La semana pasada, el Secretario de Estado John Kerry – el más ferviente partidario de las negociaciones nucleares con Irán de la Administración Obama- dijo, en un discurso, que EEUU “no sucumbiría a tácticas temerarias y fuerzas que sugieren” que es incorrecto poner a prueba la voluntad de Irán para hacer concesiones nucleares.
Esa declaración, hecha en un evento auspiciado por Ploughshares Fund (grupo que se opone a la proliferación nuclear pero que, a veces, parece demasiado relajado sobre el peligro de Irán nuclear) fue entendida como un tiro por elevación dirigido hacia el PM Benjamín Netanyahu, quien sostiene que, la Administración americana y sus aliados europeos, caminan hacia una trampa de la imaginación iraní.
En su última fase del drama de Irán, las diferencias entre Netanyahu y el Presidente estadounidense Barack Obama se ocultan a la vista pero, ahora, vemos pequeñas fisuras. Soy curioso para conocer lo que otros, en la Administración Obama, piensan acerca de la postura actual de Netanyahu (posición que comparte, sea dicho de paso, con muchos en el Senado estadounidense), de manera que – en una visita al Pentágono, la semana pasada- una de las primeras preguntas que formulé al secretario de Defensa, Chuck Hagel fue: ¿Está, de hecho, Netanyahu usando tácticas para asustar y torpedear las negociaciones con Irán?
“Pienso que el PM Netanyahu está, legítimamente, preocupado (como cualquier primer ministro de Israel lo estaría) sobre las necesidades futuras de seguridad de su país”, dijo Hagel. Netanyahu, continuó, “tengo una historia muy clara en cuanto a mi posición”.
Ahora Hagel, en su noveno mes liderando el Pentágono, sostiene que las amenazas de Netanyahu (tomar acción militar contra sitios nucleares iraníes, combinada con la presión de las sanciones), pueden alentar a Irán a tomar, con seriedad, las negociaciones.
“Es verdad que las sanciones- no solo las de EEUU sino las de Naciones Unidas y las penalidades multilaterales- provocaron un tremendo daño económico”, dijo Hagel. “Incluso muchos de los líderes de Irán lo reconocieron. Y pienso que Irán está respondiendo a la constante presión israelí sabiendo que, Israel, cree que son una amenaza existencial. La combinación de todo, llevó a los iraníes a donde estamos. Si lo mueven adelante, está por verse”.
Hagel se aseguró de absolver a Netanyahu del cargo que intenta subvertir las conversaciones nucleares. “No pienso que esté, de modo intencional, intentando hacer descarrilar las conversaciones”; dijo.
Hablamos en la oficina de Hagel, alrededor de una mesa pequeña. Un retrato de Winston Churchill, que es, pura coincidencia, el héroe de Netanyahu (no el de Obama) cuelga en la pared. Para aquellos que no prestaron mucha atención a Hagel desde sus audiencias de confirmación, su simpática lectura de la posición de Netanyahu llega como una sorpresa. Después de todo, Hagel estuvo bajo un sostenido ataque (por parte del ala conservador del campo pro-Israel) como peligroso para el Estado judío, retratado como alguien suave sobre Irán e ingenuo en relación a los palestinos y sus intenciones.
Ahora, esas acusaciones son olvidadas. Hagel trabajó, de manera asidua, para asegurar que Israel mantenga su, así llamada, ventaja militar cualitativa sobre sus enemigos. Desarrolló estrechos lazos de trabajo con el ministro de Defensa de Israel y sus generales; y grupos judíos, alguna vez cautelosos, lo cobijan. La semana pasada, habló en un encuentro nacional de la Liga Anti-Difamación y confirmó, en público, que el Pentágono siguió la rápida entrega de seis aviones V-22 Osprey a Israel. Esos son aviones que pueden ser usados para insertar, de manera cautelosa, comandos en localidades hostiles y distantes como… Irán. Sin embargo, Israel no obtiene todo lo que quiere de EEUU; en especial la clase de municiones que puedan explotar a través de los reforzados techos de las instalaciones nucleares de Irán. “Sospecho que los israelíes quisieran un inventario de todo pero, ciertas cosas, mantenemos como propiedad, y lo saben”, dijo Hagel.
En una conversación, de 75 minutos, Hagel me dio su versión de la crisis del Medio Oriente. Encontré que no es como hablar con Donald Rumsfeld. Entrevistar a Rumsfeld era como hacerlo con una hoja de afeitar; un movimiento equivocado y te cortas. Hagel es tranquilo, conversador y muy, pero muy, discursivo. Encontré, en ciertos momentos, difícil distinguir los temas obvios en el enfoque de la Administración Obama sobre la región. Esto podría no ser culpa de Hagel, por supuesto. El enfoque actual de la Administración es, tomado de Churchill, una clase de budín sin tema.
Las circunstancias conspiran maldiciendo a Hagel con un portafolio diplomático desafiante, incluso cuando es forzado a pasar mucho de su tiempo luchando con el presupuesto del Pentágono. Es bien sabido que es el principal punto de contacto americano con el General Abdel Fatah al-Sissi, líder de la junta militar egipcia. Ambos hablaron más de 25 veces desde el acontecimiento de julio, que depuso al presidente electo, Mohamed Mursi de La Hermandad Musulmana.
Hagel estuvo en contacto con otros líderes árabes del (relativamente hablando) campo moderado, preocupados sobre el posible retiro de EEUU de Medio Oriente. Esas figuras incluyen a Mohammed bin Zayed al Nahyan, príncipe de Abu Dabi, y la figura de defensa más importante en los Emiratos Árabes Unidos. MBZ, tal como es conocido, es uno de los numerosos líderes árabes que temen (tanto como los israelíes) que todo vacío creado por la partida de EEUU de Medio Oriente sea llenado por Irán.
En mi próxima ponencia, discutiré el argumento de Hagel que, a pesar de la creación de un “nuevo orden mundial” en el que el poder se esparza con rapidez; no hay un sustituto plausible para EEUU y, además, a pesar de su obvio registro pro-Israel como secretario de Defensa, aún está comprometido con una cantidad de ideas sobre la paz en Medio Oriente que podrían ya no ser operativas.
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