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| lunes diciembre 23, 2024

Los Críticos del Islam Enjuiciados en Europa: Wilders Condenado


 

[Izquierda: El escritor Salman Rushdie. Derecha: el diputado holandés Geert Wilders.]

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

  • El 9 de diciembre, por primera vez en la historia holandesa, un tribunal penalizó la libertad de expresión: el miembro del parlamento holandés, Geert Wilders, fue declarado culpable del «delito» de «discurso de odio».
  • La sentencia de muerte contra Salman Rushdie, en 1989, por parte del líder supremo de Irán, parecía irreal. Occidente no se lo tomó en serio. Desde entonces, sin embargo, esta fatwa ha sido asimilada de tal manera que las actuales amenazas a la libertad de expresión provienen de nosotros mismos. Ahora es en Occidente donde se enjuicia a escritores y periodistas.
  • Las Brigadas Rojas, el grupo terrorista comunista que devastó Italia en la década de 1970, acuñó un lema: «Golpea a uno para educar a cien». Si se apunta a uno, se obtiene intimidación colectiva. Este es exactamente el efecto de estos juicios políticos acerca del Islam.
  • El «discurso de odio» se ha convertido en un arma política para eliminar a quien no esté de acuerdo con uno. Una democracia no tiene derecho a objetar el contenido de artículos o dibujos animados. En occidente, pagamos un alto precio por la libertad de escribirlos y leerlos. No les corresponde a los gobernantes conceder el derecho de pensar y de hablar.
  • En Europa, ahora, está descendiendo la misma cortina de hierro que en la era soviética.

Después de la Segunda Guerra Mundial y los horrores del nazismo y del estalinismo, un principio central de las democracias occidentales ha sido que se puede enjuiciar a la gente, pero no a las ideas y opiniones. Ahora, Europa está permitiendo que peligrosos grupos de “derechos humanos» y de islamistas utilicen tribunales para restringir las fronteras de nuestra libertad de expresión, exactamente como en los farsescos juicios soviéticos. «El antirracismo militante será, para el siglo XXI, lo que el comunismo fue para el siglo XX», ha predicho el prominente filósofo francés, Alain Finkielkraut.

Hace un año, Christoph Biró, un respetado columnista y editor del diario austriaco más grande, Kronen Zeitung, escribió un artículo culpando a «los sirios jóvenes alimentados con testosterona, que llevan a cabo ataques sexuales extremadamente agresivos» (aun antes de las masivas agresiones sexuales de la víspera de Año Nuevo en Colonia, Hamburgo y otras ciudades). El artículo suscitó mucha controversia, y recibió un gran número de quejas y protestas. Biró necesitó cuatro semanas de vacaciones a causa de este artículo y luego (bajo presión) admitió que había «perdido el sentido de proporción». Recientemente, los fiscales de Graz acusaron a Biró de «discurso de odio» después de una queja de SOS Mitmensch, una organización de derechos humanos. El caso se decidirá en la corte.

Ahora, a los periodistas, novelistas e intelectuales de toda Europa, se les dice que levanten la mano derecha ante un juez y juren decir la verdad y nada más que la verdad – como si no fuera eso lo que estuvieron haciendo siempre y por lo que ahora están siendo procesados. Es una visión alarmante pero muy común hoy en día, donde el «discurso de odio» se ha convertido en un arma política para eliminar a quien no esté de acuerdo con uno.

Una democracia no tiene derecho a objetar el contenido de artículos o dibujos animados. En Occidente, pagamos un alto precio por la libertad de escribirlos y leerlos. No les corresponde a los gobernantes conceder el derecho de pensar y de hablar, que en las democracias pertenece a la libre iniciativa. El derecho a expresar nuestra propia opinión costó muy caro, pero si no se lo ejerce, puede desaparecer rápidamente.

Un nuevo y grotesco frente legal acaba de abrirse en París. El filósofo francés Pascal Bruckner comenzó su juicio, donde abrió su defensa con una cita de Jean-Paul Sartre: «Las armas están llenas de palabras». Bruckner, uno de los ensayistas más famosos de Francia, está siendo juzgado por haberse pronunciado en contra de los «colaboradores de los asesinos de Charlie Hebdo».

«Mencionaré los nombres: Las organizaciones ‘Los Indivisibles’, de Rokhaya Diallo, y ‘El Indígena de la República´, el rapero Nekfeu que quería ‘una hoguera para esos perros’ (Charlie Hebdo), todos los que han justificado con ideología la muerte de los doce periodistas».

Numerosos testigos testificaron en defensa de Bruckner: el editor de Charlie Hebdo, «Riss»; el politólogo Laurent Bouvet; el ex presidente de «Ni Putas ni Sumisos», Sihem Habchi; y el filósofo Luc Ferry. Bruckner utilizó el término «colaborador» para «los diarios que justificaron la liquidación de la Resistencia y los judíos» durante la Segunda Guerra Mundial. Sihem Habchi habló del peligro de un «fascismo verde», el islamismo.

El veredicto de Bruckner será anunciado el 17 de enero. «Bruckner llevó su voz ante la Cámara 17 [tribunal], con demasiada frecuencia un sepulturero de la libertad de expresión», comentó el importante y valiente Riposte Laïque.

Estos juicios políticos acerca del Islam comenzaron en 2002, cuando un tribunal de París consideró una queja contra Michel Houellebecq, quien, en la novela Platforme, llamó al islam «la religión más estúpida». El escritor Fernando Arrabal, arrestado por blasfemia en 1967 en la España de Franco, fue llamado por Houellebecq para declarar ante el tribunal. «Qué alegría estar en un juicio por crímenes de opinión», dijo Arrabal en París. «Zaragoza, Valladolid, Santander», el dramaturgo nombró varias ciudades españolas. “Ésta es la lista de las cárceles donde he estado por el mismo crimen que Houellebecq”.

La fallecida escritora italiana, Oriana Fallaci, también fue enjuiciada por su libro La Rage et l’Orgueil (“La Rabia y el Orgullo”). El diario francés Libération la llamó «la mujer que difama al Islam». Más tarde, el semanario satírico, Charlie Hebdo, y su editor, Philippe Val, blanco de organizaciones islamistas, también fueron obligados a comparecer ante un tribunal.

La sentencia de muerte contra Salman Rushdie, en 1989, por parte del líder supremo de Irán, parecía irreal. Occidente no se lo tomó en serio. Desde entonces, sin embargo, esta fatwa ha sido asimilada de tal manera que las actuales amenazas a la libertad de expresión provienen de nosotros mismos. Ahora es occidente donde se enjuicia a escritores y periodistas

Es casi imposible enumerar a todos los periodistas y escritores que han tenido que defenderse en la corte por sus ideas sobre el Islam. Para citar al escritor franco-argelino Boualem Sansal, autor de la novela «2084», en una entrevista con Libération: «Somos conscientes del peligro, pero no sabemos cómo actuar por temor a ser acusados ​​de ser anti-inmigrante, anti-islam, anti-África… La democracia, como el ratón, será tragada por la serpiente». Y se convertirá en «una sociedad que susurra».

Los periodistas ahora son enjuiciados, incluso si cuestionan al Islam durante un debate radial. Es por eso que hoy, la mayoría de los escritores y periodistas, sólo susurran sobre las consecuencias de la migración masiva en Europa, el papel del Islam en la guerra de los terroristas contra las democracias y las ofensivas de los sultanes contra la libertad de expresión.

Las Brigadas Rojas, el grupo terrorista comunista que devastó Italia en la década de 1970, acuñó un lema: «Golpea a uno para educar a cien». Si se apunta a uno, se obtiene intimidación colectiva. Este es exactamente el efecto de estos juicios políticos acerca del Islam. El debate se está cerrando rápidamente.

Ayer concluyó, en Holanda, el juicio por el «delito» de «discurso de odio» contra Geert Wilders. El valiente político holandés había pedido a los partidarios si querían «menos marroquíes» en el país. Ayer, al condenar a Wilders, un tribunal penalizó la libertad de expresión por primera vez en la historia holandesa. (hace cinco años, Wilders fue absuelto en un juicio similar).

En Francia, Ivan Rioufol, uno de los columnistas más respetados del diario Le Figaro, tuvo que defenderse en la corte contra el «Colectivo Contra la Islamofobia». El escritor Renaud Camus, que ha expuesto sobre la teoría del «gran reemplazo», que sostiene que Francia está siendo colonizada por inmigrantes musulmanes con la ayuda de políticos de la corriente principal, fue acusado de «discurso de odio». Marine Le Pen también tuvo que comparecer ante el tribunal. En Alemania, estuvo el caso de Jan Böhmermann, un comediante que satirizó al presidente turco Recep Tayyip Erdogan en la televisión. Jueces alemanes enjuiciaron a Lutz Bachmann, el fundador de «Pegida», el movimiento anti-islamización. En Canadá, el ensayista y periodista Mark Steyn fue acusado de «flagrante islamofobia» por un «Tribunal de Derechos Humanos» (y más tarde aclarado). Lars Hedegaard, presidente de la Sociedad de Prensa Libre de Dinamarca, también fue acusado de «discurso de odio» (y más tarde absuelto) por comentarios críticos del Islam.

 

Es fundamental que estos escritores y periodistas sean absueltos. Pero el objetivo de estos juicios no es encontrar la verdad; es intimidar al público y restringir la libertad de expresión sobre el Islam. Éstas son purgas para «reeducarlos». Lamentablemente, como vemos en el juicio de Wilders, a menudo han tenido éxito.

Después de la invasión rusa a Checoslovaquia, en 1968, las novelas de Milan Kundera desaparecieron de las librerías y bibliotecas. La intelectualidad estaba estéril y aislada. Los cines y teatros ofrecían solamente actuaciones soviéticas. La radio, los diarios y las emisoras de televisión sólo transmitían propaganda. Los rusos recompensaban a los burócratas que presionaban a escritores y periodistas, y castigaban a los rebeldes. Los que se expresaban se veían obligados a trabajar como obreros no calificados. Praga, inquieta y fascinante, se volvió silenciosa y susurrante.

En Europa, ahora, está descendiendo la misma cortina de hierro que en la era soviética.

***Giulio Meotti, Editor Cultural de Il Foglio, es un periodista y autor italiano.

 

https://www.gatestoneinstitute.org/9531/islam-critics-trial-wilders

 

 
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