No hay entidad que acopie mayor densidad de premios Nobel que la Real Academia Europea de Doctores (RAED), sita en el edificio de Foment del Treball, en Barcelona. Allí acudo a conversar con Avram Hershko horas antes de su ingreso como miembro de honor en dicha Academia, donde acompañará a un centenar de doctores de todas las disciplinas (y nacionalidades de Europa) y una veintena larga de premios Nobel. Varios son israelíes, como Avram Hershko, que llega con su inteligente esposa y un nieto, ansioso por ver jugar al Barça en el Camp Nou. Su vida y su obra confirman que nada ni nadie puede obstaculizar al espíritu humano en su ansia de saber.
¿Qué les enseña a sus seis nietos?
Que su abuelo nació en una aldea húngara, y que a los seis años los nazis enviaron a su padre al campo de Auschwitz… Pero mi padre tuvo suerte.
¿Qué fue de él?
Los rusos tomaron el campo, trabajó dos años más para ellos… y regresó en 1947.
¿Le reconoció al llegar?
No. Estaba tan flaco, barbudo… No habló nada. Sufrió mucho: no sabía si su familia seguía viva, y al volver encontró su casa vacía.
¿Dónde estaban usted y su madre?
Mi padre corrió a casa de su abuelo, sastre judío, y allí…, ¡ah, nunca olvidaré aquel reencuentro! Yo tenía entonces 11 años.
¿Cómo fue su infancia desde entonces?
Me gustaba mucho leer, y a mis 13 años emigramos al recién fundado Estado de Israel, para tener mejor vida. Desembarcamos en Haifa y nos instalamos en Jerusalén.
¿Qué sintió?
Que todo era amarillo. Yo era un niño centroeuropeo, acostumbrado a los bosques verdes. Me chocó también que todos allí fuesen judíos… Pero pronto conecté con el orgullo de la nueva patria.
¿Qué quería ser de mayor?
Me gustaba estudiarlo todo, y buenos maestros me condujeron hacia la investigación científica, hacia la bioquímica.
¿Qué buscaba ahí?
Cómo funcionan las cosas a escala celular y proteínica. De ese conocimiento básico pueden extraerse aplicaciones farmacológicas.
¿Qué hallazgos le reportaron el Nobel?
Cómo se degradan las proteínas: descubrimos la degradación proteínica celular precipitada por la ubiquitina.
Mi madre no le va a entender.
Entendiendo cómo se destruyen correctamente las proteínas degradadas en las células, quizá podremos un día paliar o evitar enfermedades como el alzheimer y el parkinson.
Ahora sí.
Nuestro organismo es como una grandiosa orquesta: todos sus instrumentos –unos aparecen, otros enmudecen– deben acabar tocando una sinfonía armoniosa.
¿Por qué la cantidad de premios Nobel judíos desborda las estadísticas?
El 26% de los premios Nobel son de origen judío. No es por genética, según Rita Levi- Montalcini, mi colega genetista italiana, también de origen judío y también Nobel.
¿A qué se debe, pues?
A la tradición cultural judía, favorable a la lectura y el estudio, en principio del Talmud, y luego de otros saberes… Tengo por precedente mío al célebre rabino y médico de la Córdoba del siglo XII, Maimónides: expulsado de Al Ándalus por la intolerancia almohade, reposa en Tiberíades, en Israel.
¿Cómo es la vida de un premio Nobel?
Dedico unas cinco horas diarias al estudio y la investigación, ¡es mi pasión y mi recreo! Y así seguiré toda la vida: ¡es muy divertido!
¿Cuál es su secreto?
La curiosidad, que sigue intacta. Y mientras siga siendo curioso, todo avanzará: investigaré, viajaré, daré conferencias…
Deme un consejo que tonifique mi bioquímica cerebral.
Nada más estimulante para el cerebro que una buena conversación: rodéate de interlocutores interesantes, que te motiven, y te brindarán una conversación excitante.
Eso, eso, con brindis.
La alegría es muy estimulante, desde luego.
¿Qué debe tener un buen investigador científico?
Se le supone inteligencia, tenacidad y curiosidad. Y debe querer entender problemas para resolverlos, más allá del beneficio económico que eso pueda o no reportarle. Y debería tener algo más.
¿Qué?
Un alto umbral de frustración, para no desalentarse ante sucesivos y continuados fracasos. Es imprescindible: sin esto… ¡mejor dedícate a otra cosa!
Cuénteme algún fracaso suyo.
Yo preparé un experimento del que esperaba cierto resultado… y salió el opuesto. No me frustré, y de ahí se seguiría mi descubrimiento, pues me divirtió el desafío y renové experimentos, innové y perseveré.
¿Adónde nos llevarán los avances científicos?
A curar enfermedades hoy muy rebeldes, sin duda. Muchos cánceres, porque el cáncer no es uno: son varios y diversos. Y procesos neurodegenerativos como el alzheimer, pese a nuestra creciente longevidad.
¿Y la paz en Palestina, qué? ¿La veremos?
Eso sería un milagro… que nadie desea más que yo. Quiero para todos, y también para mis vecinos palestinos, la misma inmensa fortuna que yo he tenido como persona y científico.
¿A qué ha venido a Barcelona?
A ingresar como académico de honor en la prestigiosa Real Academia Europea de Doctores. Y, de paso, a disfrutar de una ciudad maravillosa, admirable, en la que además juega mi club de fútbol favorito, el Barça.
Si hubiese un premio Nobel de fútbol…
Sí, sí, a Lionel Messi debería concedérsele inmediatamente, ¡desde luego!
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