habían habitado por la sencilla razón de que era inhabitable por su insalubridad y pobreza”. En 1922 llegaron 650.000 árabes. En 1930 el Hope Simpson Report indicaba: “la lista de parados está ampliándose por la constante inmigración árabe a través de Transjordania y Siria”.

Pero es innegable que Jerusalén es un pilar del pueblo palestino y del Islam; el Corán tiene la prueba de ello: ni una sola vez se menciona a la ciudad (la Torah la menciona 667 veces). No sólo eso, se reza mirando a la Meca, no a Jerusalén. No sólo eso, Hamas ha  lanzado misiles contra la ciudad que tanto dicen amar. Lo dicho, Jerusalén es un pilar palestino, como Atenas es un pilar para el pueblo de Trinidad y Tobago.

Así, el relato histórico palestino se funda en la usurpación de la historia judía, en la apropiación de sus figuras y su espacio; borrando al judío, simultáneamente, de la historia misma. El escritor francés Alain Robbe-Grille decía en su libro Repetición, que se proponía dar una relación de los hechos de la realidad, no que se referiría a eso que llaman verdad histórica. La “historia palestina” tiene más que ver con esa verdad que nace de la mitología como método histórico y de la repetición como fórmula de aceptación; los hechos, simplemente no tienen cabida, puesto que no existen.

Justamente, el pensador argentino Juan Bautista Alberdi (Grandes y pequeños hombres del Plata) proponía que:

“Hay dos modos de escribir la historia: o según la tradición y la leyenda popular, que es de ordinario la historia forjada por la vanidad, una especie de mitología política con base histórica; o según los documentos, que es la verdadera historia…”.

La base histórica palestina es la historia del pueblo judío en Oriente Medio. Los documentos, sencillamente no existen. Por ende, no hay una verdadera historia palestina.

Lo único auténtico que existe es una aristocracia de la gloria, un relato que es una simple galería de modelos perversos. Lo que existe es la glorificación del terrorismo, la idolatría de los “mártires” (asesinos y terroristas).  A partir de esto, surge un interrogante: si sus héroes son los terroristas, ¿es razonable pensar que la suya es la historia del odio y de la violencia?

Todo esto, por paradójico que parezca, no es lo peor. El hecho de que gran parte de Occidente haya decidido alentar y creer esta ficción política con pretensiones históricas, es lo realmente preocupante.

Alberdi decía que entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha que, juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente. Pero si ese pasado está adulterado, ¿cómo se ocupa uno del presente? La distorsión operará, consecuentemente, de manera distorsionada sobre la actualidad.

Así, se acepta y se aplaude la táctica palestina: hoy rechazo lo que mañana exigiré. El fin: el desprestigio de Israel, su deslegitimidad: las semillas de aquiescencia (o, al menos, una “justificación” para el tolerante silencio) que, en un futuro, permita llevar a cabo lo que Asma Pasha, Secretario General de la Liga Árabe anunció el 15 de mayo de 1948: “Esta será una guerra de exterminación”.

El pueblo judío ya conoce ese silencio, esa connivencia, esa complicidad que existe en la inacción; posibilitados por la propagación insistente de los libelos, del odio, la demonización y el señalamiento destacado.

El objetivo de la “historia” palestina sería, de esta manera, doble. O, mejor dicho, se llevaría a cabo en dos etapas: hurto de la historia judía (en tanto que se deslegitima y demoniza su estado). Si no existe historia, ¿existe realmente un pueblo? Si ese pueblo no existe, ¿se lo puede exterminar? Esta contradicción, ¿hace que ese exterminio no sea un crimen a ojos de la “mayoría”?

¿Es esto lo que pretenden los palestinos? Hamas dice que sí. Fatal ejerce otro papel, ¿pero el fin es el mismo? La historia de sus acciones no da una respuesta negativa a esta pregunta: han hecho lo que han hecho (y hacen) para borrar a Israel del mapa. Por ahora sólo lo han logrado en sus libros de texto de los que “aprenden” sus niños.

Fuente y difusion : www.porisrael.org

 
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