Primer hecho: ayer miércoles Irán fue expulsado de la Comisión sobre el estatus de la mujer, Comisión del Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC). Ya cuando el régimen iraní asesinó por torturas a Mahsa Amini, hubo una sensación de hartazgo en muchos miembros de esa Comisión en cuanto a soportar que Irán la integrara. Pero cuando las protestas aumentaron, los asesinatos del régimen se incrementaron, se empezó a ahorcar a manifestantes en las plazas públicas, entonces, el clima de la Comisión ya fue de hacer algo que por lo menos significara un gesto de repudio.
Segundo hecho: no se precisa ser muy estudioso del funcionamiento perverso de la ONU para inferir que este gesto de una exigua mayoría de los 45 miembros de la Comisión es sólo un grito de rabia y desesperación que las autoridades máximas del organismo como su Secretario General o la Comisión de DDHH o el propio Consejo de Seguridad no van a atender ni por un segundo y seguirán con esa actitud aberrante de no enfrentar con algo más que un grito de furia a un sistema de terrorismo que se apoderó de un país y lo ha convertido en el hacedor y perpetrador de crímenes de odio y terror por todo el mundo.
Tercer hecho: hay que darle el valor que merece lo que sucedió ayer con la expulsión de Irán de una Comisión que intenta defender a la mujer, a la cual los Ayatolas desprecian, persiguen, matan, degradan.
Empecemos por quienes, apoyando a Irán, votaron en contra de la expulsión y comprendamos cuál es el lugar del odio en el planeta y quienes lo ejercen. Esta resolución tomada en ECOSOC ayer no se refiere a una guerra o a un cataclismo. Al contrario, se ubica en sus posibilidades como Comisión y ataca su tema específico: defender los derechos de la mujer. Pues bien, votaron para defender a Irán: Bolivia, China, Kazakstán, Nicaragua, Nigeria, Omán, Rusia y Zimbabue.
China y Rusia no sólo no respetan los derechos de la mujer, sino que no respetan en lo mínimo los derechos humanos de nadie. Rusia hoy es un agresor cometiendo crímenes de guerra y lo demuestra todos los días. China no sólo interna en campos de concentración a los uigures, sino que persigue a cualquiera que ose decir media palabra contra el régimen, y ya sabemos que las tímidas protestas por las medidas chinas contra su propia población encerrándolos por el COVID ha generado matanzas indiscriminadas. Bolivia y Nicaragua no se respetan ni a sí mismo. A pesar de no tener voto en la Comisión por no ser miembro, el representante de Venezuela habló un largo rato en defensa de Irán. Hay violadores a los DDHH cerca que no les importa demostrar hasta donde puede llegar lo miserable del ser humano y ni que hablar de los regímenes totalitarios. Kazakstán, Nigeria, Omán y Zimbabue ni siquiera están enterados qué quiere decir DDHH, y menos todavía libertad para la mujer.
Esos son los ocho escuderos que acompañaron a Irán ayer. Hay más. Varios más. De América Latina, África, Medio Oriente. Pero al no integrar la Comisión, no hicieron lo que sí hizo Venezuela: mostrarse cómo es y decir quién es su amo. En el texto de la resolución se dice con sumo cuidado en el lenguaje lo que la barbarie iraní hace: “Irán no da derechos a mujeres y niñas, incluyendo el derecho a la libertad de expresión y opinión utilizando la fuerza más letal que ha llevado a la muerte de manifestantes pacíficos”. Pero a pesar de ese lenguaje que no dimensiona cabalmente lo que sucede en las calles, Irán contestó (faltaba más) y no le importó que 29 países votaran su expulsión de la Comisión. Su objetivo son dos países: EE. UU. e Israel.
Cuarto hecho: Irán y su libertad de expresión en la ONU. Su representante dijo:” Es trágico que la ONU, creada para el multilateralismo, resida en un país (EE. UU.) supremacista, unilateralista, un acosador a escala mundial que hace de la intimidación una parte esencial de su agenda política exterior. Un país (EE. UU.) que apoya ilegítimamente a Israel y su constante ocupación e intimidación, y que junto a otros países occidentales nos quieren dar lecciones de derechos de la mujer”. En realidad, nadie quiere darle lecciones a un régimen criminal, y nadie se las dio. Simplemente, al menos una vez, y en esta Comisión, se hartaron y lo echaron.
Quinto hecho: México se abstuvo. Siempre hay muchas interpretaciones sobre qué significan las abstenciones, y todos sabemos que a veces son preferibles como camino a que no prospere una resolución o tenga menos apoyo. Pero como sucede en política, y más en política internacional, no todo vale igual. Lo que se discutió a fondo en la Comisión de ECOSOC no fue si Irán viola los derechos humanos o si está asesinando manifestantes en las calles hace dos meses. Eso lo saben incluso quienes lo apoyan, por necesidad de buscar amparo a sus propias arbitrariedades y crímenes y ser leal al que se comporta igual o en caso de algunos países de esta región, para proteger los capitales que les llegan para comprar sus alianzas.
Lo que se discutió ayer fue si algún organismo de la ONU tiene votos con coraje y cantidad suficiente como para decirle no a una dictadura. Y todos los votos, incluso las abstenciones entraron en esa disyuntiva que, aunque haya tenido la usual “a favor”, “en contra” y “abstención”, en realidad era “estamos a favor o en contra” que sigan violando derechos de las mujeres en Irán”. Y entre los que abstuvieron hay notoriamente estados que no pueden oponerse a Irán por este tema porque sus situaciones internas son vergonzosas: Bangladesh, Botsuana, Congo, Costa de Marfil, Gabón, Tailandia, Túnez. Y si a alguien le sorprende las abstenciones de India, e Indonesia, piense dos veces y ya no se sorprenderá tanto. Pero ¿México? El actual gobierno de ese país está haciendo un uso desproporcionado de la desmesura y en temas centrales como derechos humanos de la mujer ha dado un paso en falso. No es un guiño a Irán, que vaya a saber si siquiera tomó nota. Es una señal de que en América Latina seguimos transitando por toboganes que ni siquiera se sostienen en el suelo.
Sexto hecho: La jactanciosa unidad y solidaridad latinoamericana que nos han querido vender fundamentalmente desde el populismo, ayer tuvo otra demostración que es un slogan que nunca existió, aunque todavía tenga varios agentes de venta. La forma de votar de Bolivia y Nicaragua, los dichos de Venezuela apoyando a los votantes, la abstención que no fue tal en la práctica no sólo no acompañó una decisión hecha – ¡por fin! – con coraje y determinación, sino que le dieron una bofetada al pueblo argentino en general y a la comunidad judía de Argentina y del mundo en particular.
Obviaron quien voló la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992. Obviaron el atentado a la AMIA en Buenos Aires en 1994. Saltearon a Alberto Nisman. Lo hicieron sabiendo lo que votaban, porque no se toman estas decisiones de voto sin la autorización del gobierno respectivo y del Ministerio de RREE correspondiente. El Embajador /a puede estar de acuerdo o no, pero es el que trasmite una resolución oficial. No es novedad ni sorpresa. No es la primera vez que estos países latinoamericanos muestran su obsecuencia por Irán. Y observando cómo actuaron ayer, donde hasta Venezuela habló cuando ni siquiera forma parte de la Comisión, no será la última vez que lo hagan. Todos, gobiernos, partidos políticos y pueblos de la región, debemos tener estas acciones desde estos Estados, bien presente.
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