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| jueves marzo 28, 2024

La Teoría y la Práctica de la Hasbará

Este articulo se publicó en Porisrael.org el 17 de abril del 2015. El tema es totalmente vigente


«Todo lo que hay que decir ya ha sido dicho. Pero ya que nadie estaba escuchando, todo hay que decirlo de nuevo».

                                                                                         Andre Gide

¿Importa la hasbará (esclarecimiento/diplomacia publica en hebreo) pro-Israel? 

Fue al comienzo de la primera Intifada, el «levantamiento» de 1987-1992 de los palestinos contra Israel. La cobertura de los medios de comunicación presentaba imágenes de soldados israelíes armados hasta los dientes, con cascos y máscaras, combatiendo a adolescentes árabes que arrojaban piedras tratando de protegerse de los gases lacrimógenos. Las frecuentes llamadas decían algo como esto: «He sido un defensor de Israel durante años. ¡Pero estas imágenes! ¡Nos hacen ver tan mal! ¿Cómo puedo criticar a los medios de comunicación? ¿Qué puedo decirles a mis hijos?»

Estaba editando Near East Report, el boletín semanal publicado en conjunto con AIPAC, el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel. «Dígales que las manifestaciones no son espontáneas, sino han sido organizadas por la OLP [Organización para la Liberación de Palestina] y que los terroristas disparan desde entre los chicos», le dije. «Dígales que si esto estuviera ocurriendo en un país árabe, las fuerzas de seguridad masacrarían a los manifestantes». «Eso sonaría simplemente como propaganda pro-Israel», se lamentaban las personas que llamaban.

Después de haber combatido, y perdido, la resolución de la Asamblea General de la ONU de inspiración soviética de 1975, promovida por la Liga Árabe, equiparando el sionismo con el racismo, los israelíes y algunos partidarios estadounidenses del estado judío adoptaron un enfoque de «palos y piedras pueden romper mis huesos pero las palabras nunca me lastimarán». Se olvidaron  que toda guerra es precedida, acompañada y seguida por la guerra psicológica. Ahora, viendo que la verdad objetiva era una respuesta insuficiente, incluso una respuesta abstracta, para imágenes subjetivas cargadas de emoción y su simple pero perniciosa trama – israelíes como nuevos nazis, árabes palestinos como nuevos judíos – buscaron una hasbará bala de plata.

Que no había ninguna a mano podía verse en la elección de la obra ganadora en un concurso europeo de caricaturas de 1988. Era una simple y obscena inversión de la icónica fotografía de la época del Holocausto mostrando a un asustado niño judío con kipá, con las manos en el aire, un soldado alemán apuntando a su espalda con un rifle. El caricaturista simplemente reemplazó la kipá del niño con una kefiyeh y transformó al soldado en un soldado israelí.

¡Bingo! La campaña soviética de décadas de antigüedad para embrear al sionismo – nacionalismo judío – como fascista dio sus frutos entre los intelectuales europeos. Cuando los nacionalismos de Nasser, Arafat y Saddam Hussein con sus reclamos pan-árabes fallaron y su Kremlin patrocinador se derrumbó, versiones rivales de la supremacía islámica – patrocinadas por el gobierno iraní, ricos sauditas y otros – adoptaron sin problemas la pornografía política israelí-como-nazi, palestino-como-judío. El molde fue fijado por pensadores de derecha en el mundo académico, en los medios de comunicación e, incluso, en el mundo del espectáculo  para vender pornografía liviana con sionistas como imperialistas, judíos como colonialistas y árabes palestinos como pueblos nativos oprimidos. Esto se endureció y se transformó en «la narrativa palestina», filtro por defecto de los medios de comunicación.

La Segunda Intifada

Un claro ejemplo de cómo la miopía de las «palabras nunca me harán daño» paralizó destructivamente, llegó en los primeros días de la segunda intifada, 2000-2004. Un video filmado por un camarógrafo palestino para un canal de la televisión francesa mostraba a un muchacho árabe atrapado con su padre en el fuego cruzado entre las Fuerzas de Defensa de Israel y palestinos armados en la Franja de Gaza. Le dispararon a muerte, o al menos eso se dijo. Israel, con sólo una revisión superficial, admitió que sí, que sus soldados podrían haber matado al niño.

Imágenes del joven «martirizado», Mohammed al-Dura, viajaron por todo el mundo. Aparecieron como justificación parcial e implícita en un montaje de al-Qaeda del ataque del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center de la ciudad de Nueva York, en imágenes de la decapitación del periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl, y en marchas masivas en ciudades europeas con carteles «Abajo Israel» y «Muerte a los judíos».

Mucho más tarde, después  que exámenes independientes pusieran en duda un relato de la televisión francesa, e incluso si Al-Dura había estado presente durante el tiroteo, una recreación de las FDI concluyó que si alguna bala hirió al niño y a su padre, muy probablemente había sido disparada por palestinos armados. Ya era demasiado tarde; la observación de CH Spurgeon que «una mentira dará la vuelta al mundo mientras la verdad es tironear de las botas» (a menudo se le atribuye el dicho a Mark Twain, lo que demuestra entre otras cosas la importancia duradera de las buenas relaciones públicas) seguía siendo aplicable a los fracasos de la hasbará israelí.

Hasta, quizás, la infame acusación de la «masacre de Jenin» de 2002. En la primavera de 2002, voceros palestinos – incluyendo el frecuentemente citado, rara vez fiable, Saeb Erekat, jefe negociador de la Autoridad Palestina – acusaban a Israel de haber masacrado a cientos de árabes palestinos en Jenin en la Margen Occidental. Erekat le dijo a CNN que sabía de 500 muertos. Muchos importantes medios de comunicación pusieron como titulares esas acusaciones. Pero no por mucho tiempo; dobles controles israelíes confirmaron 52 árabes muertos, casi todos combatientes, y 23 muertos de las FDI en combates casa por casa, y no en la ciudad supuestamente dañada fuertemente de Jenin, sino en unas pocas manzanas de un adyacente «campo de refugiados». Incluso Naciones Unidas estuvo de acuerdo: «Ninguna masacre».

Los esfuerzos para mejorar la información de Israel continuaron durante la guerra de 2006 contra Hezbollah en Líbano y las tres posteriores incursiones en la Franja de Gaza contra Hamas y sus asociados. Comprobaciones casi en tiempo real, en lugar de la indefinida «nos pondremos en contacto con usted», en el manejo de las consultas de la prensa; rápidas publicaciones en la web y, más recientemente, comunicados en medios de comunicación sociales y rápidas reuniones de información de alto nivel – sin mencionar vídeos del campo de batalla que muestran a las FDI suspendiendo ataques, por ejemplo, cuando había civiles presentes – se convirtieron casi en una rutina. Las acusaciones contra Israel, desde exageraciones hasta invenciones, no quedaron sin ser controvertidas para que no cobraran vuelo por sí mismas.

¿Importa la Hasbará?

¿Importa? Eso parece depender de quién es la audiencia. A pesar de la mejora de la hasbará oficial israelí, los medios de comunicación todavía, como acto reflejo, son, frecuentemente, estrábicos hacia «la narrativa palestina». De ahí el inapropiado énfasis en las muertes árabes durante los 50 días de la guerra entre Israel y Hamas en el verano de 2014.

La ONU estableció la cantidad de muertos palestinos en más de 2.100. Esas estadísticas provenían principalmente del Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamas, un importante hecho que los medios de prensa señalaron inconsistente en el mejor de los casos. Que el Ministerio de Información de Hamas, a principios de la guerra, instruyó a los habitantes de Gaza para que identifiquen todas las bajas como de civiles inocentes, no fue mayormente informado.

Los principales medios de comunicación frecuentemente informaron muertes palestinas e israelíes – 73 entre estos últimos – haciendo notar la disparidad en las cantidades absolutas y encontraron una «desproporción». Pocos de los israelíes eran no combatientes, pero muchos árabes – a menudo descritos como «la mayoría» o «gran mayoría» – se dijo que eran civiles, “incluyendo a cientos de mujeres y niños».

Sin embargo, durante y después de los combates, organizaciones como la mía, CAMERA (Comité para la Precisión en la Información de Medio Oriente en Estados Unidos), y fuentes israelíes analizaron las muertes palestinas por su nombre, edad y sexo. Mi colega Steven Stotsky publicó su estudio, “Cómo Hamas Hace Uso de las Bajas de Gaza como Propaganda» en la página web de la revista TIME. Durante las tres primeras semanas de combates, mostró un patrón que permanecería relativamente consistente: más del 50 por ciento de los muertos palestinos fueron varones en edad para combatir de entre 17 y 39 años de edad, aunque este grupo comprendía sólo una sexta parte de la población de Gaza. Las mujeres adultas representaban el 10 por ciento de las bajas, pero una cuarta parte de la población total de la Franja.

Al final,  la relación combatientes-no combatientes palestinos muertos fueron más o menos de uno a uno. Los medios de comunicación raramente compararon esta relación con las de Afganistán e Irak como resultado de los ataques de las fuerzas de EE.UU. y de la coalición, de uno a tres y de uno a cuatro, según estimaciones de la ONU. El Gen. Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., le dijo a un comité del Congreso que Israel hizo todos los esfuerzos para minimizar las muertes de no combatientes. En lugar de bajas civiles «desproporcionadamente altas» durante la Operación Margen Protector de Israel, parecen haber sido «desproporcionadamente bajas». Pero el peso de la narrativa palestina es tal que el comentario de Dempsey hizo apenas una onda en los medios de comunicación.

Más allá de los medios de comunicación se encuentra otra audiencia,  que una hasbará, no importa cuán convincente sea, es poco probable que alcance. Este grande y aparentemente creciente grupo necesita creer lo peor sobre Israel y, frecuentemente, sobre los judíos. El antisionismo ayuda a anclar a sus miembros al catecismo teológico y/o ideológico. Se abrazan apasionadamente a lo que otros llaman prejuicios antisemitas como respuestas justas a un estado judío racista y a sus partidarios.

No importa que los esfuerzos de relaciones públicas puedan transmitir imágenes positivas de Israel con relativa facilidad, porque, en el balance y en comparación con cualquier otra nación estado, la realidad democrática, innovadora, próspera y tolerante de Israel es positiva. La audiencia antisionista, incluso antisemita, permanece inexpugnable. De hecho, sus miembros utilizan el término hasbará como un freno sarcástico en una conversación. En su intensidad y hostilidad, confirman la percepción de Eric Hofer que «la propaganda no engaña a la gente, simplemente les ayuda a engañarse a sí mismos».

Un reciente ejemplo que es más como un paradigma:

Este 23 de febrero, Al-Jazeera, la red de televisión vía satélite y por cable de propiedad qatarí, amiga de la Hermandad Musulmana, informó que las extensas inundaciones en la Franja de Gaza fueron consecuencia de que Israel abrió «sin previo aviso» presas en la parte sur del país. CAMERA, señalando que no había presas en el sur de Israel que pudieran ser abiertas para inundar la Franja, pidió una corrección. Dos días después, Al-Jazeera se retractó de la historia.

Para algunos en el sitio de comentarios de la red, la retractación fue vergonzosa. Demostró que la «plaga de la hasbará» y los «gusanos de la hasbará» habían presionado exitosamente a la emisora. Presas o no presas, Israel estaba robando agua palestina (Israel provee a la Autoridad Palestina más agua de la requerida según los acuerdos entre Israel y Palestina); Gaza se inunda porque Israel impide la reconstrucción de la infraestructura que dañó en la guerra (la insistencia de Hamas en el rearme y reconstrucción de los túneles de infiltración paraliza la reconstrucción); y, lo que sea, Israel es un estado ilegítimo que no debería existir, entonces ¿Cuál es el sentido de discutir sobre quién tiene la culpa por las inundaciones en Gaza?

¿Para Quién es Realmente la Hasbará?

Entonces, ¿Para quién es la hasbará?

  • En primer lugar, para los partidarios del Estado judío. Como mínimo, es vital evitar la desmoralización. Positivamente, informa y anima.
  • En segundo lugar, para los indecisos. Sin un esfuerzo constante y sofisticado de información – siempre objetiva y adecuadamente orientada – muchos originalmente en la categoría de «no sé» pueden sucumbir a la campañas de deslegitimación.
  • Recién el tercero, las noticias y otras informaciones de los medios de comunicación, proviene de enciclopedias y editores de libros de texto a través de Hollywood hasta ediciones especializadas que se ocupan de todo, desde religión hasta viajes y moda. Información que pone a Israel y sus enemigos en contexto, que proporciona antecedentes esenciales, a menudo encuentra resistencia. ¿Y por qué no? Provoca disonancia cognitiva. Pero sin eso, los estadounidenses terminarán como los medios de comunicación al estilo europeo, como los británicos The Guardian y The Independent, santurrones en su hostilidad, entusiastas reclutas en la guerra psicológica anti-Israel. Y no triunfa con poca frecuencia, como en el caso «inundación de libelo» de Al Jazeera.
  • Finalmente, hay una cuarta audiencia dual que hace obligatoria la hasbará. Es el pasado y el futuro. Como escribió George Orwell en 1984 acerca de la compulsión del Partido de revisar la historia, arrojando verdades incómodas por el agujero de la memoria: «El que controla el pasado controla el futuro. El que controla el presente controla el pasado».

Los que esperan evitar la deslegitimación, la destrucción de Israel y la reghettoización intelectual-política de sus partidarios no tienen más remedio que insistir en una descripción precisa del presente, una y otra vez, siempre y cuando sea necesario.

 

***Eric Rozenman es director en Washington de CAMERA, el Comité para la Precisión en la Información de Medio Oriente en Estados Unidos, con sede en Boston, de 65.000 miembros. CAMERA no ejerce presión sobre los medios de comunicación para una cobertura favorable hacia Israel, sino más bien los hace responsables de acuerdo al estándar tradicional del periodismo, incluyendo precisión, objetividad, equilibrio y contexto

http://www.jewishpolicycenter.org/5547/hasbará

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

 
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