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| viernes marzo 29, 2024

Parasha Ki Tavo


parasha

La Parashá comienza ordenando que, al entrar a la Tierra de Israel y cosechar los primeros frutos, los mismos debían ser llevados como ofrenda al Bet Hamikdash, y allí el que los llevaba debía expresar su agradecimiento a Di-s por todas sus bondades.

También están incluidas en esta Parashá las leyes de los diezmos para los levitas y los pobres.

Es ordenado que al entrar a la Tierra de Israel seis tribus (Simón, Leví, Iehudá, Isajar, Iosef y Biniamin) se debían ubicar en el Monte Guerizim y otras seis tribus (Reuben, Gad, Asher, Zebulún, Dan y Neftalí) en el Monte Eival para escuchar las bendiciones por el cumplimiento de los mandamientos de Di-s y las maldiciones en el caso contrario.

Moshé les recuerda que son el Pueblo Elegido por Di-s, al tiempo que ellos han elegido a Di-s al aceptar su Torá.

La última parte de Ki Tavó contiene el reproche dirigido al pueblo por Moshé, en el que se predicen todos los castigos que esperan al pueblo cuando abandonen los caminos de Di-s.

Moshé concluye diciéndole al pueblo que tras cuarenta años de vagar por el desierto, recién en ese día Di-s les dio razón para entender, ojos para ver y oídos para escuchar.

 

RAZÓN PARA ENTENDER Y OJOS PARA VER

La generación que creciera en el desierto estaba habituada a los milagros que diariamente ocurrían ahí: El maná, el agua brotando de la roca, las ropas que no se gastaban, las nubes protectoras.

Recién cuando llegaron a los límites de la Tierra Prometida, se dieron cuenta que lo que parecía normal para ellos, eran en verdad grandes milagros que Di-s había llevado a cabo

Así también nosotros debemos comprender y ver los grandes milagros que día a día Di-s lleva a cabo para con nosotros. El simple hecho de despertarnos cada mañana es de por si un gran milagro.

 

JAI ELUL (18 DE ELUL)

 

Jai significa 18, pero también significa vida, y es porque en Jai Elul resurgió la vida para el Pueblo de Israel, que nosotros recordamos esta fecha.

El 18 de Elul del año 5458 (1698) nacía Rabí Israel ben Eliézer, el Baal Shem Tov, fundador del movimiento jasídico.

Y también un 18 de Elul, pero del año 5505 (1745) nacía Rabí Schneur Zalman de Liadi, el Baal HaTania, Primer Rebe de Jabad Lubavitch y nieto espiritual del primero.

El Baal Shem Tov siempre enseñó que el servicio a Di-s debe brotar del corazón y debe ser con alegría y fe sincera.

El Baal HaTania enseñó que en cada cosa existente hay una chispa de la fuerza creadora de Di-s.

Que por el mérito de estas dos Luminarias de Israel este 18 de Elul sea el último del Galut (exilio) y el primero de la Gueulá (redención).

 

 

 

 

 

El conocimiento

Por Tzvi Freeman

 

¿Por qué la adolescencia es el momento en el que nos convertimos en Bar Mitzvá ? Porque algo dramático sucede en la mente en este momento: una especie de despertar, un estado de conciencia, una conciencia de la propia existencia, “yo existo”.

Los sabios judíos lo llamaron daat, que podría traducirse como “conocimiento” o “conciencia”. Conocimiento, en general, significa la posibilidad de discernir sobre las cosas que están fuera de uno mismo. Pero este daat es el conocimiento de aquel que se está conociendo. El “yo”.

No hay nada más aterrador que este conocimiento del “yo” ni tampoco nada hay más poderoso. Sin él, no hay responsabilidad, no hay libertad, no hay manera de que tomes tu vida en tus propias manos. Todas estas cosas solo son posibles una vez que puedes mirar hacia atrás y preguntarte: “¿Por qué hice eso y no esto?”. “¿Es esto realmente lo que quiero hacer?”. “¿Es esto realmente lo que quiero ser?”. Solo entonces, podrás ser considerado un bar mitzvá.

No, no es algo repentino. Conseguir daat es un proceso gradual. Parece que está muy relacionado con el desarrollo del lenguaje. De hecho, la Mishná nos dice que aquel a quien le falta el lenguaje, un inexperto sordomudo, también le falta daat.

A los tres años, la mayoría de los niños tienen suficiente daat para empezar a aprender la diferencia entre el bien y el mal. Es por eso que en ese momento, un niño judío, tradicionalmente, comienza su educación formal. Los sabios determinaron que la mayoría de las personas desarrollan desde los veinte años una “mentalidad propia”.

Pero ninguna transformación en la vida puede compararse con la de la adolescencia. A esa edad, el daat sale de su capullo y emerge un ser humano. Eso es un ser humano: un ser que se conoce a sí mismo.

Los electrones saben la dirección de los polos positivos y negativos de su campo electromagnético; si no fuera así, no tendríamos electricidad en nuestros hogares. Cada átomo conoce cada átomo del universo, de lo contrario, no tendríamos gravedad. Las arañas conocen la geometría de sus telarañas. Cada animal conoce los rituales de apareamiento, de aseo, de cazar y ser cazado, de la vida y la muerte.

Pero ninguno de ellos se sentará a reflexionar sobre esos rituales. La araña nunca cuestionará su necesidad de girar, las aves nunca discutirán la sabiduría de sus rutas migratorias. Los electrones nunca harán una rebelión en contra de su campo electromagnético.

El cuervo tiende a ser cruel con sus crías y el águila generalmente es muy bondadosa con sus aguiluchos. Pero nunca encontraremos un comité de cuervos discutiendo métodos de crianza más bondadosos, ni águilas yendo a un curso de padres para aprender a poner límites.

Solo una criatura se sienta y reflexiona: “¿Debo ser como un cuervo o como un águila? ¿Gordo o flaco? ¿Débil o fuerte? ¿A dónde se dirige mi vida y qué estoy creando? ¿Hay alguna razón de ser?”.

Solo basándonos en esta idea que podemos considerarnos estar en la cima de todas las criaturas existentes. En muchos niveles habrán otras criaturas que nos supere: en fuerza, en rapidez, en la nitidez de los sentidos, en la belleza, en la longevidad, incluso en la sabiduría de supervivencia.

Solo en el conocimiento de nosotros mismos y en la opción de convertirnos en lo que deseamos llegar a ser, estamos más allá de todas las creaciones de Di-s incluso de los ángeles. Y esa es la cumbre a la que subimos en el día que nos convertimos en bar mitzvá.

(Extraído de www.es.chabad.org)

 
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