No pareció inmutarse demasiado. Era el mismo. Sigue siendo el mismo. Tras la falacia del “acuerdo” con Irán, el ministro Héctor Timerman fue a Israel a cauterizar las heridas por él mismo abiertas. En enero de 2011 pactó clandestinamente con los iraníes un pacto de mutuo acercamiento. El gobierno de Cristina legalizó el acuerdo en febrero de 2013, en calidad de tratado internacional, votado por la arrodillada mayoría oficial del Congreso. Los iraníes ni parpadearon. Aquel trapicheo de Cristina y Timerman había sido con Ahmadinejad, un furioso antisemita. Ni él ni su sucesor, Rohani, se molestaron siquiera en responder a una Argentina bochornosamente autoengañada.
Catorce meses después de que el Congreso sacralizara el “memorándum de entendimiento” con Teherán, Timerman se tomó ahora un avión para presentarse ante los mismos israelíes a los que antes había despreciado en penosas actuaciones, inflamadas de despecho y soberbia. Cuando Israel manifestó oportunamente su preocupación porque una nación amiga (Argentina) anduviese haciendo arreglos con un Irán que oficialmente negaba el derecho israelí a existir como nación, Timerman los mandó a que se ocuparan de sus propias cosas. Les dijo que los argentinos ya éramos mayores de edad para tener que aguantar esos comentarios “ajenos”.
Israel, con su dilatada experiencia en los desdenes, rabietas y profesiones de fe antiimperialista con que suelen subirse el precio diferentes muñecos del progresismo mundial, se olvidó del tema. Único país democrático del Medio Oriente, sabe que en el antes llamado “tercer mundo” zamarrear a los israelíes es un deporte adictivo y redituable. Cuba rompió con el Estado judío en 1967 y nunca más reanudó relaciones, mientras que recibían en La Habana al imán Ruhollah Khomeini, fundador de la república islámica, un líder moderno, plural y abierto.
Ahora Timerman pidió ser recibido por Israel. Se metió en un bolso sus anteriores diatribas contra la “derecha” israelí en el poder, a la que ninguneó y destrató en uno de sus numerosos episodios de bullying internacional con que ha salpimentado su virulenta peripecia en el poder. Calculador, se hizo acompañar a Israel por un puñado de gacetilleros estatales, encargados de “cubrir” la inútil misión a Medio Oriente. A su lado, militaron los mensajeros de Tiempo Argentino, Télam y Página/12, todos ellos despachados desde Buenos Aires y financiados con toda seguridad por el fisco nacional.
La secuencia había arrancado en enero de 2011, cuando Timerman viajó en secreto a Siria para reunirse con el presidente sirio Bashar Al Assad y emisarios de Irán, para diseñar los lineamientos del acuerdo argentino-iraní. Eso se reveló en PERFIL con lujo de detalles. Siguieron luego semanas de desmentidas oficiales, agravios partisanos y hasta maquinaciones justificadoras, surgidas desde la propia colectividad judía. Los cruces quedaron explicitados también aquí. Más detalles aporté semanas más tarde. Exactamente un año después de la misión a Alepo, el 27 de enero de 2012, Timerman firmó en Etiopía el preacuerdo con el canciller iraní. Pasó otro año y el 1º de marzo de 2013 el Boletín Oficial publicó el decreto 236 promulgando la Ley nacional 26.843 votada por la mayoría oficial del Congreso formalizando la vigencia del pacto con Irán.
Entre aquel hoy lejano marzo de 2011, cuando revelé en PERFIL la jugada de Cristina con Irán, y este viaje de Timerman a Israel, han pasado casi cuarenta meses. El paso del ministro por Jerusalén sólo tiene una explicación: la Argentina, como diría la Presidenta, quedó “con el que te jedi mirando al norte”, seducida y abandonada. Es cierto que el pacto era inviable desde su difusión, y su fracaso no era un desenlace misterioso. Lo dije aquí mismo y en muchos otros medios. El Gobierno se aferró obstinadamente a esa patraña, aguardando un milagro de parte de los ayatolás iraníes y poniéndose en la más embarazosa de las posiciones, la de recordarles a los cosignatarios que sin el compromiso de ellos el proyecto no plasmaba.
No hubo magia con Irán. Al ir a Israel a compensar su patética actuación de estos años, Timerman ratifica así, y de la peor manera posible (sin admitir lo que sucedió), que el episodio con los iraníes fue un gazapo impresentable, una atolondrada y gravosa zambullida en una trampa internacional. Así operó el Gobierno una vez más, sin la más tenue intención de ser honesto o, al menos, corajudo a la hora de desgraciarse.
Pues este individuo carece totalmente de verguenza, aparte de ser un inutil total al servicio de un gobierno de corruptos, ladrones y estafadores populistas que probablemente, si existe justicia en Argentina, terminaran en la carcel, eso espero.
Como tiene tambien ciudadania de USA ( a la que en su mente «progre» la desprecia) espero que no venga a Israel a refugiarse
cuando lo busquen para enterrarlo en una celda.