No hay relaciones tensas entre Israel y Rusia. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, viaja a menudo a Moscú para coordinar las intervenciones de Rusia en las distintas crisis árabes. Esto claramente sugiere que Moscú no actuará solo y coordinará con Israel antes de intervenir para salvar definitivamente a Assad y su régimen cuando el momento final se aproxime.
Es evidente también que Irán tiene fuertes lazos con Rusia, aunque estas relaciones se han tensado recientemente.
Por otra parte, el grupo político-terrorista Hezbollah es una creación de Irán para imponer y extender su proyecto de revolución islámica en Líbano. Hezbollah recibe el 80% de su financiación de Irán y asegura el 20% restante a través de ilícitos como el lavado de dinero y el tráfico de drogas en todo el mundo.
Estos hechos destruyen por sí mismos la creencia que Hezbollah sea la resistencia del Líbano y dan por tierra con la idea que el objetivo de las armas de Hezbollah es confrontar a Israel y proteger las fronteras libanesas. Aunque este cliché se repite a menudo por partidarios de Hezbollah, incluso por el presidente libanés Michel Aoun, quien recientemente defendió este punto en la reunión árabe de El Cairo.
Los iraníes y Hezbollah, que actúa como ejército de ocupación de Teherán en Líbano, propagan esta idea para armar a las milicias chiítas y fortalecer la influencia y el control de Teherán sobre el país de los cedros. Lo cierto es que no hay razón alguna para que un presidente libanés apoye oficialmente a Hezbollah, menos aun cuando el mundo conoce que es un grupo violento y antidemocrático que cumple órdenes de un gobierno extranjero como el iraní. El presidente Aoun sabe perfectamente que las armas de Hezbollah no apuntan a Israel como dice el secretario general del partido, Hassan Nasrallah.
Al apoyar a Hezbollah, Aoun involucra peligrosamente al Estado libanés en cualquier amenaza hecha por Hezbollah colocándola a niveles de una amenaza libanesa oficial con su vecino Israel. Es ampliamente conocido que Aoun llegó a ser presidente del país por los votos y la presión ejercida por Hezbollah sobre sunitas y cristianos, y que conoce perfectamente cuál es el verdadero objetivo del grupo.
Todos estos datos, que remiten a hechos concretos, en primer lugar indican que la organización Hezbollah y, detrás de ella, Irán no quieren un conflicto con Israel y que cada sector es funcional al otro a partir de amenazas y bravuconadas que sirven como distracción.
Mientras, Irán usa su hostilidad hacia Israel como una excusa para servir a sus intereses en la región y fortalece con su apoyo al presidente Assad evitando que sea derrocado. Así, Teherán sirve a sus propios intereses como a los de Israel.
Tampoco cabe duda de que si Hezbollah amenazara la existencia de Israel, entonces Israel podría destruir todo El Líbano, no sólo a Hezbollah. Los israelíes disponen de la mejor inteligencia y poder militar en la región, además de su capacidad para influir con los países centrales. La seguridad, la existencia y la supervivencia de Israel son incuestionables, no sólo para los estadounidenses sino para las superpotencias y para la comunidad internacional.
La calle árabe ha sido ridículamente crédula y muy fácil de manejar por sus dictadores. Los pueblos árabes no han aprendido nada de la historia. Sus falsos líderes han usado la causa palestina para dominarlos y servir a su propia codicia. Ejemplos de estos líderes del pasado han sido Saddam Hussein y Abdel Gamal Nasser.
Hoy es a Hassan Nasrallah a quien le toca cierto protagonismo histórico temporal, y detrás de él está el régimen teocrático de Irán. Todos los dictadores musulmanes —antes y ahora— explotaron y explotan la causa palestina para lograr sus objetivos. La mayoría de los árabes cree la misma mentira proferida por sus líderes fraudulentos. El actual es Hassan Nasrallah y seguramente no será el último.
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