La lectura de la Biblia (por supuesto en su hebreo original, nunca en traducciones adaptadas a la mentalidad de otras lenguas, culturas y religiones) nos depara más de una sorpresa incomprensible, al menos al principio. Esos pasajes hacen las delicias de los rabinos en sus yeshivot (escuelas talmúdicas), porque su significado queda abierto a múltiples interpretaciones. Aunque los alumnos se esmeren en recordar los comentarios de los sabios a lo largo de siglos de estudio, la aceptación de tal o cual visión dependerá principalmente de su carácter crítico y del pilpul, la técnica de discusión, disputa y análisis de ideas, una metodología que puede remontarse al mismo pasaje bíblico vinculado a la actual festividad de Shavuot, siete semanas después de recordar la salida de la esclavitud en Egipto.
Cuando los israelitas recibieron en el desierto la Torá, juramentaron sus principios pronunciando la frase “naasé venishmá”, es decir, haremos y escucharemos [nishmá es a la vez escuchar y entender: de allí que el desgarrador llamado del “Shemá Israel” sea una invocación a ser escuchados y comprendidos]. Ese es un buen ejemplo de contravención del sentido común en un libro que, supuestamente, debería servirnos para “caminar” (de la misma raíz que “halajá”, andar normativamente la vida). ¿No deberíamos acaso primero escuchar y razonar antes de hacer, como manda el pensamiento “occidental”? Según el sabio medieval cordobés Maimónides, para estudiar la Torá hay que empezar por la ley escrita, seguir por la oral y, sólo después se podrá comprender: primero hacer, después escuchar la voz de la propia conciencia. Intentar comprender el mundo antes de recorrerlo no es más que un ejercicio de soberbia platónica, como si nuestro intelecto fuera capaz de existir fuera de la realidad, precediéndola.
Probablemente la fórmula de juramento del “naasé venishmá” sea una de las características más fundamentales, el cimiento último del pensamiento judío, consecuencia de la acción. Otras culturas quizás puedan permitirse el lujo de sopesar antes de actuar. Si los judíos hemos logrado sobrevivir a tantas civilizaciones mucho más poderosas y asentadas, quizás sea justamente por esa necesidad aprendida desde la cuna de ser proactivos, emprendedores, pioneros, osados, como los primeros que saltaron al embravecido Mar Rojo tan sólo porque Moisés les dijo que así les había sido encomendado. No obstante, no se trata para nada de fe ciega, ya que a cada paso le corresponde su consecuente reflexión, pero en ese orden.
En mi estantería conservo un libro sobre acústica musical titulado “Shéma veyéda”, algo así como “oír y saber”, lo que completaría el círculo: la acción lleva al entendimiento, y éste a la sabiduría.
Jag Shavuot Sameaj! ¡Feliz fiesta de Shavuot, en la que conmemoramos el regalo de la Torá
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