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| viernes marzo 29, 2024

Israel, ayer y hoy


“Israel no fue creado para desaparecer. Israel perdurará y prosperará” (JFK).

Hoy jueves, Israel celebra (en su fecha hebrea, 5 de Iyar de 5776) su 68º cumpleaños. A pesar de ser un instante en términos históricos, estas casi siete décadas han dado para mucho, no sólo para guerras y conflictos. Desde que aquel viernes 14 de mayo, a las 4 de la tarde, y contraviniendo el mandato de la ONU -el plan de partición tenía que llevarse a efecto al día siguiente, 15 de mayo, pero era shabat, día de descanso para los judíos, en el que no se puede crear nada, y mucho menos un Estado-, David ben Gurión se reuniera con los líderes de la comunidad judía de Palestina y del movimiento sionista en el museo de arte de Tel Aviv para leer y firmar la Declaración de Independencia, han transcurrido 68 años de sonrisas y de lágrimas, de tragedias y de alegrías, de éxitos y de errores.

Todas las naciones han tenido comienzos complicados, pero pocas han afrontado circunstancias tan excepcionales como las que enfrentó -y enfrenta- Israel. No ha sido fácil ni cómodo. Comorecuerda el coronel Richard Kemp,

durante 68 años los israelíes han luchado una y otra vez para defender su independencia contra los enemigos que querían subyugarlos. Ninguna otra nación ha luchado tanto y durante tanto tiempo, rodeada de una hostilidad tan inflexible.

Creado como realización nacional de los judíos, que, tras dos mil años como pueblo errante, perseguido y masacrado, anhelaban crear un Estado-nación moderno en su tierra ancestral, Israel se convirtió en su refugio; pero, desde luego, Israel ha sido mucho más que eso.

Como vemos en este vídeo, elaborado para la ocasión, Israel ostenta el liderazgo en prestigiosos rankings mundiales que demuestran que es un país próspero y que progresa año tras año, a pesar de las dificultades.

Así, en los últimos tiempos, Israel ha destacado por su modelo de economía basado en la innovación, al punto de convertirse en un ejemplo mundial, la Start Up Nation. Algunos datos económicos son harto reveladores. Desde 1948, la economía ha crecido aún más rápido que la población. El PIB en su primer año fue de 6.600 millones dólares de hoy. Ahora Israel produce cerca de 44 veces más, casi 300.000 millones. La renta per cápita es de aproximadamente 35.000 dólares, y la tasa de paro es del 5,3%.

Israel es una de las mayores potencias tecnológicas del mundo, así como un referente en ámbitos como el de las telecomunicaciones, el de la medicina, el de la agricultura y el de la seguridad. “El próximo Google podría salir de Israel”, dijo Erich Schmidt, ex CEO de Google, en 2014. Bill Gates en 2006 fue aún más claro: “La innovación constante en Israel es fundamental para el futuro del negocio tecnológico”.

Ciertamente, el milagro económico israelí -subtítulo del libro Start Up Nation– responde a un plan estratégico bien diseñado. Que haya sido política de Estado fomentar la investigación y el desarrollo –es el país del mundo que más invierte en I+D: un 5% del PIB- ha propiciado que Israel tenga, según el Foro Económico Mundial, el mayor número de científicos, técnicos e ingenieros per cápita del mundo: 140 por cada 10.000 trabajadores, muy por encima de Estados Unidos (85) y Japón (83).

Israel no sólo brilla en economía y en innovación. Como ya hemos apuntado en varias ocasiones,su sistema judicial llama poderosamente la atención, tras haber condenado a presidentes y primeros ministros como si de ciudadanos de a pie se tratara. Como expuso el juez David Rozen en el fallo contra el premier Ehud Olmert, la corrupción por parte de un servidor público se considera traición.

También en bienestar social y protección de las minorías Israel tiene razones para sacar pecho. Su gasto en educación es del 8,4 % del PIB, es el segundo país más educado de la OCDE, y su sistema de salud es considerado el cuarto mejor del mundo según Bloomberg.

Antes de la fundación del Estado, Ben Gurión, padre de la nación, escribió:

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico, 19:18) es el mandamiento superior en el judaísmo. Con estas tres palabras se ha formado la ley eterna, humanista del judaísmo (…) El Estado de Israel será digno de su nombre sólo si su estructura social, económica, política y judicial se basa en estas tres palabras eternas.

Israel se ha convertido también en un refugio para ciertas minorías perseguidas o discriminadasen Oriente Medio, como los cristianos y los homosexuales.

En este punto, no viene mal recordar que es la única democracia de la zona, que pese al constante estado de guerra nunca ha sufrido una regresión autoritaria y que pese a las distorsiones informativas el tercer partido más votado en las últimas elecciones fue la Lista Árabe Unida.

Los extraordinarios datos del país se ven reflejados en el índice de felicidad de sus ciudadanos: Israel está en el puesto número 11 (de 196) en la lista que recopila esta peculiar medición. Puede ser un dato que asombre a cualquiera que haya tenido una charla dilatada con un israelí sobre el país, el gobierno, el conflicto, los precios o el futuro.

El balance de estos 68 años nos recuerda al epílogo del libro El Estado judío, de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista:

(…) el mundo será liberado por nuestra libertad, enriquecido por nuestra riqueza, magnificado por nuestra grandeza. Y todo lo que intentemos lograr para nuestro propio bienestar repercutirá con fuerza y de forma beneficiosa en el bien de la Humanidad.

Sin embargo, Israel aún tiene muchos retos pendientes. El primero, solucionar el conflicto con los palestinos. El segundo, en el plano interno, revisar de una vez por todas el statu quo y los privilegios y competencias de los jaredim (ultraortodoxos) e integrarlos en la sociedad. Ambos amenazan progresivamente con llevarse por delante no sólo el Israel moderno, sino su alma de Estado libre y democrático. El tercero, y este también es difícil, es salir airoso de las campañas internacionales de deslegitimación y aislamiento a las que es sometido, como el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) y la Lawfare (la utilización de la ley para conseguir objetivos militares).

Ciertamente, Israel se parece muy poco al país que fundaron hace 68 años refugiados judíos de todo el mundo. Ha cambiado mucho, e, irremediablemente, tiene que seguir cambiando.

 
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