No hay dudas de que una parte importante de los problemas estratégicos de Israel provienen de Irán. Es el país que está detrás de Hezbollah, el que siembra destrucción en Líbano, Yemen, Siria e Irak, el que auspicia a la Yihad Islámica Palestina cuya fuerza crece en Judea y Samaria, el que financia parcialmente a Hamás y el que promueve muchas campañas de deslegitimación del Estado de Israel.
Aunque la economía iraní se debilita, y a pesar de las manifestaciones masivas en contra del régimen, la amenaza para Israel se mantiene vigente. Irán se acerca al umbral nuclear, con o sin acuerdo. Y las sanciones en su contra pierden fuerza debido a la cooperación que mantienen con China y Rusia. Hoy el mundo tiene claro que el ejército ruso utiliza un arma fabricada en Irán para atacar a Ucrania, y está claro que eso es una nueva amenaza para Israel.
Si bien Israel no es Ucrania y se está desarrollando una variedad de medidas para hacer frente a estas amenazas, para esta batalla es necesaria la estrecha cooperación de Estados Unidos. No solo a través de ejercicios aéreos conjuntos, sino también a través de la provisión de ciertos tipos de armas avanzadas que mejoren la capacidad militar israelí.
No hace falta aclarar que mientras más exitosa sea la lucha contra Teherán, más se resentirá el poder de las organizaciones terroristas palestinas y Hezbollah. Por eso el debilitamiento del régimen ayatola fue y sigue siendo el mayor interés nacional de Israel. No existe disputa política sobre este punto. La pregunta es cómo hacerlo.
En los últimos días escuché en Washington a diferentes funcionarios y expertos en Medio Oriente. Todos coinciden en un punto que no es ningún secreto: cuanto mejor se comporte Israel en la arena palestina, más firme será la posición estadounidense sobre el tema iraní. No hay intención de que Israel llegue pronto a un acuerdo de paz con los palestinos, no es algo que esté en el horizonte, pero el nuevo gobierno todavía no comenzó su trabajo y ya está bajo la lupa estadounidense respecto al conflicto con los palestinos.
Cuanto mejor se comporte Israel en la arena palestina, más firme será la posición estadounidense sobre el tema iraní.
Hay un statu quo que no es bueno, pero es el menos malo. El mismo establece que no habrá anexiones, no se agregarán nuevos asentamientos judíos en Judea y Samaria y no se otorgará legalidad a los puestos de avanzada que Israel se comprometió a evacuar; pese a que no cumple la promesa ya que siempre encuentra excusas. Un cambio de statu quo promovido por el gobierno entrante, que legalice puestos de avanzada o peor aún sume nuevos, convertirán las tensiones con Estados Unidos en una crisis.
No se trata solo de una postura de la Casa Blanca. La opinión pública, las organizaciones judías más influyentes y los principales aliados de Israel están a nuestro favor en el conflicto, pero con la condición de que no nos salgamos del carril. Y ciertos elementos de la coalición harán todo lo posible para que Israel descarrile. Cuando las demandas de la extrema derecha provoquen esta crisis, ¿Israel tendrá crédito para exigir a Estados Unidos respecto a la cuestión iraní? ¿Se concederán los pedidos israelíes? ¿Son más importantes los puestos de avanzada en Judea y Samaria o el fortalecimiento del frente iraní?
Hay muchos amigos de Israel en Washington y el principal es el presidente Joe Biden. Su vínculo con Israel es afectivo y le quedan dos años en el cargo. Pero como la mayoría de los aliados no apoyan la solución de un estado binacional y están en contra de incrementar los puestos de avanzada en Judea y Samaria. Es malo para Israel, dicen y con razón, y además es desastroso para las relaciones con la élite, la comunidad judía y la administración estadounidense.
Robert Satloff, director del Instituto Washington para Políticas de Medio Oriente, me permitió citar un concepto que dijo en una conferencia cerrada: Israel no se puede quejar de la decisión de la ONU de pedir una opinión legal a la Corte Penal Internacional (CPI) sobre el control israelí de los territorios, y al mismo tiempo tomar medidas que demuestren la perpetuación de la ocupación como, por ejemplo, el reconocimiento de los puestos de avanzada.
Un fallo de la CPI en contra de Israel tendría consecuencias devastadoras y Netanyahu lo sabe. Se puede suponer que Yoav Galant, el próximo ministro de Defensa, también lo sabe. Muchos de los que odian a Israel, incluso iraníes, esperan y rezan que Bezalel Smotrich gane esta disputa que asegure un daño estratégico a Israel. Si la cordura gana debe prevalecer el interés nacional, y no el de Smotrich.
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