Israel es el único país del Mediterráneo Oriental que no está implicado en la crisis de los refugiados sirios. A éstos ni se les ocurre buscar refugio en el que se supone que es un Estado enemigo.
¿Y si eso cambiara?
La comunidad drusa israelí está presionando al Gobierno para que acepte refugiados drusos sirios.
Se trata de una idea interesante. Los drusos son árabes, pero no musulmanes. No, en realidad, no lo son. Pertenecen a una secta escindida hermética y minoritaria, en buena medida de orientación laica, y no aceptan conversos. La mayoría de los principios de su religión son secretos, y, como minoría, adoptan una postura especial respecto a la política regional.
Los drusos no son tantos como para construir un Estado propio. Su comunidad se halla dividida entre Israel, el Líbano, Siria y Jordania. En cada uno de estos lugares se alían con quien se encuentre en el poder para poder mantenerse a salvo.
En Israel son leales sionistas. En Siria han estado de parte de Bashar al Asad. En los Altos del Golán, ocupados por Israel, dividen sus lealtades entre Israel y Siria. En parte, son leales a Israel porque viven bajo soberanía israelí, pero también son parcialmente leales a Siria por si acaso Israel devuelve los Altos. En el Líbano, bajo el liderazgo de Walid Jumblatt, cambian al ritmo que lo hace el siempre mutable panorama político.
Raramente causan problemas a quien se halla en el poder, si es que alguna vez lo hacen. Y son mucho más perspicaces que nadie a la hora de saber a qué caballo apostar en las luchas de poder. Tienen que serlo o no sobrevivirían.
Así pues, si los drusos de Siria acaban buscando la protección israelí, será sólo porque la dinámica de poder en el Mediterráneo Oriental está en proceso de sufrir un cambio permanente. Los líderes de la comunidad drusa israelí parecen creer que están ante una posibilidad real, o ni siquiera hablarían de ello.
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