Las celebraciones de un nuevo aniversario de la independencia de Israel sirven también para hacer balance de sus logros y metas por alcanzar. Por ejemplo, en las primeras décadas de existencia, la moneda oficial, la lira israelí, aún denotaba en su nombre la rémora del Mandato Británico (cuya moneda era y sigue siendo la lira esterlina). Cuando llegó la hora de revisar su valor, también cambió de nombre por el bíblico de shékel, que significa peso, lo que además de con las fuentes hebreas, lo vincula con la etimología de otras unidades monetarias en el mundo. El devenir de la economía planteó con el tiempo la emisión de una nueva moneda, la actual, que simplemente se llamó shékel jadásh, nuevo shékel.
En el hebreo actual suelen abundar las siglas, como en tantos otros idiomas, pero con la particularidad que, dada la ausencia gráfica de las vocales, cualquier combinación de iniciales permite articular una palabra pronunciable. Por explicarlo mejor: si en español para referirnos al IRPF (Impuesto de la Renta a las Personas Físicas) pronunciamos “ierepeefe”, en hebreo, las iniciales de SHékel Jadásh (los sonidos SH y J) se enlazan sin problemas con una vocal tácita (a), dando lugar a “shaj”. Da la casualidad que la misma combinación de letras y sonidos significa ajedrez. En realidad, el fonema shaj ha pasado también al español transformado en “jaque”.
¿Cómo se diferencian ambas palabras al escribirse? Todas las siglas en hebreo llevan delante de la letra final un doble apóstrofo, aunque con el tiempo a veces lo pierden y se transforman en palabras autónomas (como es el caso de “shadar”, originalmente siglas de “shlujé de rabanan”, enviado del rabino en arameo, que hoy día significa emisario y da lugar al verbo emitir al referirse, por ejemplo, a la radio o la televisión). Lo llamativo del caso es que el uso de “shaj” para el ajedrez llega al hebreo desde el árabe, que a su vez lo toma del persa, en el que designa al rey o jefe. ¿Os suena lo del shá de Persia? En inglés lo escriben shah, y es la misma fuente de la que deriva en árabe “sheij”, que pasa al español convertido en “jeque”.
De modo que no es casualidad que jeque y jaque suenen parecido, sino que, en definitiva, significan lo mismo: el que manda y la amenaza a la pieza que lo representa en el tablero de ajedrez. En hebreo pronunciado se añade a esta pluralidad semántica la unidad monetaria. Y dado que, como decía el poeta español Francisco de Quevedo “poderoso caballero es Don Dinero”, en Israel hoy día manda el “shaj”, el jeque, el shá. Como en cualquier lugar del mundo, el objetivo del juego es arrinconarlo y dominar sus movimientos, sólo que en hebreo resulta lingüísticamente coincidente con el ejercicio del poder. Puede parecer injusto, pero resulta bastante más divertido que una partida en la que sólo hay peones, y en la que siempre habrá alguno que deje el sacrificio para los demás y corra hasta la última fila para coronarse.
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