Este articulo fue publicado el 22.10.2022
Vamos a analizar una de las rivalidades más fuertes de Oriente Medio que recicla el concepto de guerra fría y que puede poner al mundo patas para arriba en caso de un enfrentamiento directo: la lucha entre los Ayatollah de Irán y la Casa Real de Arabia Saudita. Esta no es solo una de las tantas rivalidades entre las dos ramas del islam, chiitas y sunnitas, sino que la guerra fría entre persas y árabes entra de lleno en una de las carreras estratégicas menos observadas y que puede llevar a tensionar gran parte del mundo. Arranquemos por la historia saudí.
La Casa Saúd y el Wahabismo
Arabia Saudita, el país líder de los musulmanes sunitas de Oriente Próximo y que dirige un bloque árabe-suní integrado por Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahréin. Gobernado por la Casa Saúd, sus reyes, es un actor regional clave.
Podría decirse, con algunas reservas, que la Arabia Saudita que conocemos hoy se consolidó en 1932 cuando todo el territorio quedó unificado bajo Ibn Saud, el primer rey. Todo ese estado se construyó bajo dos premisas: el poder de los wahabitas y la protección de los lugares sagrados.
El Wahabismo es una corriente política-religiosa muy antigua del islam que expresa una lectura literal del Corán, el texto sagrado, y estaba liderado por un clérigo llamado Al Wahab que consideraba, entre otras cosas, que los lugares sagrados del islam estaban corrompidos. Ibn Saúd, miembro de la familia que estaba exiliada en Kuwait mientras el poder lo tenían los aliados del Imperio Otomano, formó una alianza militar-religiosa donde Saúd le daba el poder militar a Al Wahab a cambio de que éste le diera su aprobación.
Esta alianza fue clave: les permitió a ambos organizar, a grandes rasgos, la unificación del país que para ese entonces estaba dividido centralizando el poder político, militar y religioso en sus personas. Los Saúd reinarían y el Wahabismo sería el paraguas religioso e ideológico del reino.
A partir de 1915, más aún con la posterior pérdida de poder de los otomanos, todo empezóa salir redondo para los Saúd que tuvieron el visto bueno de los británicos para quedarse con otros territorios de la península bajo la condición de no intervenir en otros protectorados.
El año clave es 1925 cuando lograron quedarse con la Meca y la Medina, lugares sagrados para el islam, y que eran la joya de la corona. Ahora no había dudas de que la alianza Saúd-Wahhab era el protector de esos santos lugares y que todo el reino se erigiría en torno a eso.
En 1932, Ibn Saúd fue nombrado rey de Arabia Saudita con el apoyo británico mientras continuaba su unificación territorial y tenía que empezar a sofocar algunas revueltas que surgieron años antes que se extenderían hasta muchos años después cuando pasó algo importante:
En 1979 vino la toma de Gran Mezquita, encabezada por Juhayman al-Utaybi uno de los líderes de esas revueltas y que buscó dar un golpe a esa idea del reino saudí como protector de los lugares sagrados. El rechazo a los Saúd se daba por sus relaciones con Occidente.
El Reino saudí ya desde los años setenta y ochenta adoptó una política exterior muy pragmática con occidente por un simple motivo: quería empezar a ganar peso internacional con los pozos petroleros que había descubierto en 1938. Este pragmatismo enfurecía a los dogmáticos del islam como Al-Utaybi.
El secreto para atravesar todas estas tormentas fue combinar el wahabismo, a quien seguían dando cada vez más poder, con la modernización del estado como potencia petrolera y reprimiendo todos los levantamientos internos con ayuda de los británicos que no querían líos. Por todo esto, la consolidación del reino fue tan importante que el Rey posee el título de “Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas”, algo que se ve fuertemente amenazado cuando en 1979 tuvo lugar en Irán la revolución islámica y la toma de poder por parte de los clérigos chiitas.
Más que un cisma del islam
Si hay una fuerte división en el mundo islámico es entre chiitas y sunnitas por no tener, entre otras cosas, un sistema político y religioso que los agrupe a ambos. Los sunnitas son (+/-)90% de todos los musulmanes del mundo y solo el 10% está reservado para los chiitas.
Irán, que tiene una población chií muy mayoritaria, siempre tuvo como objetivo construir y reforzar la medialunaque unifica a todos los países en donde hay población chií. Esto pasa en Irak, con quien Irán se enfrenta en la guerra de 1980-1988, Siria, el Líbano y Bahréin.
Hoy la relación entre ambos países está marcada por la desconfianza y amenaza mutua especialmente desde el 2003 cuando Irán quedó expuesto como unacreciente amenaza con un sofisticado sistema militar con alcance nuclear y que amenazaba la existencia del resto.
Pero también la guerra de Irak del 2003, después de la eliminación de Sadam Hussein (un líder sunnita que enfrentó a los iraníes en la guerra), les dio vía libre a los persas para acrecentar su poderío regional y consolidar las bases para expandirse con su pata nuclear.
Sin embargo, las diferencias dogmáticas que tengan las dos ramas del islam no llegan a explicar el porque de una rivalidad que en realidad es también política, económica y estratégica por el dominio regional y en dos puntos clave. Vamos a ver algo de esto.
Entre Arabia Saudita e Irán no hubo un enfrentamiento directo, pero sí hubo guerras proxy o subsidiarias. Como entre EEUU y la URSS en la guerra fría, las disputas se dirimen fuera de los dos países sea en Yemen, Siria o el Líbano en mucha menor medida por la presencia de Hezbollah.
La primera causa de la rivalidad es política y económica y tiene que ver con el dominio regional. El antecedente más próximo es en el 2011 cuando se dieron lasmal llamadas Primaveras Árabes y países muy frágiles como Siria y Yemen entraron en guerras civiles. Me refiero así a las primaveras árabes porque las revueltas de ese momento no consiguieron mucho: pongamos el caso de Egipto. Las revueltas lograron que Mubarak, con 30 años en el cargo de presidente, se fuera y dejara lugar al islamismo radical de los Hermanos Musulmanes.Como si el remedio hubiera sido peor que la enfermedad.
La política de Arabia Saudita hacia Occidente es bien pragmática y necesita mantener el statu quo a cualquier precio. Irán, en cambio, representa la cabeza de un eje antiimperialista, antisemita y perturbador del orden.
El escenario de disputa política y económica es el Golfo, un área estratégica. Para los persas se llama Golfo Pérsico y para los árabes es el Golfo Arábigo, una rivalidad que llega hasta lo discursivo. Por ser ambos países fuertes en petróleo, esta zona es trascendental. En el Golfo está el Estrecho de Ormuz que es donde pasan entre 17 y 19 millones de barriles de petróleo POR DÍA y que llegan a representar 1/5 de la producción mundial. Un enfrentamiento en esta zona podría afectar enormemente al mundo entero como casi pasó en 2019.
Por este punto pasa la producción de petróleo de los países de la OPEP en la zona, de AS, EAU y también de Irán y una parte considerable del gas licuado qatarí rumbo a Europa y Asia, dos mercados fundamentales. Mantener esta zona bajo control es fundamental para ambos.
Primero, es fundamental para Arabia Saudita porque le permite mantener su liderazgo regional en el Golfo, algo que se traduce en un organismo muy importante que es el Consejo de Cooperación del Golfo encabezado por el reino que es como el hermano mayor de todos. Para lograr esto, los saudíes apelan mucho a la cooperación militar con otros países y aquí es fundamental Estados Unidos. Bajo una verdadera alianza estratégica, los saudíes se garantizan el poder militar que, a priori, el reino no cuenta con gran producción propia como Irán.
Estados Unidos encuentra en Arabia Saudita la posibilidad de retornar a la “región” después de la bochornosa salida de Afganistán en agosto de 2021.La alianza suele demostrarse en el Mar Rojo, en los ejercicios de “Native Fury 22” luego de atracar en el puerto saudí de Yanbu. Los últimos anuncios de Biden frente al congreso, prometieron una asistencia de 300 misiles patriot y el armamento por 3.000 millones de dólares después de haber aplicado un “veto” a la venta de armas al Golfo tras asumir la presidencia de EEUU en 2021.
La amenaza nuclear iraní
El expansionismo y la amenaza de Irán, que no hay que olvidar nunca que es una amenaza nuclear, llevó a que Biden retrocediera ese veto y la asistencia militar comenzara a ganar el lugar que tuvo en administraciones anteriores. Esta tendencia hoy en día se mantiene.
Para los persas, el Estrecho de Ormuz es también fundamental porque es uno de los canales de chantaje contra occidente cuando pretenden que los iranís dejen su programa nuclear bélico. Ellos dicen: si dejo de enriquecer uranio, entonces dejo de enviar petróleo o ataco la zona. En el 2019 la cosa casi se complicó y mucho en la zona del Golfo. Un ataque de drones iraníes destruyó algunas de las instalaciones petroleras saudíes y el precio del petróleo aumentó en horas un 20% causando alarma en los mercados y en los reyes sauditas.
El ataque tuvo lugar sobre dos petroleras saudíes verdaderamente importantes: Abqaiq que es la mayor planta de refinamiento del mundo y el campo petrolero de Khurais. Fue un ataque que desencadenó un efecto inmediato en los mercados y la alerta del mundo entero. El deterioro de la planta de Abqaiq produjo también una reducción en torno al 50% de la producción (unos 5,7 millones de barriles diarios). Sin embargo, tiempo después, el ataque fue atribuido ni más ni menos que por una facción conocida como los Hutíes.
Los Hutíes son una facción terrorista que lucha en la guerra civil de Yemen y que son financiados por Irán. Yemen, un país devastado y con una grave crisis humanitaria, es el actual escenario proxy entre Irán y AS que lidera la coalición de estados árabes.
¿Por qué Yemen es el actual escenario de guerra entre árabes y persas? Porque hay también otro estrecho que es importante y que no mucha gente conoce: Bab Al-Mandab, donde a su alrededor también tiene lugar las amenazas de Somalia (piratería somalí) y Sudan.
Al igual que Ormuz y además de ser el paso obligado para llegar al Canal de Suez y el Mediterráneo, Bab El Mandab no puede caer bajo dominio de Irán y en esto trabaja no solo la coalición Arabia Saudita, Egipto y EAU sino también Israel y EEUU. Para los saudíes hay algo más.
Si los iranís le ganan Yemen, están a las puertas no solo del reino saudí sino de las poblaciones chiitas (un 15% del total) que viven entre Qatif y Al Ahsa, para muy mala suerte de la Casa Real, ni más ni menos que en donde están los yacimientos petroleros.
¿Qué quiere Irán entonces? Quedarse con la región entera. Así como Arabia Saudita busca mantener el statu quo, Irán quiere borrar del mapa a todos los que les ha declarado la guerra. Encabeza el “Eje de la Resistencia” bajo dos premisas: anti-EEUU y profundamente antisemita. Para Irán el apoyo no necesariamente debe darse a países sino también puede ser a organizaciones criminales, rebeldes y terroristas que se mueven entre los países con población chiita: Siria, el Líbano, Irak y Bahréin que está dentro de la influencia saudí.
La táctica más usada por los persas es la reconfiguración de la demografía de los países y esto ha sido muy usado en Siria. Con el apoyo a Al Assad, los iraníes fueron también responsables de más de la masacre contra los musulmanes sunnitas y los 13 millones de exiliados.
Además de amenazar con las milicias chiitas, la táctica de hostigar los centros sagrados sunnitas es también muy común. En el 2008, grupos numerosos de chiitas rodearon y hostigaron (con cantos blasfemos para el sunismo), la Mezquita de Omeya, en Damasco, Siria.
Por último, hay también algo clave en la nueva configuración de alianzas: la amenaza iraní expone a Israel (a quien ha amenazado con borrar del mapa) y también a los árabes que no podrían defenderse ante las armas persas ni mucho menos las nucleares. En el 2020, los Acuerdos de Abraham fueron el puntapié histórico para configurar las nuevas alianzas de Oriente Medio. El conflicto, generalmente presentado como árabe-israelí, ya cambió a la rivalidad de árabes-israelíes contra el poder nuclear de Irán por una razón: Los Ayatollah son una amenaza a la existencia de todos. El monstruo nuclear iraní (compuesto por el enriquecimiento de uranio, las ojivas nucleares y los misiles que llegan hasta Rumania) pone en jaque el sistema mundial entero como ahora está haciendo Putin.
Al igual que cuando comenzaron los Acuerdos de Oslo e Irán buscó sabotear cualquier tipo de acuerdo con las autoridades palestinas, los persas hoy van a reforzar su apoyo a la Yihad Islámica de Gaza, Hezbollah y las milicias terroristas en Siria para atacar a Israel.
Hay mucha tela para cortar atrás de una rivalidad que dirime sus pujas afuera, pero que, en caso de un enfrentamiento directo, pueden poner patas para arriba la estabilidad. El Golfo, zona clave, es el escenario donde los esfuerzos estarán en detener a Irán.
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