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| viernes noviembre 15, 2024

Jazz Sionista


Lo admito, el título es exagerado. Pero, ¿de qué otra manera podría uno adecuadamente describir la performance de 1962 de Nina Simone del clásico judío y estándar sionista Eretz zavat halav udebash? Un registro en blanco y negro de la bella y sobria ejecución en formación de quinteto (piano, bajo, percusión, batería y guitarra) puede verse en YouTube; para una audición de buena calidad está el CD «Folksy Nina».

Me topé con este álbum accidentalmente. Escribo mis libros y mis artículos con música de jazz de fondo. Presto a la tarea días atrás, elegí al azar un álbum de Nina de mi biblioteca de iTunes y comencé. Tras unos pocos temas me pareció escuchar una versión jazzeada del gran clásico jasídico. Interrumpí mi escritura y, extrañado, leí la lista de temas de aquél CD. En efecto, el tercer tema era Eretz zavat halav udebash.

La frase se traduce como «la tierra abundante en leche y miel» y remite a la Tierra Prometida, tal como está escrito en Ketubot: Rami ben Ezequiel una vez… vio cabras pastando bajo higueras mientras la miel fluía de los higos, y la leche corría de ellas [las cabras], y estos se mezclaron entre sí. «Esto está realmente», comentó, «fluyendo con leche y miel». Los sabios judíos sostienen que la leche provenía de cabras (no de vacas) y la miel de higos y dátiles (no de abejas) pues todo debía ser kosher. Es considerada una metáfora poética de la riqueza de la Tierra de Israel, que debía ser fértil para recibir al pueblo judío y que éste pudiera multiplicarse y prosperar en su terruño.

Aun cuando, con toda probabilidad, Nina Simone no se haya metido en estas minucias de exégeta, el interrogante permanece. ¿La promesa divina al pueblo judío de una “tierra abundante en leche y miel” tomada de fuentes hebreas y lanzada al mundo del jazz? ¿Un hit musical del sionismo moderno dentro del canon del género? ¿Cómo llegó a incorporar a su repertorio este tema una cantante y pianista negra, con conciencia racial, y más próxima en ideas quizás a Malcolm X que a Martin Luther King? Una búsqueda en Google ofreció algunas respuestas.

Antes de convertirse en “la alta sacerdotisa del soul”, Nina conoció al rabino Shlomo Carlebach en la década de 1950, cuando ambos estaban lanzando sus carreras, y es probable que haya entrado en contacto con este estándar judío entonces. La propia historia de Carlebach es asombrosa. Este “agente encubierto del judaísmo ortodoxo”, como lo llamó Amy Klein en Haaretz, nació en 1925 en Berlín y residió en Viena, donde su padre oficiaba de rabino principal. Con el advenimiento del nazismo, la familia se mudó a Lituania primero y a Estados Unidos después, lugar en que puso su creatividad al servicio de la composición musical folclórica de raigambre judía. Creó cientos de temas pegadizos basados en versos de la Biblia hebrea y los diseminó por doquier. Sus canciones se convirtieron en hits: “David Melej Israel” y “Am Israel Jai” entre otras, son ya clásicos del cancionero hebreo. El rabino trovador tocó su guitarra para audiencias judías especialmente, pero también llevó su mantra jasídico a hippies en California y gentiles en la Unión Soviética así como a la Europa post-Holocausto. Es considerado el compositor de música religiosa judía más influyente del siglo XX. Murió en Nueva York en 1994.

Nina Simone nació como Eunice Kathleen Waymon en 1933 en el seno de una familia pobre de Carolina del Norte. Tal como dice una reseña en The Times of Israel, a los tres años ya tocaba el órgano de su iglesia y de joven se postuló a una escuela de música de Filadelfia, donde aspiraba a convertirse en la primera pianista clásica negra del mundo. Tras ser rechazada se lanzó al circuito de piano-bar en Atlantic City y adoptó un alias para evitar que su madre se enterara de su nueva ocupación. Su carrera despegó velozmente; tenía apenas treinta años cuando debutó en el Carnegie Hall, en 1963, concierto que dejó en evidencia su eclecticismo y curiosidad musical al abrevar del jazz, blues, gospel, folk y melodías hebreas, entre ellas Eretz zavat halav udebash.

Su biógrafa Nadine Cohodas indica que esta fue la segunda vez que Nina Simone tocaba aquél tema, lo había inaugurado el año previo durante una presentación en la CBS. Hay un tercer registro de una performance suya de la canción más tarde ese mismo año en Virginia. Poco después, Simone orientaría su energía creativa a la causa de los derechos civiles en su país. Naturalmente, versionó la balada que puede ser considerada el himno negro del jazz contra la persecución racial, “Strange fruits”, inmortalizada por Billie Holiday. Esas “frutas extrañas” aludían a los cuerpos ahorcados de los negros que quedaban colgados de los árboles de la nación, tema que también conectó al jazz con los judíos, puesto que su compositor fue un maestro de escuela judío llamado Abel Meeropol.

El jazz siempre ha estado abierto a influencias externas. Atestiguan ello la versión divertida de Louis Armstrong de la canción mexicana “La cucaracha” (1935), el “Concierto de Aranjuez” presentado con el arte del trompetista Miles Davis y la orquestación de Gil Evans (1960), la ejecución precisa del bolero “Bésame mucho” en la guitarra de Wes Montgomery (1963), el abrazo sublime a la bossa nova del saxofonista Stan Getz y el compositor Joao Gilberto en “The girl from Ipanema” (1964), la inmersión oriental del pianista Dave Brubeck en su álbum “Jazz impressions of Japan” (1964), la onda New Age que el clarinetista Tony Scott incorporó a su LP “Music for yoga meditations and other songs” (1965), por dar tan sólo unos pocos ejemplos. Pero la adaptación para quinteto de jazz de Eretz zavat halav udebash que Nina Simone realizó en 1962 probablemente sea una de las adquisiciones más singulares y exóticas del género.

http://blogs.timesofisrael.com/zionist-jazz/

 
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