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| viernes marzo 29, 2024

Parasha Vaigash


 

Al ser encontrada la copa de Iosef en la bolsa de Biniamin, los hermanos vuelven a Egipto compungidos.

Una vez ante Iosef éste les dice que pueden volver a Canaan, pero que Biniamin quedará como esclavo. Iehudá comienza a discutir con Iosef, buscando liberar a su hermano menor, afirmando que si Biniamin no vuelve su padre morirá de pena. Iosef no puede resistir más y se da a conocer a sus hermanos. Estos, ante la revelación, retroceden asustados, pensando que Iosef podría buscar venganza, pero él los tranquiliza, afirmando que Di-s lo ha enviado allí para salvar del hambre a su familia, pues todavía faltaban cinco años de escasez.

Iosef hace venir a su padre con toda la familia a Egipto (setenta personas en total) y, con el consentimiento de Faraón, los instala en la tierra de Goshén, en el Delta del Nilo. Luego Iosef presenta a algunos de sus hermanos al Faraón, quien les da la bienvenida, y posteriormente se presenta Iaacob, quien bendice al Faraón.

La Parashá termina relatando como los egipcios recurren a Iosef en busca de alimento y durante el primer año pagan al tesoro del Faraón con oro y plata, el segundo año con sus animales, y al tercer año con sus campos y personas. Ante esto, Iosef los reubica en lugares diferentes del país (para que no puedan tratar de extranjeros a los hijos de Iaacob, dado que ellos mismos son extranjeros en sus nuevos lugares de residencia).

 

EN BOCA DEL MENTIROSO…

 

“Ellos contaron a él, diciendo ‘Aún Iosef está vivo, y él gobierna toda la tierra de Egipto’. Conmoviese su corazón, pues no les creía a ellos” (Génesis 45:26)

 

Cuando los hermanos vendieron a Iosef, para ocultar su acto le mintieron al padre. Todos los años que Iaacob lloró a su hijo, sentía en su interior que toda la historia era falsa, y que Iosef no había muerto.

Cuando sus hijos volvieron de Egipto con la noticia de que Iosef estaba vivo y era el virrey de Egipto, si bien quería creerles, había una semilla de duda. Ya sus hijos le habían mentido una vez, ¿no estarían haciéndolo nuevamente ahora?

Como dice el refrán: “En boca del mentiroso…”.

 

QUE LA LUZ SIGA BRILLANDO

 

Ya Janucá quedó atrás. El miércoles por la noche encendimos la última vela. Ahora el candelabro va a ser guardado hasta el próximo año.

Pero ¡cuidado! Sólo el candelabro debe ser guardado. Que esas luces que encendimos durante ocho días sigan ardiendo, que sigan iluminando nuestras vidas y las vidas de todos los que nos rodean, y aun más allá, que iluminen con toda su brillantez al mundo entero, desplazando las tinieblas que nos rodean, y trayendo la luz definitiva de los tiempos del Mesías, en los que las espadas se transformarán en arados. ¡AMEN!

 

 

No Estamos Solos

Por Yossy Goldman

 

¿Cuántos judíos entraron a Egipto?

En el momento del Éxodo, había 600.000 hombres en edad militar (y, según todas las estimaciones, un total de varios millones de personas) en el incipiente pueblo. Pero el número que originalmente llegó a Egipto en los días de José era solamente, según la Torá, «setenta almas». Sin embargo, si uno examina el texto con detenimiento, los hijos de Jacob y sus respectivos hijos —incluyendo a José y sus hijos que ya estaban en Egipto —llegamos a un total de solamente sesenta y nueve. Los comentaristas ofrecen varias explicaciones. Algunos dicen que la Torá redondea hacia la decena más cercana. Otra explicación es que la persona número 70 era Iojeved, nacida mientras la familia de Jacob entraba a Egipto. Otros cuentan a Jacob mismo como número 70.

Para mí, el Midrash que más me llega es:

¿Qué hizo Di-s? Él mismo se sumo a la cuenta, totalizando setenta, para cumplir la promesa hecha a Jacob (Génesis 46, 3-4), «no tengas miedo de bajar a Egipto, porque te estableceré como gran nación allí. Descenderé con ustedes a Egipto y te traeré nuevamente…»

¡Que inspirador! Di-s está con nosotros en Egipto. En medio del sufrimiento, del dolor y la persecución, Él está con nosotros. En todas nuestras peregrinaciones y exilios, Él está allí. Como Él nos asegura en el Salmo 91, «Estoy con él en su aflicción». En toda nuestra angustia, en todas nuestras tzores, ¡Él esta allí con nosotros!

Fue esta convicción de que la Presencia Divina invisible pero tangible estaba con nosotros en el Galut y en los ghettos que sostuvo a nuestro pueblo a través de la historia. Ésta era la promesa que nos llenó de una fuente inagotable de fe, valor y fuerza para sobrevivir a nuestros enemigos y prosperar nuevamente.

Muchos se preguntan: ¿Dónde estaba Di-s durante el Holocausto?» No podría ni siquiera intentar responder esta pregunta a un afligido sobreviviente que perdió su fe. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a estas santas almas atormentadas? Pero mi padre, y muchos como él, sobrevivieron con la fe intacta. ¿Cómo mantuvieron su creencia a pesar del sufrimiento? Una respuesta posible es: «¿Cómo sobreviví? ¿Cuántos milagros hicieron falta para sacarme de Polonia? ¿Y de los campos? ¿Y para escapar de Lituania, Rusia, Japón o Shangai? ¿Cómo puedo negar que la mano de Di-s me libero del peligro una y otra vez? »

El milagro más grande de nuestra generación es que después de Auschwitz los judíos todavía quieran ser judíos. Que nuestro pueblo renació y reconstruyó sus familias, sus comunidades y su patria. Para muchos, la certeza de que una energía superior los guiaba a la supervivencia los sostuvo en los momentos más oscuros y les dio la confianza para reagruparse y regenerarse.

Pronto observaremos el ayuno del 10 de Tevet, conmemorando el sitio de Jerusalén por parte de los Babilonios. ¿Quién rió último? ¿Usted o algún nieto de Nebujadnezar, rey de Babilonia? Todo lo que quedó de aquel poderoso imperio son algunas estatuas. Todos nuestros enemigos, del tercer Reich, desaparecieron. Los judíos siguen aquí, haciendo lo mismo que hicieron durante los últimos 2.500 años.

La promesa de Di-s a Jacob: «Iré con ustedes» nos permitió continuar. Y la conclusión del versículo nos asegura un final feliz. «Y te traeré nuevamente» —de Egipto y de nuestro exilio. Pronto en nuestros días. (Extraído de www.es.chabad.org)

 
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