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| sábado abril 20, 2024

Necesitamos la radicalización del discurso de los dirigentes comunitarios judíos


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El “punto medio” es un síntoma de lo que Ayn Rand llamó “el culto a la moral gris”. Esa práctica tan en boga en nuestros días de rechazar ver las cosas en términos de blanco o negro, y preferir la actitud mediadora entre extremos opuestos, el espíritu de conciliación ante lo que se muestra como irreconciliable, y la transigencia con lo que se sabe injusto o falso. Como se ve, esta mala costumbre lleva a hacer retroceder a la justicia frente a la injusticia, y traicionar el campo de lo bueno cediéndole espacio a lo malo. Los resultados no pueden ser óptimos.

El punto medio, o matices de grises, es lo que lamentablemente escuchamos en los discursos de muchos representantes de la dirigencia comunitaria judía en lo que a Israel y la guerra en su contra concierne. Hay una desagradable corrección política en la forma de presentación de ideas, y en el contenido puntual de las mismas. Así, la causa de Israel es expuesta de manera tergiversada, o bien liviana, sin dar a entender su verdadero y legítimo alcance. Y por esa pasividad o negligencia, el enemigo de Israel gana el terreno cedido (metafórica y literalmente).

Escuchamos de parte de nuestra dirigencia que “hay que firmar la paz en Medio Oriente y acordar la creación de un Estado palestino”, como si bastara una mera expresión de deseos para justificar el punto; y no hiciera falta un análisis de la realidad para contemplar las oportunidades de lograrlo, y más aún, verificar la justicia (si la hubiera) en tal posición. La fórmula “dos Estados para dos pueblos” que está detrás de toda campaña por la paz, se ha insertado con éxito en las mentes de la dirigencia. Y a decir verdad, esto último no es peculiar de ellos, ya que es una política que el propio Estado de Israel a nivel oficial ha aceptado y asumido.

Ahora bien, están aquellos que quieren la paz inmediata, a toda costa, con la consiguiente creación del Estado palestino; y aquellos que no la quieren de manera inmediata sino tras un sincero proceso de acuerdos bilaterales, sin renunciar a posiciones fundamentales de Israel, pero en definitiva conduciendo al mencionado Estado palestino. Entre ambas posiciones, hay una diferencia: la segunda proclama exigencias como reconocimiento de derechos básicos, que a la primera le resultan banales o por lo menos no prioritarios frente a la urgente necesidad de paz. Sin embargo, las dos comparten en el fondo un punto: el camino conduce hacia la creación del Estado palestino, tarde o temprano, de una forma u otra.

En la inmensa mayoría de los casos, ya no se discute la justicia en la creación o no creación del Estado palestino; solo se discuten los medios para implementar una decisión que ya parece tomada definitivamente.

Y aquí es donde la moral gris del punto medio causa su daño. Están quienes creen que la paz se puede firmar con asesinos sin que estos renuncien a serlo, porque satisfaciendo unos mínimos reclamos el panorama cambiará. Están quienes establecen equivalencias entre las pretensiones justas de autodefensa de Israel y las pretensiones injustas de las políticas de sus enemigos. Y están quienes saben que no hay condiciones propicias para la paz y el surgimiento del Estado palestino porque no puede existir negociación sensata teniendo a terroristas, tiranos que han jurado asesinarnos o representantes que no nos reconocen como contraparte, y aún así maquillan la situación haciéndole creer a su público que del otro lado hay un verdadero socio dispuesto a tendernos la mano en un acuerdo honesto sin sospechas. Es más, están quienes no quieren saber nada con la creación del Estado palestino, pero que dejándose llevar por la corriente del momento no alzan su voz y se pierden río abajo confluyendo con los demás.

Por supuesto, hay dirigentes que cumplen papeles oficiales en instituciones sionistas financiadas con dinero de Israel, los cuales tienen que mantener en cumplimiento de su deber una determinada línea discursiva que sea igual o afín a la que se maneja en la política pública israelí. No necesariamente porque Israel baje línea (de hecho es sabido que la dirigencia sionista en la diáspora por más que reciba material didáctico trabaja con libertad de contenidos), sino por el propio respeto del dirigente hacia las ideas que transmite la institución y le interesan a los financistas de la misma en la cual asume el cargo. Si Israel ya ha aceptado oficialmente la futura creación de un Estado palestino en el marco de un tratado de paz, el dirigente en cuestión no podrá cómodamente salir a hablar del rechazo a esta posición precisamente en representación de Israel a través de una institución que mantiene la línea oficial. Pero el resto de la dirigencia, que no tiene compromiso alguno con el mantenimiento por decisión propia de una línea oficial; si considera improbable, o más profundamente una injusticia, la creación del Estado palestino ¿por qué no lo dice? ¿Se está cuidando de algo (como se cuidan los políticos a la hora de medir qué revelaran y qué ocultarán)? ¿Tiene miedo de no “pertenecer” al club de la corrección política que trae popularidad?

El punto medio se da por dos razones principales, la primera siendo reflejo de la segunda: por la conveniencia política de mantener una posición conciliadora que procure no dejar afuera a los diversos intereses en juego (aunque estos sean espurios); y porque es una visión del mundo instalada y acentuada en la cultura actual donde se cree que lo correcto está en el medio y que solo así se consigue la honradez y el apropiado desempeño moral, lejos de los extremos que son malos por definición.
Los dirigentes que quieran salir de la pegajosa corrección política y actuar acorde a lo que indica la realidad, deben superar esto. Hay un problema si se está quedando bien con los buenos y con los malos por igual; y hay un problema si se piensa que los buenos tienen ciertas razones legítimas al igual que los malos. En un choque de posiciones entre el bien y el mal, la única opción moral correcta es ponerse completamente, sin transigencias, y en modo extremo, del lado del bien. Por lo tanto, aquellos que estén en contra de la creación de un Estado palestino en términos morales, deben decirlo. Su voz necesita ser escuchada, y hacer las veces de un rayo de nueva luz blanca que ilumine lo que por mucho tiempo ha estado en la penumbra gris y que nos aleje definitivamente de la negra oscuridad.

Ciertos dirigentes musulmanes y simpatizantes judeofóbicos entienden lo que es afirmar una posición y situarse en un extremo para defender sus reclamos. En la última celebración del Día Internacional de Al-Quds en solidaridad con la causa palestina, el Sheik Abdul Karim Paz de la mezquita At-Tahuid en Buenos Aires, dijo en relación a Israel: “queremos que ese Estado desaparezca, sin que caiga la gota [de sangre] de ningún judío; sí queremos que este Estado desaparezca”[1]. Agregó sobre las futuras realizaciones de esta celebración, en alusión a su militancia anti-Israel: “Estaremos frente a la embajada de Israel, mientras exista ese Estado opresor”[2]. La difusión del evento, se hizo con un flyer donde figuraba la imagen del ayatollah Ruholla Khomeini, líder de la revolución islámica de Irán, asesino, tirano, y promotor de la destrucción de Israel.

Como se observa, Karim Paz hace un llamamiento explícito en sus discursos a la destrucción de Israel. No hay medias tintas. No hay un gris. Sostiene una posición, y lo hace de manera extrema. Frente a esto, nuestros dirigentes no deben transigir; no hay punto medio posible con quien quiere nuestra destrucción, no hay beneficio que podamos obtener de tal estrategia, sino solo una rendición que puede parecer parcial en un principio pero que indefectiblemente será total en el final. ¿Qué queda para nuestros dirigentes? Adoptar una posición extrema: la existencia de Israel no es negociable, acuerdos con asesinos no son posibles, creación de un Estado palestino en manos de judeófobos promotores de la destrucción de Israel no es viable. Y todavía más: la mismísima creación de un Estado palestino es una injusticia, un robo y un daño contra la integridad de Israel. ¿Qué hace el punto medio en una situación como esta? Le concede un poco de razón a cada parte; tal vez Israel debería ser mínimamente destruido, o arrodillarse levemente a las pretensiones rivales y permitirles construir un Estado (desde el cual en el futuro lo atacarán mejor). ¿Qué permite nuestro extremismo? Defender nuestra posición como debe ser defendida, en su totalidad y sin permitir que el mal avance sobre lo que nos pertenece por derecho. ¿Cuál es la diferencia si hay extremismo de Karim Paz, y hay un extremismo que puede ser nuestro? La diferencia no viene dada por la coherencia para defender algo, sino por el contenido de las causas que se defienden. La dirigencia musulmana que adopte la posición de Karim Paz está defendiendo una causa injusta y no tienen razón; en cambio, los dirigentes judíos que defienden la integridad de Israel sostienen una causa justa y tienen razón.

Necesitamos la radicalización del discurso de los dirigentes comunitarios judíos. Hay que establecer puntos de los cuales no nos moveremos y líneas que no permitiremos atravesar, que se correspondan con una defensa íntegra de la causa de Israel. Y si esto implica la no creación de un Estado palestino, tema que está de moda en el ambiente de la corrección política, pues hay que expresarlo con la seguridad de quien manifiesta algo a sabiendas de que la razón está de su parte. Aún a riesgo de no “pertenecer” al club. Es difícil que Israel, siendo el judío entre las naciones, llegue a pertenecer a un club de nenes buenos aún satisfaciendo todos los requisitos de entrada.

Dirigentes, no acallen en sus discursos las razones de Israel. No caigan en el punto medio que termina haciendo que gane el enemigo. No rindan culto a la moral gris que beneficia a los peores. Radicalicen su discurso de defensa de Israel. Si piensan que Israel lo merece, eso es lo que tienen que hacer por el.       

 


 

 
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