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| viernes marzo 29, 2024

Historias del corazón: un bebé judío nacido en “Palestina”

Para Brian Blum convertirse en abuelo en Jerusalén en un hospital donde no se hablaba hebreo, fue una experiencia inesperada pero cálida.


Brian Blum admira a su nuevo nieto en el Hospital St. Joseph en Jerusalén mientras su hija Merav se recupera del parto. Foto cortesía de Brian Blum

Mi hija Merav dio a luz a un bebé en el corazón del “Estado de Palestina”. O al menos eso es lo que dice el letrero del hospital St. Joseph en el barrio Sheikh Jarrah del este de la capital de Israel.

En los últimos años, St. Joseph se convirtió en el lugar “de moda” para los judíos israelíes en el área de Jerusalén que desean tener a sus hijos en un entorno menos invasivo y más tranquilo que el que podrían encontrar en los dos principales centros médicos de la ciudad, el Hadassah y Shaare Zedek.

Cerca del 15 por ciento de los nacimientos en St. Joseph son de mujeres judías. Las habitaciones tienen crucifijos o alguna una representación de Jesús pero el personal los quitar con discreción si eso hace que la pareja que está dando a luz se sienta incómoda.

Merav estaba interesada en un parto en el agua, algo que en St. Joseph alientan si hay suficientes parteras disponibles.
No quería estar atada con monitores y cables, y esto condujo a otro beneficio de ese hospital: la monitorización fetal inalámbrica que permite a las madres hacer su trabajo de parto en distintas posiciones.

Más allá del nacimiento en sí, la experiencia fue reveladora en muchos niveles, tanto para Merav y su esposo Gabe como para nosotros, los flamantes abuelos.

Brian y Jody Blum con su nieto Ilai Zeev. Foto cortesía de Brian Blum

St. Joseph es un lugar de convivencia no conocido y ni siquiera imaginado por la mayoría de los críticos fuera de Israel.
Allí, judíos, cristianos y musulmanes de Israel y Cisjordania se mezclan y a nadie le importa un ápice la política (o si les importan la mantienen fuera de la sala de partos).

Esto es algo común en todos los hospitales israelíes. No importa quién es judío o árabe, siempre recibirá el mismo nivel de atención de un personal multirracial.

Letreros en la entrada del Hospital St. Joseph en Jerusalén. Foto: Brian Blum

Lo más sorprendente al entrar al moderno campus de St. Joseph es la placa que reza “Estado de Palestina”.

Los empleados no hablan mucho (si es que hablan) hebreo, lo que crea una situación rara: nuestra familia se mudó a Israel para vivir en un Estado de habla hebrea y de repente nuestro nieto estaba naciendo en lo que a veces se sentía como un país extranjero.

Pero eso fue secundario respecto a la amable y paciente atención que Merav y Gabe recibieron durante su estadía.

Calidad por sobre cantidad

El barrio Sheikh Jarrah estuvo este año en las noticias ya que fue allí donde un grupo de palestinos de Jerusalén comenzó a luchar contra el desalojo por parte de la organización israelí propietaria del edificio en el que viven.
En algunas ocasiones las protestas se volvieron violentas y Hamas las utilizó como pretexto para lanzar misiles contra Israel, lo que provocó la operación militar del verano pasado en Gaza.

No vimos manifestantes ni tampoco el edificio en controversia, solo madres felices y sus recién nacidos.

En 1896 las Hermanas Católicas Romanas de St. Joseph fundaron el hospital -entonces conocido como el Hospital Francés de St. Louis- en el oeste de Jerusalén justo a las afueras de la Puerta Nueva de la Ciudad Vieja.
Pero después de la guerra de 1948, la instalación se encontró en el lado israelí de la frontera, inaccesible para los residentes árabes de la ciudad.

De ese modo, en 1956 las religiosas cristianas construyeron un nuevo St. Joseph en el este de Jerusalén. En 2015, las Hermanas decidieron añadir servicios de maternidad.

La monja Valentina Sala, hoy partera principal en St. Joseph, fue enviada desde Italia para trabajar en ese barrio.

Aún hoy, St. Joseph es propiedad de la orden católica romana pero solo cinco hermanas, incluida Sala, viven y trabajan en el hospital.
El resto son enfermeras y médicos locales que principalmente residen en Jerusalén Este.

Lazos afectivos entre la nueva madre y el bebé. Foto de Brian Blum

El hospital tiene cinco salas de partos con baños y duchas en suite, y un salón de belleza interno que ofrece, por ejemplo, tratamientos de uñas.

“Mi sueño era abrir un hospital que respete el proceso natural del parto”, dijo Sala en una entrevista con la revista Tabletmag.

En St. Joseph, las mujeres no tienen prisa por dar a luz. El hospital solo permite unos 200 partos al mes en contraste con los 2.000 que nacen cada 30 días en Shaare Zedek.

A las mujeres se les permite relajarse en la sala de partos hasta por tres horas con sus nuevos bebés. “Puedes dar calidad cuando no buscas cantidad”, dijo Sala.

Por otra parte, St. Joseph tiene una tasa baja de cesáreas (algo menos del 10 por ciento), lo que la hace popular entre las mujeres que han tenido una cesárea anterior y esperan un parto natural.
De todos modos, el sanatorio proporciona inyecciones epidurales si se justifican pero no obliga a las pacientes a someterse a la anestesia.

Hoy, St. Joseph se encuentra bajo la supervisión del Ministerio de Salud de Israel, por lo que los servicios de salud del país paga de forma completa la cuenta (excepto por la opción de una habitación privada por la cual Merav y Gabe pagaron 700 shekels -unos 222 dólares- por 24 horas adicionales de descanso tras el parto).

Los nuevos padres Gabe y Merav. Foto: Brian Blum

Allí no hay comida kosher disponible. Los pacientes pueden recibir vales para que la madre y su pareja hagan pedidos en uno de los cinco restaurantes en el lado oeste de la ciudad.
Merav y Gabe eligieron hamburguesas de Tommy y hummus de Pinati.

El único inconveniente de la experiencia de St. Joseph es que el uso de máscaras en medio de la crisis de COVID- 9 fue poco frecuente (en el mejor de los casos) en contraste con los hospitales “judíos” que son más severos con el cumplimiento.

A principios de este año, St. Joseph fue elogiado por convertir 40 de sus 100 camas de cuidados por coronavirus n habitaciones más grandes que ofrecen más privacidad y dejan entrar la luz natural curativa.

Luego de que naciera el bebé de Merav y Gabe, las enfermeras y las parteras les desearon mabruk (felicitaciones, en árabe) a lo que los nuevos padres, que respondieron shukran (gracias, en árabe).

Y yo aprovecho para decir los mismo: shukran de que existe un lugar como St. Joseph, y mabruk a la feliz pareja joven, a Ilai Zeev (ese es el nombre del bebé) y a sus abuelos cariñosos y ya locamente enamorados de su nieto.

 
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