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| martes abril 23, 2024

Irán: la amenaza nuclear que puede terminar con la vida de millones de personas


¿Qué pasaría si la República Islámica de Irán lograra hacerse con el control de las armas nucleares? Vamos a ver qué hay detrás del programa nuclear iraní que amenaza con poner en jaque a la seguridad regional y mundial.

La República Islámica de Irán es ese régimen teocrático que el mundo ha conocido, quizás con más fuerza, desde la muerte de MahsaAmini en manos de las brigadas morales que persiguen a las mujeres. Es un régimen donde el poder religioso está por encima y dentro de todo. No hay rincón de la sociedad donde los clérigos chiitas, esa rama minoritaria del islam que se hizo con el poder después de 1979, no entren. Además, en su constitución han adoptado un principio que les permite exportar a todo el mundo ese modelo de país.

La naturaleza de la teocracia iraní 

El primer rasgo de la teocracia iraní es el componente fuertemente antisemita. Tanto líderes religiosos y expresidentes como Mahmud Ahmadinejad, aliado de Chávez y presidente de Irán cuando el gobierno de Cristina Kirchner negoció el Pacto con Irán, bregan por la desaparición de Israel.

Este rasgo muestra que el antisionismo es, sin dudas, antisemitismo y que da lugar a la desaparición física y espiritual de millones de personas alrededor del mundo como ya ocurrió en el siglo XX.

En 2021 el parlamento de Irán discutió un proyecto para “la eliminación de Israel en 2041” y dio lugar a un manantial de expresiones que no tiene que soportar ningún otro país en el mundo. Se discutió un proyecto que le ponía fecha de vencimiento a un país de la ONU.

Un mes atrás, el actual presidente iraní Raisi hizo una escandalosa afirmación pública sobre el holocausto cuando pidió investigarlo y, en consecuencia, banalizarlo.

Pero solo hace pocos días atrás, un estratega militar de Irán afirmó, entre otras cosas, que el país se convertirá en amo del mundo después de aniquilar al estado de Israel. Lo dijo frente a una multitud que ovacionó la desaparición de un Estado con más de 9 millones de personas.

¿Qué pasaría entonces con un Irán gobernado por personajes que quieren barrer del mapa a un estado de más de 9 millones de personas y que soportan a las actividades de grupos terroristas que circulan por todo el mundo? La propia naturaleza del régimen que gobierna Irán desde 1979 es una amenaza que se potenciaría, y mucho, en caso de hacerse con las armas nucleares. 

El programa nuclear iraní 

El origen del programallega a 1957 cuando el ShaPahleví y el presidente de Estados Unidos, Eisenhower, firmaron un acuerdo de cooperación para el uso civil de la energía nuclear. El uso para fines pacífico de la energía nuclear es totalmente legítimo para cualquier país que se ajuste a las normas, con contrapesos institucionales y con control constitucional. Por supuesto que no es el caso de Irán.

Este desarrollo civil (hospitales, infraestructuras, entre otros) llevó a la construcción del primer reactor nuclear en Teherán en 1967, a la firma del Tratado de no Proliferación Nuclear (NPT) en 1968 y finalmente ratificado por el parlamento iraní un año después. Entre acuerdos nucleares y nuevos tratados de cooperación con Estados Unidos y países de Europa, las protestas que se iniciaron en Qom en 1978 y la vuelta de Jomeini instauraron la República Islámica tal cual la conocemos hoy. Esto provocó una ruptura con Occidente.

Para resumir desde 1979 hasta el 2003, podemos decir que el programa nuclear osciló entre el alejamiento de los países occidentales, acercamientos con Rusia, la búsqueda de mayor peso regional e internacional y la amenaza a Israel.En 2003, el gobierno iraní tuvo que reconocer (después de la denuncia de iranís en el exilio) que el país estaba enriqueciendo uranio en una planta en Natanz. Finalmente en el 2006 el Consejo de Seguridad de Naciones les impuso sanciones y EEUU aplicó las propias.

El enriquecimiento de uranio es una de las tres patas para fabricar las armas de destrucción masiva. Se suman también una ojiva funcional y un misil capaz de lanzarlo. Esto es importante retenerlo porque sirve para entender porque el acuerdo nuclear del 2015 es muy malo. 

Las sanciones aplicadas desde entonces se fueron ampliando cada vez más hasta abarcar las exportaciones de petróleo, la exportación de tecnología militar, por supuesto que tecnología nuclear y las armas. Fueron congelados activos financieros y la economía iraní comenzó a asfixiarse.

Con la llegada de Ahmadinejad, el que quiere atentar contra la existencia del pueblo judío, la amenaza se volvió real e indudable: no solo reconoció el enriquecimiento de uranio sino que desafió a las sanciones al confirmar que construiría otras 10 plantas en poco tiempo. Para utilizar la energía nuclear con fines bélicos, se necesita enriquecer uranio entre el 6y el 90%. Para mayo de 2012, la planta nuclear de Fordow lo hacía al 27%. Por distintos motivos, un grupo de países decidieron que era mejor retomar el diálogo con Irán tras la salida de Ahmadinejad y hacer algo para evitar que los iraníes tengan la bomba atómica.

Después de dos años de conversaciones entre Rowhani, electo presidente de Irán en 2013, y Obama, en el 2015 se firmó el acuerdo nuclear (JCPOA por sus siglas en inglés) donde se comprometía Irán a abandonar su programa nuclear bélico a cambio del levantamiento de las sanciones. Firmado por China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia, Alemania, la Unión Europea e Irán, las potencias llegaron a un acuerdo verdaderamente malo para la región y el mundo por las siguientes razones: no se limitaba el poder nuclear iraní sino que se lo magnificaba. 

El acuerdo que le permite a Irán llegar a ser un monstruo nuclear

Pero lo que era claro es que Irán no había cambiado sino que lograba moderar sus discursos cuando necesitaba negociar. Para esos años, mientras muchos gobiernos occidentales, por temor y por interés, veían benevolencia en los Ayatollah, Irán seguía financiando la muerte de 500.000 personas en Siria y más de 13 millones de desplazados con ese apoyo a Al Assad.

El acuerdo del 2015 apuntó solamente a disminuir el enriquecimiento de uranio al 3,67% (muy por debajo de lo necesario para acceder a las armas nucleares), pero no cerró ni destruyó ninguna centrifugadora. Esto quedó claro cuando en el 2018 Irán volvió a enriquecer uranio.La táctica de Irán era dejar correr el tiempo reduciendo su enriquecimiento de uranio y el levantamiento de sanciones, pero sin dejar de almacenar material fisible y no detener su producción de misiles. Sin cortar la cabeza, el monstruo seguiría creciendo más fuerte que antes.

Quienes se dieron cuenta de esto fueron Arabia Saudita, Israel, Egipto y Turquía que son también parte de los principales afectados por un Irán con capacidad nuclear: los persas, una vez vencido el acuerdo, estarían a solo semanas de hacerse con la bomba nuclear.

El programa de armas iraní fue dirigido por Mohsen Fakhrizadeh, que era miembro de la Guardia Revolucionaria y asesinado tiempo después. Declaraciones hechas por él, afirmaban que Irán iba en la dirección de hacerse con 5 ojivas nucleares. Esto no era menor. El acuerdo del 2015 no abordaba el peligro de la industria militar iraní que hoy la estamos viendo en Ucrania y en complicidad con Rusia masacrando civiles. Se aplazaba el enriquecimiento de uranio, sí, pero seguían fabricando ojivas y misiles.

No había estipulada ninguna inspección de posibles sitios de fabricación de bombas ni castigos al gobierno iraní en caso de que se descubra uno. De todas formas, Irán siempre se opuso y obstaculizó la inspección de sus plantas nucleares.

En 2018 Israel hizo público un informe donde reveló los detalles secretos del programa nuclear: sitios nucleares no declarados (aun con el acuerdo vigente), planos para traslado de bombas de destrucción masiva y el almacenamiento de materiales radiactivos. El sistema militar que había crecido sin obstáculos contenía los misiles Shahab-3 (que con su alcance llega hasta Rumania) y sobre los cuales cargarían esas ojivas nucleares. Con todo este trasfondo, EEUU se retiró del acuerdo en 2018 y luego Irán pegó también el portazo. 

El levantamiento progresivo de las sanciones le permitió al régimen teocrático acceder a millones de dólares, acuerdos comerciales y el descongelamiento de sus activos financieros que no fueron para mejorar la calidad de vida de los iraníes sino para otros fines. Esos millones fueron directo a Hamas, en Gaza, a Hezbollah en el Líbano, los dos brazos armados de Irán para atacar a Israel y a judíos en el exterior, y para sostener a su socio Al Assad en Siria que siguió masacrando musulmanes sunitas. Sobre esto nadie en Occidente habló. 

Para los iraníes en el país, solo está reservado el financiamiento a las fuerzas de seguridad y las brigadas que persiguen y causan muertes como MahsaAmidi, la joven del Kurdistán muerta por la Policía de la Moral, y la persecución a los del exilio. Hoy Irán tiene poco que temer.

No hay voluntad política internacional de frenar al régimen y es por esto que los principales afectados de un Irán nuclear, como Israel, Egipto y Arabia Saudita, no están interesados en reanudar el acuerdo.  Todos esos misiles que Irán ha desplegado y el apoyo a grupos terroristas en Oriente Medio y fuera de la región, no son más que parte de la táctica para la estrategia nuclear. La tesis de Obama de que Irán podía cambiar quedó sepultada bajo esos misiles y el uranio. 

El objetivo de la estrategia nuclear es imitar lo que hace Putin: regímenes autoritarios que se vuelven intocables por tener armas nucleares. Lo mismo que Corea del Norte. Sin embargo, para no terminar pesimistas, Irán todavía puede ser detenido.

Los Ayatollah, que tienen el paí srepleto de protestas por el hartazgo al régimen que lleva ya cuatro décadas en el poder, están chantajeando a Biden para volver al acuerdo nuclear. Están hoy superando el 20% de enriquecimiento de uranio. Estados Unidos, con las elecciones muy cerca, no puede ceder ante el chantaje persa.

Occidente le deberá mostrar a Irán que no puede existir un programa nuclear al mismo tiempo que una revitalización de su economía. Los líderes iraníes son responsables de elegir uno u otro. Que Irán busca los fines pacíficos fue totalmente refutado.

El nuevo acuerdo nuclear, porque un acuerdo siempre es positivo, no puede hacerse a espaldas de Israel y de los países árabes, aunque los enviados iranís (que son muy hábiles diplomáticos) pidan, lloren y exijan lo contrario. Es casi de sentido común, pero ignorado en 2015.

Sin embargo, el poderío nuclear de Irán provocó también un cimbronazo en las relaciones de poder de Oriente Medio. Una amenaza nuclear contra Israel y los estados árabes por parte de Irán es existencial y probablemente no pueda ser detenida con nada, incluso ni por el Iron Dome. Ni hablar de países como Arabia Saudí, Egipto o Jordania. En este sentido, la Cumbre del Néguev demostró el interés de israelíes y árabes de trabajar juntos para frenar la amenaza nuclear iraní. Son especialmente los musulmanes quienes saben que Irán, que se arroga el control del mundo islámico en la zona, es un peligro existencial para ellos también.

Joe Biden, quien ha defendido la necesaria existencia del Estado de Israel, no puede volver a un acuerdo que, con las condiciones de 2015, llevaría al mundo a conocer al primer régimen teocrático nuclear o a una guerra desesperada para detenerlo y donde la propia existencia de millones de personas está en juego.

 
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