El calendario hebreo es una particular mezcla de fiestas de origen religioso e histórico. Por ejemplo, en tiempos del Templo de Jerusalén la población solía peregrinar a la capital tres veces al año: en Pesaj, Shavuot y Sucot, tres celebraciones ligadas al concepto de la libertad. La mayoría de fiestas restantes tienen un origen histórico, como Purim (salvación del aniquilamiento a manos de los persas), Janucá (rebelión contra los griegos), Lag BaOmer (contra los romanos), Tisha veAb (destrucción de los Templos, etc.). Incluso hay una subcategoría que se refiere a las celebraciones modernas como Yom haShoá (recordación del Holocausto), Yom haZikaron (de los muertos por el Estado de Israel), Yom haAtzmaut (de su independencia) o Yom Yerushalayim (dedicado a Jerusalén).
Sin embargo, hay una tercera categoría que supone el mayor grado de importancia: las fiestas de reflexión, donde destacan el semanal descanso del shabat y el día del arrepentimiento, o Yom Kipur. Este año, de manera excepcional, ambas celebraciones coinciden y no por ello se excluyen mutuamente (como en otros casos en que la fiesta se posterga al final del shabat). Ello es así justamente por compartir su carácter meditativo, un ejercicio que, no obstante, no se considera trabajo, acción o creación, prohibidos el séptimo día de la semana, por lo que a Yom Kipur también se le conoce como shabat shabatón, es decir, el shabat de todos los shabat, la forma más elevada de la reflexión a través de la inacción.
Esta inacción se ejecuta a través de un ayuno individual y en el rezo colectivo, elemento este último que lo diferencia más que cualquier otro de otras religiones y disciplinas meditativas. Rezamos, reflexionamos, pedimos la gracia divina para nosotros y los nuestros, pero en comunidad, ya que no somos sólo hijos de la divinidad, sino su pueblo.
Que sean inscriptos en libros de larga vida
Excelente articulo, no por ser conciso y breve deja de ser muy completo, y también muy educativo…