Las recientes decisiones adoptadas y emitidas por los tribunales respecto a la conducta de Sara Netanyahu en el trato con el personal que trabaja en su residencia en Cesarea (Keisaria) enriquecen la elevada sensibilidad moral del público israelí y la vertical conducta de los jueces que atienden el tema.
No son escasos ni sus nombres ni sus torcidas trayectorias. En los diálogos con diplomáticos y ciudadanos que se han formado o se han enriquecido con experiencias en estos países brotan repetidamente palabras de asombro. A no pocos les sorprendería si un ex-presidente o algún caudillo gremial son llevados en estos países a los tribunales
La verticalidad ética de los tribunales israelíes no se revela sólo en estos días. Recuérdese el affair del matrimonio Rabin cuando, como representantes diplomáticos en Washington, abrieron una modesta cuenta bancaria sin la debida autorización y en contra de las normas. En solidaridad con su esposa, Itzjak Rabin renunció a su puesto como diputado. Desde entonces – y aún antes si se recuerda el caso de un hijo del propio Ben Gurión que debió abandonar un alto cargo público y desde entonces se perdieron sus rastros – los tribunales de Israel perseveran en el cuidado de las más altas normas. Cabe apoyarlos a fin de preservar la ética pública en Israel que continuará suscitando asombro – y tal vez admiración- en la opinión pública de otras latitudes.
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