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| lunes octubre 7, 2024

La ejecución de Caterina Tarongi. Los chuetas


Caterina Tarongi en la hoguera 6-7/05/1691

Es el 6 de junio del año 1691; las últimas luces crepusculares van fugando de Palma de Mallorca; huyen veloces allende los mares, escapando al tétrico peso de las tinieblas que llegan aplastando sueños y esperanzas. Caterina Tarongi marcha enhiesta hacia su punto final: ¡La hoguera!

Una multitud 30 veces milenaria de feligreses de una fe que proclama «amor y misericordia», vocifera enardecida: » arrojadla a las llamas, YA…!

Por los portales de la iglesia de Santo Domingo, comenzaron a desfilar sacerdotes dominicos portando en sus manos enormes cirios encendidos, quienes se dirigían hacia la multitud con el objetivo de aplacar y controlar la inusitada efervescencia popular.

Cuando se produjo la aparición de la condenada, los curas lograron que en la masa popular se produjera un apretado silencio, y tras la repentina quietud inverosímil, brotó de entre la multitud, musitada, quedamente, el cántico de la balada popular «Pobre de mi!

Rodeada por esbirros clericales armados hasta los dientes, y portando cada uno gruesos cirios encendidos, coloreados de verde, Caterina fue caminando desde el sitio en que hoy se encuentra el Parlamento de las Islas Baleares, hasta la Hoguera de los judíos, punto aledaño a la plaza Gomila.

La belleza de Caterina era realmente deslumbrante; conocido era que los inquisidores estaban profundamente impresionados por la exquisitez de sus facciones.

Ellos manifestaron una fuerte abominación por la actitud desafiante de la víctima, que de continuo se resistía a renegar de su fe, por lo que comentaban y difundían entre todo el populacho, que «esa mujer hebrea», estaba poseída por el diablo y Satanás era la fuente de sus pecaminosas energías anticristianas.

En su marcha a la muerte, Caterina hubo de soportar una humillación más: fue vestida con el más degradante «San Benito», que constituía en una burda saya penitencial de objetivo infamante, confeccionada con la más grosera de las telas que por entonces existían; sobre ella, se habían pintarrajeado no menos de quince apellidos de sus allegados familiares amén de las herejías cometidas, y todo tipo de sabandijas, demonios y maldiciones.

Los sambenitos que vistieron miles de ajusticiados durante toda la época inquisitoria, fueron expuestos en la iglesia de Santo Domingo de Palma, hasta el año 1813. Los descendientes de «los chuetas», (así llamaban los mallorquines a los judíos), padecieron durante tres siglos el «estigma y la vergüenza» de pertenecer a la «RAZA MALDITA»

La palabra «CHUETA», tendría su origen en el populismo «jueto», que según algunos etimólogos consideran proviene de «xulla», que en dialecto mallorquín designa a la carne de cerdo.

En el interior de la iglesia de Santo Domingo, se habían preparado instalaciones con gradas y tablados de maderaje desnudo, para acoger a los reos condenados; los «señores inquisidores» y los acusadores del santo oficio, ocupaban cómodos sillones, ubicados bajo doseles adornados con damascos y terciopelos de color carmesí. Nobles, militares, mercaderes y cirujanos que asisten a la ejecución, ocultan sus rostros y sus presencias tras celosías de madera que protegían sus identidades.

El obispo de Mallorca. Pedro de Alagón, preside el oficio apoltronado en el trono eclesiástico, cobijado por el palio episcopal.

Leídas las sentencias, Caterina y los otros dos condenados salen de la iglesia acompañados por canónigos y confesores; ya comienzan a marchar camino al «Fogó des Jueus».

El silencio abrumador del populacho es roto estrepitosamente por los cánticos exacerbados emitidos por un grupo de beatos que claman a los reos que se arrepientan y regresen a la fe del redentor». Algunos arengan a los espectadores y logran que estos musiten oraciones evangélicas.

¡Ha llegado la hora…!

Caterina es amarrada al poste central de la hoguera. El verdugo rápido cual el rayo, enciende los leños y las llamas comenzaron a elevarse en su tarea de purificación.

Caterina no forcejeó ni intentó ningún tipo de defensa. Tan solo se escucharon sus gemidos: «SOLO SE QUE SOY JUDÍA».

Las llamaradas se fueron intensificando y muy pronto envolvieron su cuerpo que se retorcía abrazándose cual tizones ardientes. De entre sus carnes quemadas, vapores y jugos extraños se elevaban hacia el infinito.

Espectáculo denigrante de la especie humana, que decenas de miles de católicos misericordiosos, contemplaban con absoluta impavidez, sin el menor cargo de conciencia.

Las llamaradas no se extinguieron; se hicieron altas, muy altas. Y además se convirtieron en dragones ardientes que cobraron fuerzas y poder y fueron capaces de atravesar los tiempos y las fronteras.

Llegaron hasta el Siglo XX, y se disfrazaron de generales, de soldados con botas pesadas y máquinas de guerra aplastantes, treméndamente poderosas…..

Y una noche cruel, pasados varios siglos, aquellas llamas que quemaron a Caterina Tarongi,  a sus padres y hermanos, sus vecinos….

Se encendieron veloces y quemaron, arrasaron sin piedad el Gueto de Varsovia. Se habían convertido en diabólicos aparatos apodados «lanzallamas»; y con ellos, abrasaron hasta convertir en cenizas, a los jóvenes rebeldes judíos que, desde las ventanas, lucharon contra el asesino invasor. ¡No nos engañemos…! Eran las  mismas llamaradas que quemaron a Caterina Tarongi en 1691, en Palma de Mallorca.

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Bibliografía:

Pere Joan i Tous  :Lista de asesinados por la inquisición católica

Eric Braunstein : Els Xuetes de Malñlorca

Frances Arlich: Homenaje a los xuetes executats

Jean Ramon Resina : Caterina Tarongi

Miguel Forteza Pinya: Del meu temps

Francisco Garau : La fe triunfante.

Archivos diocesanos de Mallorca.

 

 

Los Chuetas

Los Últimos Perseguidos

 

Desde las más tempranas horas de los días 7 de marzo y 1 y 6 de mayo de 1691, los vecinos del carrer de la Platería, en la primorosa ciudad de Palma, se convirtieron en actores vivos de una historia aterradora  cuyo recuerdo permanece ardiente  hasta nuestros días. Palma de Mallorca asiste despavorida al tercer auto de fe contra un grupo de sus vecinos acusados de actividades judaizantes. Casi la totalidad de los apresados por los sicarios clericales al servicio del convento de Santo Domingo, serán ajusticiados según diferentes métodos, de acuerdo al grado de sus herejías. Tres de los prisioneros, captaron especial atención a los jueces del santo oficio: sus nombres  eran : Carolina Tarongui; Rafael Benito Tarongi, y el rabino Rafael Valls, conocido por toda la comunidad de los conversos como «el rabino de todos». Estos tres poseídos por Satán, serían purificados por las llamas; pero a diferencia de los otros prisioneros, serían arrojados vivos a la hoguera.

En estas aciagas fechas, todos los espacios libres en derredor a la iglesia de Santo Domingo, se colmaron de una multitud alegre y sedienta de sangre; eran ellos procedentes de todos los rincones de la isla, y llegaron con un espíritu festivo cual si se tratase de una gigantesca romería, en la que se reparten bollos  azucarados a manos llenas. Más de 30.000 «misericordiosos católicos fervientes» se reunieron apretadamente en ese predio, conocido como «el fogo dos judeos», situado en la plaza que hasta hoy existe bajo el nombre de Plaza Gomel. Hasta allí llegaron las decenas de miles de cristianos piadosos, sin evitarse a sí mismos el mínimo sacrificio, para no perder ni un solo detalle del dantesco espectáculo de ver arder retorciéndose entre las llamas las carnes de los judíos herejes; querían gozar absorbiendo con deleite los vapores que se desprendían de las entrañas carbonizadas de los conversos al arder.

Estos tres convictos «selectos», merecían tal «exquisita» muerte purificadora, pues no cesaban de reafirmar a viva voz, que permanecían fieles a las Leyes de la fe hebrea.

Este deleznable episodio, de tintes dramáticamente xenófobos, de un concepto irracional y tufos genocidas, que solo evidencia un desaforado poder cruel e inhumano acaecido en Palma de Mallorca, tiene un punto inicial claramente conocido y documentado.

Entre 1677 y finales de 1688, un afamado y poderoso mallorquín de nombre Rafael Cabeza Loca Cortés, procede a denunciar oficialmente al consejo del santo oficio ,que un grupo de más de 230 judíos celebraron las ceremonias de Yom Kipur en el huerto de Pere Onofre Moiixina Cortés.

Los «criminales» denunciados fueron inmediatamente enviados a las mazmorras y su causa judicial iniciada automáticamente.  A esta operación, los inquisidores  la titularon: «La conspiración del año 1678». En ella estaban incluidos todos los miembros de la familia Tarongi.

Todos fueron encarcelados y juzgados por la Inquisición.

Se confiscaron todos los bienes de  la familia, y algunos consiguieron ser condenados a penas más leves que la capital.

Los hijos mayores Francesc y Guillem, consiguieron huir de la isla y llegaron hasta Alejandría, en Egipto, en la cual volvieron abiertamente al judaísmo  y recuperaron sus nombres originales judíos de David y Salomón.

 

 

 
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