La Corte Penal Internacional de La Haya llegó finalmente a su decisión sobre la cuestión de la jurisdicción palestina el viernes, haciéndola pública tras meses y meses de espera y mucho después de la fecha prevista. A pesar de que se había pedido a la CPI que abordara docenas de propuestas presentadas por expertos jurídicos de todo el mundo, así como las de siete Estados diferentes que habían expresado su clara objeción a la jurisdicción de la CPI sobre la “Situación en Palestina” de acuerdo con múltiples reclamaciones legales, el tribunal ha publicado su decisión de una manera extrañamente precisa y resumida.
La decisión fue, de hecho, alcanzada por una mayoría de dos jueces que redactaron una sentencia relativamente corta, demostrando una variedad de maniobras lingüísticas y técnicas a expensas de cualquier discusión legal relevante. Las complicadas cuestiones jurídicas que se plantearon fueron el resultado de la limitada autoridad que tiene la CPI para juzgar únicamente los crímenes presuntamente cometidos en los territorios de los Estados que son miembros del Estatuto de Roma.
De ahí que el tribunal tuviera que pronunciarse sobre dos cuestiones de fondo. En primer lugar, ¿es Palestina realmente un Estado? Y, en segundo lugar, en caso afirmativo, ¿dónde se encuentra y cuáles son sus fronteras? La cuestión del territorio es una de las más esenciales a la hora de debatir este asunto, sencillamente porque sin definir el tamaño y las fronteras del territorio, ¿Cómo es posible siquiera intentar determinar si se cometieron crímenes en su interior?
Pues bien, sorprendentemente, la mayoría determinó que no es necesario examinar si Palestina es un Estado por una razón técnica y marginal: su adhesión al tratado. Además, los jueces dictaminaron que no era necesario decidir sobre el territorio o las fronteras de Palestina, basándose en una serie de resoluciones de la Asamblea General de la ONU que lo discuten en general y como una propuesta de solución futura al conflicto basada en las líneas de 1967. Por cierto, el tribunal también argumenta que, aunque los Acuerdos de Oslo ya han determinado algunas de las cuestiones cardinales a las que se enfrenta ahora, no tienen ningún significado real en este asunto; por tanto, no tiene sentido seguir discutiéndolos.
En conclusión, la opinión mayoritaria declaró que reconoce el hecho de que se trata de una realidad jurídica extremadamente complicada, además de una cuestión cargada de hechos y de historia, pero en un impresionante acto de malabarismo eliminó cualquier necesidad de discutir esta realidad como paso previo necesario para llegar a su decisión. Esto elimina efectivamente la necesidad del tribunal de examinar el derecho internacional, los precedentes legales relevantes, los acuerdos internacionales y cualquier antecedente histórico o fáctico que no sirva a su codiciado resultado final, que parece haber sido determinado de antemano.
¿Y cuál es ese resultado final? Las decisiones de la Asamblea General de la ONU, que son de naturaleza política y carecen de toda validez jurídica. Éstas, según la CCI, son las únicas que tienen importancia para decidir sobre esta cuestión, una afirmación que no tiene precedentes en la historia del derecho internacional.
Como se ha dicho, la decisión fue tomada por una mayoría de dos jueces a uno, y hay que señalar que las opiniones presentadas por este tercer juez incluían declaraciones esencialmente similares a los argumentos que he expuesto aquí, incluyendo la acusación a los otros jueces de desconsideración, falta de profesionalidad y falta de responsabilidad.
Así pues, ahora que la CPI ha dejado claro sin lugar a dudas que es una entidad política, ¿está todo perdido? Bueno, no necesariamente.
Por primera vez en su historia, el Estado de Israel tiene una oportunidad real de generar un amplio apoyo, ya que esta decisión del tribunal no sólo es controvertida en el contexto israelí, sino que también puede ser problemática para muchos otros países y tener consecuencias de gran alcance. Estas circunstancias únicas pueden estar detrás del apoyo dado a Israel y de la oposición a la jurisdicción de la CPI ya demostrada por bastantes países, por lo que hay una alta probabilidad de que Israel pueda establecer una amplia coalición y crear un cambio real en el marco de estos procedimientos y en el tribunal y más allá.
Yifa Segal es presidenta y directora general del Foro Jurídico Internacional (ILF).
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