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| miércoles diciembre 11, 2024

En su último ataque contra Israel, Human Right Watch ha ‘traspasado un umbral’


Puede que el antisemitismo sea el odio más antiguo del mundo, pero aún le queda mucha vida por delante. Lo que encuentro particularmente peligroso, y sorprendente, es ver a sedicentes activistas por los derechos humanos demonizar a la comunidad judía más frecuentemente amenazada.

Me refiero, por supuesto, a Human Rights Watch, organización no gubernamental –que no no ideologizada– que acaba de publicar un informe de 213 páginas, titulado Umbral traspasado, en el que declara haber “hallado” que Israel está cometiendo “crímenes de apartheid”, unos “crímenes contra la Humanidad” que, añade, “deberían desencadenar una reacción”.

En otras palabras: HRW se ha arrogado el papel de juez y parte. Ya dejará a otros ser los ejecutores.

No hay hipérbole. Los regímenes de apartheid son ilegítimos. Los regímenes ilegítimos deberían ser abolidos. Así pues, HRW está procurando justificación a quienes tienen por objetivo abolir el único Estado del planeta con mayoría judía, el refugio de los judíos perseguidos o expulsados de Europa, Oriente Medio y el resto del mundo.

Los defensores de HRW quizá digan: “¡Sólo están urgiendo a los israelíes a emprender reformas! ¿Por qué no puede Israel emular a Sudáfrica, donde la minoría blanca entregó el poder a la mayoría negra?”.

Para empezar, Israel ya es una nación gobernada por la mayoría. Ese 20% de la ciudadanía israelí que se considera palestina o árabe-israelí vota, se presenta a las elecciones, ocupa escaños en el Parlamento, sirve en la Judicatura (incluso en la Corte Suprema); trabaja como médicos en hospitales no segregados, va a universidades no segregadas, come en restaurantes no segregados y se relaja en playas no segregadas. Lo mismo cabe decir de los israelíes drusos, cristianos, beduinos, circasianos y demás minorías que HWR parece ignorar.

Llamar a eso “apartheid” implica una retorsión del significado de las palabras que las hace irreconocibles. Y eso es precisamente lo que hace HWR, a la que no se le ha podido escapar que en ningún otro país de Oriente Medio disfrutan las minorías de derechos y libertades semejantes. Lo cual quiere decir que sus activistas han optado por aplicar a Israel un baremo distinto y desigual. Ya eso es una manifestación de antisemitismo.

Los defensores de HRW quizá digan: “OK, ¡pero los palestinos de Gaza y la Margen Occidental están viviendo un apartheid!”.

Falso. Esos son territorios desde los que se lanzó una guerra contra Israel en 1967. Israel sobrevivió y, en 2005, se retiró completamente de Gaza. Desde 2007, los palestinos de la Franja están siendo gobernados por Hamás, que rechaza la mera posibilidad de una coexistencia pacífica con Israel. Hamás incurre a diario en actos de terrorismo contra Israel y está explícitamente comprometida con el exterminio o la expulsión de los judíos de Israel.

En cuanto a los palestinos de la Margen Occidental, y como consecuencia de los Acuerdos de Oslo de 1993, están gobernados por la Autoridad Palestina, que tiene aspiraciones nacionales y dice buscar una solución de dos Estados. Pero lo cierto es que ha rechazado una serie de ofertas que le habrían conferido la estatalidad, y en los últimos años su presidente, Mahmud Abás, no ha estado dispuesto siquiera a entablar negociaciones directas con los israelíes.

HRW parece creer que los palestinos de Gaza y la Margen tienen derecho a exigir la ciudadanía de un Estado cuya destrucción pretenden. No existe tal derecho en lugar alguno del planeta, y para los israelíes concederlo sería suicida.

El Kohelet Policy Forum (KPF), un think tank israelí, ha publicado una detallada respuesta a HRW. Merece ser leída en su totalidad, pero aquí tengo espacio para destacar sólo unos cuantos puntos.

El apartheid no es “una puñado de políticas con las que HRW parece no estar de acuerdo”, subraya el KPF, sino que implica la “separación física [apartness] de la gente en función de una jerarquía racial regulada por la ley”. Como mencioné más arriba, eso no es lo que se vive en Israel. La legislación israelí no establece distinciones raciales. Ni son los judíos y los palestinos dos grupos raciales distintos. Los israelíes son, de hecho, multirraciales, y más de la mitad de ellos proceden de familias originarias de Oriente Medio que jamás han abandonado la región.

¿Puede uno dar con casos de discriminación e intolerancia en Israel? ¿Y dónde no? Así que lo que cabe preguntarse es por qué ningún otro país desde el fin del apartheid en Sudáfrica ha recibido tal distinción. No la recibe China, donde los uigures y los tibetanos sufren una persecución brutal. Ni la República Islámica de Irán, que oprime severamente a los bahaís. Ni Pakistán, que lleva décadas expulsando a hindúes, sijs, cristianos, ahmadíes y miembros de otras minorías.

HRW sostiene que los israelíes traspasaron el “umbral” del apartheid con su Ley del Estado Nación. KPF responde: “Si bien pueden criticarse los méritos de la Ley del Estado Nación, esta no hace nada que hicieran las leyes del apartheid, y en cambio se parece bastante a numerosas provisiones constitucionales europeas. De hecho, es casi eminentemente declarativa, y su única provisión sustancial garantiza en vez de negar los derechos de los árabes palestinos (garantiza sus derechos lingüísticos)”.

Más aún: en todo Oriente Medio, los Estados se proclaman orgullosamente árabes o musulmanes. Es sólo la autodeterminación y la identidad judías lo que HRM considera un “crimen contra la Humanidad”.

Dicho sea de paso: hay que dar crédito a la Administración Biden por haber manifestado explícitamente que no considera que las acciones de Israel constituyan apartheid.

La animadversión de HRW hacia Israel no es ninguna novedad. Hace más de una década, su fundador y director desde 1978 hasta 1998, Robert Bernstein, la acusó de “ayudar a quienes quieren convertir a Israel en un Estado paria”.

Ahora, quien ha traspasado un umbral no es Israel sino HRW. Su más reciente intento de difamar y deslegitimar al Estado judío procura ayuda y alivio a quienes incitan contra él y están comprometidos con su destrucción genocida, incluidos Hamás, Hezbolá y los gobernantes de Irán. La definición de genocidio es clara, y el genocidio sin duda es un crimen bajo la legalidad internacional.

Los defensores de HRW quizá digan: “¡Seguro que no es esa su intención!”. A lo que los críticos de HRW podrían replicar: “Créeme: saben perfectamente lo que están haciendo”.

© Versión original (en inglés): FDD
© Versión en español: Revista El Medio

 
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