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| sábado mayo 18, 2024

El concepto chino de la paz


Cuando se reconstruye el ideograma chino para la voz paz, an, que también significa contentamiento, nos sorprende en grado sumo que entre sus trazos aparezcan el signo para mujer, nu, y el radical mien techo o tejado,  ya que da con una clave fundamental en la historia del pensamiento humano: la paz, civilizadora, es algo que protege a nuestra especie permitiéndole, por vía de la mujer, la continuidad de las generaciones. Así, entonces, que se trata de algo interno, femenino, delicado, que no evade, en su origen, el concepto de hogar y de familia, lo cual justificaría el pensamiento confuciano relativo a que la paz política y social empieza por la serenidad en el ordenamiento familiar.

La paz que los Evangelios denominan eirene, describe las relaciones armónicas entre las personas y entre las naciones, tal y como destaca Mateo 10: 34, y desde luego se ve caracterizada por una ausencia total de agresión y de malestar social.  En ocasiones la paz lleva el epíteto de holokleros, algo que es íntegro, entero, que no padece ni fomenta particiones. Idea que ya figura en el concepto hebreo shalom, paz, el cual leído con un cambio de vocales se convierte en shalem, completo. En el Tratado de los principios o Pirké avot de la tradición postbíblica, se exhorta a lo siguiente: ´´Sed de los discípulos de Araon, que buscan la paz y la siguen.´´ Pero también conciben a la paz, los rabinos, como un precario equilibrio entre el fuego celeste y el agua terrestre e insinúan que de las tres letras madres del alfabeto, la alef , la mem y la shin, consagradas respectivamente al aire, el agua y el fuego, la que más cerca de la paz está es la alef, ya que avir, ( 217 ) el aire, equivale por su cifra a la expresión bahir, algo claro, sereno, luminoso, lúcido. Por otra parte, la paz  está muy cerca del simbolismo de la abeja, deborah (  217 ), que, como puede verse, tiene el mismo valor que las ya citadas palabras hebreas para aire y luminoso. La abeja, que fabrica miel, es para la Biblia un modelo de cómo deben trabajar las palabras humanas, el verbo o dabar convirtiendo lo que halla por ahí en dulzura y alimento. Fue Rudolf Steiner, el antropósofo, quien en el siglo XX comparó la memoria y el cerebro humano con un panal de abejas, sosteniendo que las palabras que nos hicieron volar en nuestra juventud deben acumular para nosotros aquello que comeremos en el invierno de nuestra vida, es decir en la vejez. Simultáneamente, y cuando se comparan las ideas de paz y de miel, shalom y dvash   respectivamente, se observa esta sutil enseñanza: que hay un enlace, sheleb , por el que dos, du , están aquí- en la tierra- al mismo tiempo que allí, sham, en el cielo, y que es el corazón o leb el que ha hecho posible, latido a latido, ese nexo natural y sobrenatural a la vez, convirtiendo, como quería Juan de la Cruz, al ´´Amado en amada.´´ Reparando en que el alma, como la mujer china, era responsable de la paz bajo el techo.

De ahí que en las culturas en las que la mujer es maltratada, humillada, castigada y consideraba poco menos que un burro de carga, no pueda haber paz. No es siquiera necesario mencionar qué culturas son esas, de la India hasta llegar a Arabia Saudita los ejemplos abundan. Eso no quiere decir que los chinos sean inocentes en su trato con el género femenino, pero al menos en su filosofía tradicional le han asignado el lugar que se merece sino más. Por lo tanto, si no hay paz en tu casa no la busques fuera que no la hallarás.

 
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