Karen Mosquera, quien nació en una familia cristiana de Ecuador, tenía 17 años cuando su investigación genealógica reveló que por su lado materno era descendiente de conversos, judíos españoles que se habían convertido al cristianismo en el siglo XV durante la Inquisición.
“Ella nunca aceptó las enseñanzas de la iglesia”, declara Yael Barros, una joven proveniente de Brasil, mejor amiga de Karen en su programa de estudios judaicos en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Yael se encuentra sentada en su dormitorio, junto a la cama que solía ser de Karen hasta que fue asesinada en un ataque terrorista en una de las estaciones del tren ligero de Jerusalem. Un terrorista árabe condujo su auto a gran velocidad en dirección a una muchedumbre de peatones,matando a una bebé de tres meses de edad e hiriendo críticamente a Karen, de 22 años de edad.
“Karen Yemima no sentía que las enseñanzas de la Iglesia fueran la verdad”, explica su amiga Yael. “Me contó que cuando comenzó a estudiar Torá ymitzvot, todo comenzó a tener sentido para ella. Y estaba muy feliz de poder estudiar Torá, como nunca antes había estado en la vida”.
“Cualquier otra persona habría muerto por el impacto”, testifica Sabrina, una prima de Karen que vio sus horribles heridas en la Unidad de Tratamientos Intensivos del hospital. “Pero Karen Yemima era sumamente determinada. Peleó contra el ángel de la muerte durante cuatro días”. El domingo 26 de octubre, Karen sucumbió a las heridas, y esa misma noche fue enterrada en el Monte de los Olivos.
Volverse judío en Ecuador es un proceso sumamente arduo. No hay cortes de conversión y hay muy pocos grupos de estudios judaicos en su nativa ciudad de Guayaquil. Pero Karen siempre soñó con ir a Israel.
Siendo una joven muy inteligente, a los 18 años recibió una beca completa para la Universidad de Guayaquil y, a pesar de que durante el día estudiaba sicología, se quedaba despierta durante gran parte de la noche estudiando judaísmo en Internet. Por intermedio de una amiga judía, conoció por Internet al rabino israelí Gabriel Geiber, quien hablaba español. Viéndose sumamente impresionado por el intenso interés que tenía Karen, Rav Geiber le comenzó a enseñar por medio del computador. Karen comenzó a cumplir mitzvot, a rezar las plegarias judías, a hacer bendiciones sobre la comida y a vestirse con recato.
Su madre y su hermana menor siguieron su ejemplo. Al igual que muchos descendientes de conversos, la madre de Karen, Rosa Cecilia, observaba costumbres que solo más adelante descubriría que eran de origen judío. Por ejemplo, Rosa Cecilia cubría los espejos cuando moría alguien, y en línea con una ancestral costumbre sefaradí, cuando se cortaba las uñas o el pelo los quemaba en lugar de descartarlos a la basura.
A veces Rosa Cecilia se despertaba en medio de la noche y encontraba a Karen estudiando Torá. En una ocasión, la escuchó suplicándole a Dios: “¡Llévame a Israel! ¡Ese es mi país! ¡Allí es donde me voy a casar y voy a tener hijos, y allí es donde voy a morir y ser enterrada!”.
Hace un año y medio, Rosa Cecilia soñó dos veces que su hija Karen viajaba a Israel. En sus sueños vio un avión con la palabra “Israel” estampada al costado y a Karen jalando de una maleta con ruedas en dirección al avión. Con gran emoción, le contó a Karen sobre el sueño y agregó: “Quiero comprarte ropas que sean suficientemente modestas como para vestir en Israel”.
Ese era el estímulo que Karen esperaba. A pesar de estar cursando su tercer año de universidad, Karen respondió: “Mamá, voy a ir ahora mismo a cancelar mi matrícula en la universidad y voy a viajar a Israel”. Poco después llegó a Jerusalem, donde Rav Geiber le consiguió alojamiento y la posibilidad de estudiar en la institución Majón Roni, ubicada en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Como recuerda su mejor amiga Yael con admiración: “Ella era tan valiente. Dejó todo —su familia, sus estudios— y vino sola hasta acá”.
Las puertas del cielo están abiertas
Durante un año Karen estudió judaísmo al tiempo que trabajaba limpiando casas. De esta forma podía ahorrar dinero para traer a su familia a Israel, lo cual era otro de sus sueños. Y de hecho su familia efectivamente viajaría a Israel, pero en un viaje que no sería pagado por los ahorros de Karen, sino por el Ministerio del Exterior de Israel, el cual ayuda a las familias de víctimas del terrorismo para que puedan asistir a los funerales de sus seres queridos.
Hace cinco meses Karen se convirtió finalmente al judaísmo, tomando para sí el nombre judío Yemima. Como explica Yael, “Cuando una persona se convierte en la mikve, las puertas del cielo se abren. Karen Yemima volvió ese día muy excitada a los dormitorios: ‘¡Ahora me pueden pedir lo que quieran! ¡Las puertas del cielo están abiertas!’. Era una joven tan alegre”.
Ese día, Karen Yemima publicó orgullosa en su página de Facebook: “¡Gracias Hashem por el día que vine a Israel! Pude ver uno de mis sueños volverse realidad. Y espero quedarme aquí por mucho tiempo. Espero que mi familia pueda compartir conmigo esta nueva vida. Gracias Hashem por nunca dejarme sola y por seguir dándome fuerzas cada día”.
“Karen Yemima era un ejemplo para las otras niñas”, testifica Yael. Recuerda un día en que un grupo de estudiantes caminaban juntas por el centro de Jerusalem. Habían comprado jugos y mientras corrían para alcanzar el autobús las otras niñas murmuraron una bendición sobre el jugo antes de tomarlo. Karen Yemima fue la única que se detuvo en medio de la acera, cerró sus ojos y pronunció la bendición con completa devoción”.
Cuando Karen Yemima y Yael tenían una tarde libre, por lo general daban una caminata por afuera de la Ciudad Vieja de Jerusalem en dirección al Monte Sión. Allí se sentaban y contemplaban el paisaje: el ancestral cementerio judío del Monte de los Olivos, donde hay enterrados una infinidad de sabios judíos. Un día, Karen Yemima exclamó: “Yael, quiero vivir aquí, casarme aquí, tener mis hijos aquí. Y quiero morir aquí. Y sé que es imposible, pero podemos soñar, ¿verdad? Mi sueño es que me entierren en el Monte de los Olivos, porque cuando llegue el Mesías, voy a ser la primera en levantarme para ir al Templo Sagrado. ¿Puedes imaginar lo que sería eso?”.
El miércoles 22 de octubre, Karen Yemima terminó de trabajar en la casa que limpiaba y se dirigió rumbo a una clase de Torá. Se bajó del tren en la estaciónGuivat HaTajmoshet y entonces, inesperadamente, Abdel-Rahman Shaloudi, 21, quien había sido liberado poco antes de una prisión israelí en la que había cumplido una condena por cargos de terrorismo, embistió con su auto a una muchedumbre de pasajeros que bajaban del tren. Atropelló a Karen Yemima, hiriéndola gravemente, mató a una bebé de tres meses de edad e hirió a otras cuantas personas.
El terrorista destruyó el sueño de Karen Yemima de casarse y tener hijos, pero lamentablemente su sueño de morir en Israel y ser enterrada en el Monte de los Olivos se volvió realidad esta semana.
maldito desgraciado el que la mato