Mujeres iranies contra el velo
Lo que vemos escenificado ahora en Irán es, básicamente, un combate entre dos arquetipos: Saturno, el tiempo petrificado, el hueso teológico, el plomo psíquico se opone allí a la dulzura femenina y la cabellera venusiana, la compasión y la sensibilidad, Venus y Ceres hablando en términos mitológicos. Un conflicto, ese, en el que se enfrentan el absolutismo contra la tolerancia , el dogma contra la sensibilidad. Ayatolás contra señoras y señoritas en una lucha cobarde y repugnante. Lucha que continuará y se agravará aún más, aunque difícilmente cambiará las cosas como las está cambiando, poco a poco, en Occidente el género que abarca a las madres, hermanas, amantes , hijas y esposas. Escribo lo precedente hoy, una fecha señalada que nos hace sentir orgullo por que la mitad de nuestra especie, si no más, sea mujer. Una montaña de infelicidad cenicienta caerá algún día sobre los rancios cuerpos de los religiosos chítas y los arrastrará, si es que ya no están allí, al infierno. Israel debería tomar en cuenta ese combate para vigilar a sus propios religiosos, muchos de los cuales son idénticos a los teólogos iraníes, si no es que por influencia suya y en el Oriente Medio, se han vuelto de más en más intolerantes.
Los arquetipos no son figuras monovalentes, son radiales y difíciles de percibir, pero una vez que se los identifica facilitan la percepción de la realidad humana, sus tendencias y logros. También nosotros los judíos tenemos a nuestro Saturno en el shabat, que por suerte y alegría de todos se manifiesta un día a la semana. Así como el domingo, sunday, es el día que se corresponde con el sol, el sábado es todo él tiempo contraído, saturnino. Ceres-Venus tiene que ver con lo tornasolado de los colores, el mundo vivo, el amor, la pasión incluso, mientras que Saturno es negro como el plomo aunque rija la Edad de Oro. Preguntémonos ahora porqué los religiosos van de negro y obtendremos la respuesta de inmediato. Así, pues, que reprimir a la mujer es negarnos también al sensible mundo del color que ella encarna y desencarna. Los famosos siete colores de los velos de Isis aludían a los tonos del arco iris que, como es sabido, para la Biblia encarna el pacto con lo viviente. Es por eso que sin tener la menor idea de lo perverso de sus actos, los ayatolás caminan, con hábitos oscuros, hacia su lenta carcoma y desmembramiento. El día en que eso suceda será de gran alegría para el mundo entero ya que ellos son, indirectamente, los grandes causantes del terror que nos acecha con sus intermitencias y crímenes. Ahora que tantas niñas mueren envenenadas, en el día de hoy, en el cual las mujeres se honran a sí mismas y nosotros a ellas, soltemos al aire nuestro deseo de que en la mencionada contienda de Venus-Ceres contra Saturno, lo femenino venza sino acorrale, por un tiempo bien largo, a los saturninos mulás iraníes, a quienes tantas desgracias debemos.
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