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| viernes marzo 29, 2024

Lej leja


 

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Di-s habla con Avram, diciéndole «Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré». Allí, dice Di-s, hará de Avram una gran nación. Avram y su mujer Sarai, acompañados por su sobrino Lot, viajan a la Tierra de Canaan, donde Avram construye un altar y continúa difundiendo el mensaje de Di-s.

La hambruna causa que el primer judío viaje a Egipto, donde la hermosa Sarai es llevada al palacio del Faraón; Avram escapa de la muerte porque se presentan como hermano y hermana. Una plaga evita que el rey egipcio toque a Sarai y ella lo convence de que debe devolverla a Avram y compensarlo con oro, plata y ganado.

De vuelta en la Tierra de Canaan, Lot se separa de Avram y se establece en la malvada ciudad de Sdom, donde es capturado cuando el ejército de Kedarlaomer y sus tres aliados conquistan las cinco ciudades del Valle de Sdom. Avram sale con una pequeña banda a rescatar a su sobrino, derrota a los cuatro reyes, y es bendecido por Malki-Tzedek el rey de Salem (Jerusalén).

Di-s sella el Pacto Entre las Partes con Avram, donde el exilio y la persecución (Galut) del pueblo judío le son informados y la Tierra Santa es asignada a ellos como su herencia eterna.

Aún sin hijos diez años después de su arribo a la Tierra, Sarai le dice a Avram que se case con su sirvienta Hagar. Hagar concibe, se vuelve insolente hacia su señora, y huye cuando Sarai la trata duramente; un ángel la convence de retornar y le dice que su hijo será el padre de una nación numerosa. Ishmael nace en el año 86 de la vida de Avram.

Trece años después, Di-s cambia el nombre de Avram por Abraham («padre de multitudes») y el de Sarai por Sara («princesa»), y promete que tendrán un hijo; de este hijo, a quien deben llamar Itzjak («se reirá»), surgirá la gran nación con la cual Di-s establecerá Su pacto especial. Abraham recibe la orden de circuncidarse a si mismo y a sus descendientes como «una señal del pacto entre tu y Yo».

PEREGRINAJE CONSTANTE

Abraham salió de Jarán por orden de Di-s de ahí a la tierra de Canaan, hasta Shejem, de Shejem, de ahí a Bet El, de ahí a Egipto, de Egipto a Hebrón, de ahí…

Viajar, siempre viajar, ese fue el destino de nuestros Patriarcas, ese es nuestro destino.

La vida es un viaje constante. Dice el refrán: “Cambiar de lugar, cambiar de suerte” y hay otro dicho: “Piedra que rueda no cría musgo”.

Viajamos en busca de mejores climas, en busca de un buen trabajo, en busca de…

Pero hay otro viaje, uno más profundo. Un viaje que va desde nuestro nacimiento hasta el momento en que entregamos nuestra alma al Creador. Es el viaje espiritual. Cada día que pasa nos trasladamos a un lugar más elevado, con respecto al del día anterior, adquirimos una comprensión más profunda de nuestro ser, de nuestra unión con el Todopoderoso. Quizás no siempre nos damos cuenta de este proceso, de este viaje, tan sumergidos estamos en lo material que no nos damos cuenta de este viaje, hasta que repentinamente nos damos cuenta que hemos salido de “nuestra tierra, nuestro lugar de nacimiento, la casa de nuestro padre”, hemos dejado de ser los niños al comienzo de nuestro camino, para ser adultos que van creciendo a nivel espiritual, cumpliendo así la orden de Di-s de perfeccionarnos y conocerLo.

 

 

Una Llamada de 4.000 años

Por Yosef Y. Jacobson

Un hombre grande y corpulento visitó la casa del rabino y pidió ver a la esposa- la Rebetzin, una persona bien conocida por sus numerosos actos caritativos.

«Rebetzin» dijo con voz destrozada, «deseo atraer su atención a la condición terrible de una familia pobre en este barrio. El padre ha muerto, la madre está demasiado enferma para trabajar, y los nueve niños están hambrientos. Serán arrojados al frío de las calles, a menos que alguien pague su renta que suma $6000»

«¡Qué terrible!» exclamó la esposa del Rabino. «¿Puedo preguntarle quién es usted?»

El visitante secó con un pañuelo sus ojos. «Soy el propietario», sollozó.

Una Imagen

Quiero describir una imagen que siempre me ha movilizado profundamente:

Rabí Iosef Itzjak Schneerson, el sexto Lubavitcher Rebe (1880-1950) describe cómo su padre, Rabí Sholom Dov Ber, el quinto Rebe de Lubavitch (1870-1920) repasaba la Parshá de «Lej Lejá» cada año- en la tarde del viernes- antes de Shabat. (Es una antigua costumbre judía, repasar la porción semanal de la Torá los viernes). El Rebe relató que cuando su padre recitaba la apertura de la porción, «Lej Leja Meaartzeja», dos lágrimas gigantescas rodaban por su santo rostro.

«Lej Leja Meaartzeja» son las palabras hebreas que expresan la instrucción de Di-s a Abraham: «Vete de tu tierra, tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré» Cada año, recordando estas palabras, los ojos del Rebe se llenaban de lágrimas.

¿Por qué este versículo fundía su corazón? ¿Qué había en este mensaje que lo movilizaba tan profundamente?

Capturando el drama de esta instrucción breve a Abraham- la primera comunicación de Di-s al padre del Judaísmo- se captura el ser, misterio y destino de 4,000 años de historia judía, una historia empapada en valor, sangre, lágrimas y triunfo. ¿Qué es Judaísmo? ¿Cuál es el significado de la existencia judía?

Es la respuesta a una llamada: «Vete de tu tierra, tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré» Vete fuera de ti y vuélvete Mío. Judaísmo, en su más verdadero significado, se trata de crear un cambio- salir del paradigma del egocentrismo hacia Di-s; de mi tierra a la tierra que me muestran.

Hace 3743 años, un solo ser humano, sofisticado y refinado, oyó una llamada. Ésta no era meramente una instrucción sobre geografía, una demanda para relocalizar casas; era una invitación a un cambio existencial: Déjalo. Camina fuera de tu perspectiva, y empieza a ver las cosas desde Mi perspectiva. Deja de vivir según tus hábitos e inclinaciones, y empieza a vivir según Mi voluntad.

Para alguien que nunca oyó la llamada, esto parece una locura. Pero Abraham y su descendencia han oído una llamada, y no podían permanecer indiferentes. Traicionarla sería semejante a un alma sensible que se niega a ser conmovido por un poema emotivo o una pieza de música. Cuando Abraham se dio cuenta de la presencia viviente de Di-s, no había marcha atrás. Él podía negarlo si lo deseaba, pero supo que la vida sin ella sería poco profunda y superficial. Rechazar la llamada podría haber demostrado lealtad a la demanda científica a la evidencia- tipo del laboratorio, pero habría sido a expensas de traicionar la capa más profunda del ser.

Después de casi 4000 años, la llamada aun nos convoca. «Vete de tu tierra, tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré» Sal fuera de ti mismo y comprométete a lo que Di-s desea de ti. Permite unir tu vida a las expresiones de verdades que cobran relevancia más grande que tu propio ser. ¿Podemos oír la llamada? ¿Sabemos responder? (www.es.chabad.org)

 

 
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