“Este es el señor Pfeffer, que está escribiendo un libro sobre mí”, dijo el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en una sala llena de editores sénior del Economist. “No sabe nada sobre mí. Será una caricatura”.
Resultó que Netanyahu estaba equivocado. Bibi: The Turbulent Life and Times of Benjamin Netanyahu, de Anshel Pfeffer, es una crónica desapasionada de los muchos éxitos y fracasosque han signado la vida personal y política del carismático aunque divisivo líder de Israel. Los lectores que estén a favor o en contra de Netanyahu sentirán que el reportaje de Pfeffer colma sus expectativas con la imagen completa que presenta de su ascenso al poder.
Los elementos más críticos –nada caricaturescos– aparecen en el prólogo y el epílogo. Es como si Pfeffer se hubiese dispuesto a escribir un relato concreto pero después tomara otro rumbo como consecuencia de su propia investigación. De hecho, el relato de Pfeffer es muy equilibrado; hay momentos en que su admiración por el líder de Israel emana de su riguroso análisis.
Pfeffer insiste en que un observador moderno no puede entender Israel sin entender al hombre que lo dirige en estos momentos. Esa sociedad es “un híbrido de fobias ancestrales y fe en la tecnología punta, una combinación de tribalismo y globalismo, como el propio Netanyahu”, escribe Pfeffer, que explora esas bifurcaciones en los capítulos siguientes.
De hecho, la obra de Pfeffer es una historia tanto de Netanyahu como de Israel. Sobre la empresa sionista primigenia, pregunta: “¿era su único objetivo construir un Estado que sirviera como refugio para que los judíos optasen por vivir allí, o el movimiento sionista y el Estado judío tenían una responsabilidad mayor para con todos los judíos en peligro?”. Preguntas fundamentales de este tipo adelantaron muchos de los debates que siguen excitando al Estado de Israel 70 años después.
Lo mismo ocurre con la naturaleza partisana de las políticas proisraelíes en Estados Unidos. Pfeffer anota que “el apoyo al Estado judío se convirtió en una cuestión partisana en la política estadounidense antes incluso de la creación de Israel en 1948”, y pasa a dar cuenta de cómo facciones sionistas rivales que estaban “literalmente a la gresca” en Palestina cooperaron con una sorprendente armonía para lograr sus objetivos internacionales, especialmente en Estados Unidos.
Ni siquiera los enemigos de Netanyahu pueden hacer otra cosa que reconocer que es un talentoso defensor de las causas que le importan. Una vez, en 1982, durante una reunión con el entonces ministro israelí de Exteriores, Isaac Shamir, Ronald Reagan dijo estar “profundamente conmovido por una fotografía de una bebita libanesa que había perdido los brazos en un bombardeo israelí”. El presidente le dio la foto a Shamir y le dijo: “Oye, esto tiene que parar”. El joven Netanyahu, por entonces jefe adjunto de la misión estadounidense en Naciones Unidas, tuvo la brillante idea de pedir a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que encontraran a la familia de la criatura. Resultó que la niña era en realidad un niño, y que tenía los brazos vendados, no amputados. Se lo comunicaron a Reagan.
Pfeffer escribe sobre el tiempo que pasó Bibi en la unidad Sayeret Matkal de las FDI y explica hasta qué punto esa experiencia sigue influyendo en su forma de dirigir el país. Sayeret Matkal, una “pequeña unidad de élite”, instiló en Bibi una “hostilidad hacia las grandes organizaciones, incluidas las propias FDI, que Bibi considera rígidas y mostrencas”. Pfeffer advierte que, incluso ahora, cuando “maneja los asuntos estratégicos de Israel, siempre preferirá utilizar pequeñas fuerzas especiales antes que grandes batallones regulares”, y que es “más propenso a las conversaciones indirectas mediante intermediarios de confianza que a utilizar los servicios de los diplomáticos de carrera”.
Pfeffer relata los numerosos fracasos personales de Netanyahu: la infidelidad, los dos divorcios y el momento en que su actual mujer, Sara, con la que aún no estaba casado, le informó de que estaba embarazada. Vendrían más tiempos difíciles. Tras el asesinato del primer ministro Isaac Rabín, Leah, la viuda, “se negó a dar la mano a Netanyahu en la jornada de duelo en la Knéset[Parlamento israelí] y de nuevo en el funeral de Estado en el Monte Herzl, al que habían acudido líderes de todo el mundo, incluidos el [entonces] presidente Bill Clinton y los expresidentes Jimmy Carter y George H. W. Bush”. Para colmo, Netanyahu recibió la instrucción de no hacer una llamada de shivá para expresar sus condolencias, ni siquiera mientras Yaser Arafat entraba en la casa de Rabín para hacer precisamente eso.
A lo largo del tiempo, Benjamín Netanyahu ha perseverado y mantenido la cabeza alta. La noticia de que la Policía israelí ha recomendado no una sino dos imputaciones contra él no podría haber llegado en un mejor momento para el libro de Pfeffer. Pero si algo podemos aprender de su biografía es que Bibi Netanyahu no caerá sin presentar batalla.
Anshel Pfeffer, Bibi: The Turbulent Life and Times of Benjamin Netanyahu, Basic Books, 2018.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
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