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| martes marzo 19, 2024

El hombre y el árbol


Ariel Béhar, comerciante en alfombras de seda residente en Jerusalén, fue de Shangai a Ningpo en un tren abarrotado de trabajadores. En la costa lo esperaba su contacto,  Heng, un chino de rápidos ademanes que lo llevó hasta el mercado de Shangiao, donde se veían, tres veces al año, las más extraordinarias alfombras cuyos verdes profundos tenían reflejos dorados. Tras varios años en un comercio que acentúa el silencio y beneficia los pies, Ariel Béhar distinguió para su propio asombro un dibujo en las piezas chinas, un motivo que se repetía en casi todos los tapetes, bien en los ángulos bien en el centro.

-Es el ideograma hsiu-le respondió Heng con media sonrisa, como si hubiese esperado esa pregunta mucho antes. Esa pregunta o cualquier otra, ya que la parquedad de Ariel Béhar le sorprendía en un vendedor de alfombras.

No podía saber que el de Jerusalén era un hombre tímido, estudioso de la Torá pero liberal de costumbres, cuya familia había llegado de Ispahán a Jerusalén en los años cincuenta del siglo XX para instalar una de las tiendas de antigüedades más prestigiosas de la ciudad. Ni tampoco que estaba casado y no tenía hijos.

-Un ideograma-prosiguió Heng, el de rápidos ademanes-, que significa descansar al mismo tiempo que felicidad y se compone de dos signos (1) , jen, que quiere decir ser humano, y mu, que alude al árbol y por extensión a la madera.

Tras escuchar a Heng, Ariel Béhar apresuró sus compras para volver al hotel y anotar en su diario de viaje esa pequeña joya conceptual. Al hacerlo, bajo la luz ambarina de una lámpara mediocre, recordó que el Séfer yetzirá o Libro de la creación mencionaba a Tres Vivientes: el Dios Vivo, el Agua Viva y el Arbol de la Vida, ninguno de los cuales aparecía ligado al descanso. Se durmió pensando  en la maravillosa  compañía que los árboles conceden a los hombres, y en lo  ancestral de ese   nexo tal y como se percibe  en la cultura y sus objetos. La alfombra que había comprado tenía, en efecto, el citado ideograma hsiu, pero procedía de las llanuras desérticas en las que los nómades viven de té de jazmín y  carne de caballo y donde los árboles se cuentan con los dedos de una mano.

Al despertar, mientras desayunaba, se dijo que a su regreso a Jerusalén iría con más frecuencia al bosque con el fin de sentarse debajo de los pinos para oír cómo, en medio de la sequedad de los veranos, el lejano eco del mar llega a las ramas con una brisa que ha perdido toda su sal pero conserva, aún, la curva sonrisa de las olas.

 

(1) El ideograma hsiu , reposo, descanso,  se compone de jen  y de mu , hombre y árbol respectivamente. Por su parte, y para la Kábala, el árbol o etz ( j( =  160 = sele( ), posee el mismo valor que la palabra eles, alegría, regocijo, gozo.

 

 
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