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| viernes marzo 29, 2024

Declaración Balfour. Noviembre de 2016


 

[La Declaración Balfour, firmada hace 100 años, esta semana, por el Secretario de Relaciones Exteriores Británico, Arthur Balfour (izquierda), fue el primer reconocimiento por parte de una de las grandes potencias, del derecho del pueblo judío a su patria nacional en Palestina. David Lloyd George (derecha), entonces Primer Ministro de Gran Bretaña, fue la verdadera fuerza motivadora detrás de la Declaración Balfour; él también ordenó y condujo la derrota de los otomanos en Palestina que dio vida a las palabras de su Ministro de Relaciones Exteriores.]

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Ignorando la vieja política bipartidista de Estados Unidos de rechazar las llamadas fronteras de 1967, existe una creciente preocupación que la última palabra del presidente Obama a Israel podría ser respaldar tal resolución o bien no vetarla. Tales acciones tendrían consecuencias incalculables – en particular un recrudecimiento de la violencia y la perspectiva de sanciones globales contra Israel.

Dependiendo de su audiencia, el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, afirma que desea una solución de dos estados. Pero sus acciones hablan más fuerte. ¿Cómo puede ser posible lograr la paz con un país o un pueblo que constantemente vilipendia y ataca? El odio a los judíos y la negación de sus derechos permean los discursos de la AP, los programas de TV, los libros escolares, los diarios y las revistas.

El odio árabe a los judíos ha hecho que Gran Bretaña, hasta el día de hoy, a veces no condena la agresión árabe contra los israelíes, y encuentra excusas para su violencia. Todo en nombre de apaciguar a los árabes y a sus partidarios en el mundo musulmán e incluso en su país.

Gran Bretaña puede estar muy orgullosa de haber adoptado, por sí sola, el sionismo en 1917. Y fue la sangre de muchos miles de soldados británicos, australianos y neozelandeses la que crearon las condiciones que hicieron posible el moderno Estado de Israel.

Incluso 99 años después de la Declaración Balfour, que cambió el mundo, todavía tenemos la vocación de apoyar el proyecto sionista, que le debe tanto al inigualable respaldo histórico de Gran Bretaña.

 

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Esta semana entramos en el año del centenario de la Declaración Balfour. Este documento, firmado el 2 de noviembre de 1917 por el Ministro de Relaciones Exteriores británico, Arthur Balfour, fue el primer reconocimiento por parte de una de las grandes potencias del mundo – de hecho la mayor potencia del mundo de la época – del derecho del pueblo judío a su patria nacional en Palestina.

Fue el paso más significativo para la restauración de la autodeterminación judía en sus territorios históricos. Bajo la Resolución de San Remo, tres años más tarde, la Declaración Balfour quedó consagrada en el derecho internacional, llevando inexorablemente al plan de partición de la ONU de 1947 y, finalmente, a la proclamación del Estado de Israel por David Ben Gurion el 14 de mayo de 1948.

Cuando Gran Bretaña, Israel y el mundo libre empiezan a marcar este monumental aniversario, el Presidente Palestino Mahmoud Abbas exige una disculpa del RU.

El hombre cuyo mandato constitucional como líder palestino expiró hace siete años, aún permanece en su lugar. El hombre que recaudó fondos para la masacre de 11 atletas olímpicos israelíes en 1972 en Munich. El hombre que malversó millones de dólares de ayuda internacional que estaban destinados al bienestar de su pueblo. El hombre que negó como una «mentira fantástica» los seis millones de judíos que perecieron en el Holocausto.

Este hombre exige una disculpa. Por supuesto que lo hace. Y al exigir que Gran Bretaña se disculpe por una declaración de 99 años de antigüedad apoyando un hogar nacional para el pueblo judío, expone su verdadera posición y la verdadera posición de todas las facciones de la dirección palestina: que el pueblo judío no tiene derecho a un hogar nacional. El Estado Judío no tiene derecho a existir. Según Abbas, Palestina, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, pertenece a los árabes y sólo a los árabes.

En una cena celebrada por la Federación Sionista en Londres el 12 de abril de 1931, Sir Herbert Samuel, Alto Comisionado Británico en Palestina entre 1920 y 1925, y primer judío que gobernó la histórica tierra de Israel en 2.000 años, dijo: Los árabes llegarán a apreciar y respetar el punto de vista judío».

Desafortunadamente, como demuestran las demandas de Abbas con demasiada claridad, no podría haber estado más equivocado. A veces se afirma que la violencia árabe hacia los judíos comenzó con la Declaración Balfour, que creó en sus mentes un sentimiento de traición por parte de los británicos y un temor por la subyugación árabe bajo el gobierno judío.

Esto ignora el asesinato y la masacre de judíos por parte de árabes en Medio Oriente, incluso en Jaffa y Jerusalén, a lo largo del siglo XIX y, en el siglo XX, en los años anteriores a 1917 – sólo porque eran judíos.

El odio árabe a los judíos ciertamente no comenzó con Balfour. Pero se intensificó después de Balfour. Esta intensificación, acompañada de matanzas, revueltas y disturbios contra británicos y judíos, hizo que Gran Bretaña vacilara y fallara en cuanto a su declaración de apoyo de 1917 a una patria nacional judía. Esto hizo que el gobierno británico introdujera los Libros Blancos en 1922 y 1939 que buscaban apaciguar la violencia y la resistencia árabes imponiendo restricciones a la inmigración judía en Palestina y al desarrollo de la milenaria presencia judía en su patria histórica.

Esto hizo que Gran Bretaña negara la inmigración judía a Palestina, incluso mientras los judíos eran asesinados por millones en Europa. Incluso llevó a Gran Bretaña a enviar a sobrevivientes de Auschwitz a la guarida de los asesinos nazis. Y causó que Gran Bretaña se comportara de una manera que precipitó a los agonizantes judíos a la violencia contra los británicos en Palestina en la década de los años 1940, cuando era lo último que los judíos querían hacer.

Esto hizo que Gran Bretaña se abstuviera en la resolución de 1947 de la Asamblea General de la ONU que provocó el restablecimiento del estado judío en 1948. Incluso nombró inmediatamente a un general británico, sir John Glubb, para dirigir la invasión de la Legión Árabe a Israel.

Ha causado que Gran Bretaña, hasta el día de hoy, a veces no condena la agresión árabe contra israelíes, y que encuentre excusas para su violencia. Todo en nombre de apaciguar a los árabes y a sus partidarios en el mundo musulmán e incluso en su país.

A pesar de todo esto, con Gran Bretaña hundiéndose a veces en la debilidad moral por su fracaso posterior en apoyar al estado que incubó, el país puede estar muy orgulloso de que sólo Gran Bretaña adoptó el sionismo en 1917. Y fue la sangre de muchos miles de soldados británicos, australianos y neozelandeses la que creó las condiciones que hicieron posible el moderno Estado de Israel.

Estos hombres lucharon y murieron en la campaña de Palestina para derrotar al Imperio Otomano que había ocupado el territorio durante siglos. Un mes después de la Declaración Balfour, el 7 de diciembre, las fuerzas del Imperio Británico, bajo el general Allenby, expulsaron a los otomanos de Jerusalén. El día en que el último turco dejó la Ciudad Santa fue el primer día de Hanukkah, la celebración de la liberación macabea de esa ciudad hace 2.000 años.

Esos soldados eran, sobre todo, el instrumento de la voluntad de uno de los Primeros Ministros más grandes de la historia británica: David Lloyd George. Hay muchos argumentos sobre los motivos de sus acciones sobre Palestina. Pero no fue solo él la verdadera fuerza motivadora detrás de la declaración Balfour; también ordenó y condujo la derrota de los otomanos en Palestina, dando vida a la palabra de su Ministro de Relaciones Exteriores a la Federación Sionista.

Trece años más tarde, en la cena de la Federación Sionista en 1931, mencionada anteriormente, David Lloyd George estuvo presente como invitado de honor. Él dijo:

«Los judíos, seguramente, tienen un reclamo especial sobre [Palestina]. Son el único pueblo que ha tenido éxito en los últimos 3.000 años, son el único pueblo que ha hecho inmortal su nombre y, como raza, no tienen otro hogar. Este fue su primer hogar, este fue su único hogar, no tienen ningún otro hogar. No encontraron hogar en Egipto o en Babilonia. Desde su largo exilio no encontraron ningún hogar como pueblo en ninguna otra tierra, y este es el momento y la oportunidad para permitirles recrear una vez más sus vidas como un pueblo separado en su antiguo hogar y hacer su contribución a la humanidad como un pueblo separado, teniendo una vivienda en la tierra que inspiró a sus antepasados. Más tarde podría ser demasiado tarde».

Más tarde podría ser demasiado tarde. Estas proféticas palabras se convirtieron en una devastadora realidad para millones de judíos en los años siguientes. En cinco años, la Revuelta Árabe había comenzado, en protesta por la afluencia de judíos a Palestina, desesperados por salir de Europa antes que fuera demasiado tarde. La Revuelta Árabe, a su vez, condujo al Libro Blanco de 1939, restringiendo severamente la inmigración judía a Palestina en su hora de mayor necesidad, cuando el gobierno británico intentó apaciguar a los árabes.

El Libro Blanco fue descrito por Lloyd George en el Parlamento como «un acto de perfidia» y por el Manchester Guardian como «una sentencia de muerte contra decenas de miles de judíos de Europa Central». Las palabras de la Comisión Peel, que investigó los disturbios árabes, se aplican tanto hoy como en 1937, cuando fueron escritas: «El odio de los políticos árabes por el hogar nacional judío nunca se ha ocultado y… ahora ha Impregnado a la población árabe en su conjunto».

Los árabes rechazaron las propuestas británicas de partición de la tierra en la década de los años 1930 y de nuevo rechazaron el plan de partición de 1947 de la ONU. Desde entonces han tenido numerosas oportunidades para la creación de un estado palestino. Todas han sido rechazadas. Prefirieron intentar la aniquilación de Israel por medio del terrorismo y de la guerra, en lugar de encontrar la oportunidad de vivir uno al lado del otro en paz.

Dependiendo de su audiencia, el Presidente de la Autoridad Palestina (AP), Abbas, afirma que desea una solución de dos estados. Pero sus acciones hablan más fuerte. ¿Cómo puede ser posible lograr la paz con un país o un pueblo que constantemente vilipendia y ataca? El odio a los judíos y la negación de sus derechos permean los discursos de la AP, los programas de TV, los libros escolares, los diarios y las revistas. Los terroristas asesinos son glorificados poniéndoles sus nombres a equipos de fútbol y estadios deportivos. Son incentivados a la violencia por los salarios y los pagos a sus familias – financiados, por supuesto, por el contribuyente estadounidense y europeo. En todas partes hay incitación al odio. Hace sólo unos días vimos las consecuencias, por no odiar, para cuatro desafortunados palestinos que se atrevieron a confraternizar con el «enemigo sionista» cuando entraron en la succah del alcalde de Efrat.

Como sabemos muy bien, los ataques violentos contra los judíos, vistos con tanta frecuencia en los siglos XIX y XX, continúan sin cesar hasta el día de hoy. El último la semana pasada, cuando tres soldados israelíes fueron heridos de bala por un pistolero árabe cerca de la ciudad judía de Beit El. En las últimas semanas hemos visto los esfuerzos de la Autoridad Palestina para expulsar a los judíos y al judaísmo de cualquier conexión con su innegable historia y sus lugares sagrados a través de resoluciones grotescas y absurdas en la UNESCO.

Nada ha cambiado en las actitudes y acciones de los árabes desde los días de Balfour hasta los nuestros. Sin embargo, hemos visto desplegarse una milagrosa transformación en esos 99 años dentro del Estado de Israel. Incluso desde esa cena de 1931, años antes de la recreación del estado, Lloyd George pudo declarar:

«El sionismo ha traído a una antigua tierra, famosa pero arruinada antigua tierra, nueva riqueza, nueva energía, nuevo propósito, nueva iniciativa, nueva inteligencia, una nueva devoción y una nueva esperanza El sionismo no ha terminado su tarea, lejos de ello, Pero ya ha logrado tanto como para demostrar que la tierra que fluye con leche y miel no era una leyenda sin fundamento».

Incluso estaría asombrado al ver cuánto más ha crecido Israel en los intermedios 85 años. Pero a pesar del progreso aparentemente ilimitado de Israel, sigue siendo atacado no sólo por los árabes de Medio Oriente sino también por Occidente, en Europa y en el Reino Unido.

A pesar de una miríada de sus propios terribles problemas y del continuo baño de sangre en el mundo árabe, los europeos, encabezados por los franceses, parecen empeñados en imponer las llamadas fronteras de 1967 a Israel a través del Consejo de Seguridad de la ONU – líneas descritas por el legendario ministro de Relaciones Exteriores Israelí, Abba Eban, como las «fronteras de Auschwitz».

Ignorando la vieja política bipartidista de Estados Unidos de rechazar estas fronteras, existe una creciente preocupación de que la última palabra del Presidente Obama a Israel podría ser respaldar tal resolución o bien no vetarla. Tales acciones tendrían consecuencias incalculables – en particular un recrudecimiento de la violencia y la perspectiva de sanciones globales contra Israel, que con razón no podría aceptar tal resolución.

 

En la casa de la Declaración Balfour la presión también está alta. El creciente abuso antisemita se dirige contra la comunidad judía del RU y contra quienes se atreven a apoyar al Estado de Israel, incluyendo a políticos. El abuso apunta por supuesto a socavar su apoyo y aislar al Estado Judío.

Sólo hace unos días vimos despreciables escenas de odio antisemita y mentiras en un evento en la Cámara de los Lores en apoyo de la absurda demanda de Abbas de que nos disculpemos por Balfour. En la misma semana, fuimos testigos de otro feroz brote de abuso antisemita en el University College de Londres, donde estudiantes judíos se vieron obligados a buscar refugio frente a un agresivo esfuerzo por impedir su libertad de expresión por los llamados partidarios de Palestina.

Incluso 99 años después de la Declaración Balfour, que cambió el mundo, todavía nos queda mucho trabajo para apoyar el proyecto sionista, que le debe tanto al inigualable respaldo histórico de Gran Bretaña.

 

Pero como decía Lloyd George de esta gran aventura: «¿Puede recordarse algún movimiento digno de ser juzgado que no haya encontrado obstáculos?, ¿Puede recordarse alguno que perseveró con valentía y fe donde esos obstáculos no han sido superados al final?»

 

David Lloyd George, como en muchas otras cosas, por supuesto tenía razón. Y las palabras de este galés que vio tanto en común entre su pequeño país y la patria de los judíos, cuya formación inconformista le dio un sentimiento de familiaridad con la Tierra Santa, son palabras que deben guiar a aquellos de nosotros que apoyamos al Estado de Israel hoy: «Este Mandato [para el hogar nacional judío] debe ser llevado a cabo no agitada y apologéticamente sino firmemente y sin temor».

 

**** El coronel Richard Kemp fue Comandante de las Fuerzas Británicas en Afganistán. Sirvió en Iraq, Arabia Saudita, los Balcanes e Irlanda del Norte y fue jefe del equipo de terrorismo internacional para el Comité de Inteligencia Conjunto del RU

 

https://www.gatestoneinstitute.org/9273/balfour-declaration

 

 
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